sábado, 29 de noviembre de 2014

EL CHICO DEL SERVICIO

Cuando Heo Young Saeng entra a trabajar en casa de los Kim como chico servicio, jamas pensó que su vida cambiaría tanto. Allí conoce al hijo menor del matrimonio, Hyun Joong, un hombre frió, atormentado, con graves problemas de bipolaridad.
Este, desde el primer encuentro con Saeng se encapricha en tenerlo, queriéndolo someter a su voluntad.
Pero Saeng es un chico muy tierno, aunque nada tímido y pronto se hace con el control de la situación. Como reaccionara Hyun ante la astucia de Saeng?
Jung Min es el Srito de mansion, de familia bien, y se ha enamorado de su chofer Joon... Min dejara de pensar en sus amistades y se animara a luchar por el amor de Joon?
Hongki se ha comprometido con JongHoon, pero al volver a casa conoce al cocinero Kyu, su sonrisa lo ha cautivado 
HYUNSAENG ♥ MINJOON ♥ KYUKI ♥ 

RECUERDEN ES UNA ADAPTACION


Capítulo 1: EL COMIENZO 
SAENG
Mi hermano Kyu me lleva prácticamente a rastras al que, durante todo el verano, sería mi nuevo empleo. Aunque para ser sincero el empleo no me agradaba en lo absoluto. La principal razón: tendría que mudarme desde, Jeollabuk-do a Busan. Odiaba tener quemarcharme de mi casa, de mi paz y tranquilidad, para emprender rumbo a lo desconocido. Otras de las razones: nunca me ha gustado sentirme observado y controlado, pero esta vez ha de ser así, ya que mis hermanos Joon y el mismo Kyu trabajaban en casa de los Kim: Kyu de cocinero, Joon de chofer y ahora llegaba yo del chico del servicio.
-Kyu, no quiero ir-proteste- buscare otro empleo pronto, lo prometo. No me agrada ser el sirviente, no me agrada trabajar para ricos y mucho menos me gusta dejar Jeollabuk-do. Por favor déjame ir de vuelta a casa.
-Lo siento Saeng, ya hemos hablado de esto. Empezaras hoy mismo te guste o no. Solo serán tres meses, luego tendrás dinero suficiente para poder comenzar tus estudios con tranquilidad.
-¿A cambio de qué? ¡Kyu, desde las ocho de la mañana hasta las once de la noche! ¡Eso es un abuso¡ - grite con impotencia-. Solamente tendré libres los domingos, no podre ver a Jae. Kyu al oír mi declaración, se detuvo bruscamente. Lo mire enfadado.
Él lo estaba aún más.
-¿De verdad es eso lo que quieres?- me regaño molesto-. ¿Quieres compartir el resto de tu vida con un hombre que solo piensa en el gimnasio? Por qué está obsesionado con su cuerpo, y se la pasa desnudo casi todo el día.
-Kyu, eso no es cierto, que a veces no tenga camisa, y le guste pasearse con el torso desnudo, no quiere decir que se la pase todo el día en ese estado…
-Pues, cada vez que lo veo, si se encuentra con el torso desnudo, es un pervertido, obsesivo por el gimnasio.
-No es verdad, va al gimnasio por que debe mantenerse en forma para el baile…
-Entonces tu deberías pasar todo el día en el gimnasio, Saeng y no lo haces, te mantienes en forma para tus rutinas de baile siempre, tu cuerpo es espectacular, pero no quiero seguir discutiendo hay que ir a trabajar…
-Kyu, a mí no me hace falta ejercitarme, por más de que coma mucho no me afecta, nunca gano kilos demás, en cambio Jae si…
Lo observe verdaderamente irritado, no entendía que diablos le pasaba con Jae. ¿Por qué lo odia de esa forma? Él y yo éramos amigos desde hace años, de hecho los mejores amigos, pero tanto Kyu como Joon lo aborrecían desde el primer momento. Era una situación que yo no entendía. Era cierto que a Jae le encantaba exhibirse con su torso desnudo, ¿Qué hay de malo en ello? Un chico guapo de veinte años, apuesto ¿Por qué no hacerlo?
-Kyu, no hables mal de Jae, él no es ningún pervertido- le regañe con pesimismo-. Sabes que solo somos amigos, no hay nada entre nosotros… No entiendo tu adversidad por él.
-¡Te come con la mirada¡- dijo exasperado-. No sé cómo no te das cuenta que solamente pretende llevarte a la cama. ¡No pienso permitir que ese sea el primero en tu vida¡
Con desgana, me reí de su comentario. ¿Qué piensa? ¿Qué por ser cuatro años mayor que yo puede manejar mi vida? Bufe en su cara, eso no se lo creía ni el mismo. Yo no estaba hecho para obedecer órdenes, aunque parecía tendría que acatar algunas.
Kyu y yo teníamos una relación muy buena, muy cómplice. Pero desde hace varios días las cosas estaban algo tensas, ya que me obligo a aceptar un empleo que yo aborrecía. Desde que éramos pequeños,Kyu me protegió, ahora entendía que en exceso.
-Kyu, mejor dejemos el tema- ignorándolo, volví a dar pasos hacia mi casa.
-¡SAENG¡- su grito me detuvo. Con impotencia me di la vuelta y lo mire de frente, enfrentándome a él, a su rabia, sí que estaba enojado, solo lo veía de esa forma cuando Joon le arruinaba su ropa. Sus brazos estaban en jarras, parecía muy enojado pero a mí me importaba muy poco. A pesar de tener carita de ángel, con su cabello corto y rubio, haciendo juego con sus hermosos ojos marrones, cuando lo pretendía era un auténtico demonio. El maldito de mi hermano Joon tenía el mismo genio, también en lo que respecta al físico eran casi iguales. El más fuerte y musculoso, demasiado, expiraba masculinidad… Kyu tan delgado como un modelo, aunque con perfectas curvas femeninas, su trasero era mucho mejor que el de una mujer, y que piernas, tenía muchas gambas.
-. Es lunes y no estoy de humor para pelear contigo a las cinco de la mañana. A las ocho la casa se pone en marcha y aún tenemos que llegar a la parada del autobús. Así que no te lo digo más, ¡vamos¡
Arrastrando los pies, lo seguí. Kyul llevaba nueve meses trabajando para los Kim, estaba feliz con su trabajo a pesar de trabajar tantísimas horas, a Joon le pasaba exactamente igual. ¿Y yo? ¿Qué voy a hacer yo? Quería estudiar, ir a la universidad, una donde poder estudiar música y baile, y para poder hacer frente a todos los gastos tendría que trabajar durante el verano. La realidad era que tenía planeado buscar otro empleo, algo parecido al último… Ayudar en las librerías, pero parecía que me tendría que conformar con el de “chico del servicio”. Recién había terminado el instituto, en septiembre iría a la universidad y necesitaba tener ahorros para cubrir mis necesidades sin tener que acudir a mis hermanos, o llamar a mis padres. Papa y mama se quedaron en Gochang cuando dos años atrás Kyu y Joon decidieron emprender un nuevo camino. Yo, desolado al saber que me quedaría solo, sin ellos, suplique para que me llevasen a estudiar a Jeollabuk-do… Y ahora mira como nos encontrábamos los tres: cocinero, chofer y muchacho ¡genial¡
Toda esta situación tenía algo positivo: vería más a mis hermanos, ya que en los últimos meses solo nos estábamos viendo los domingos. Desde que ambos empezaron a trabajar en casa de los Kim apenas tenían vida, pero a pesar de todo estaban felices, ya que tenían buen sueldo y no escatimaban a la hora de tener caprichos. Por ese hecho Kyu decidió que trabajase con ellos intercediendo por mí con los señores Kim. Me pase todo el invierno anterior solo, del instituto a casa y ahora que tenía vacaciones mis hermanos no querían que estuviese solo y sin hacer nada. ¿Qué mejor que llevarme con ellos al infierno?, pensé con sarcasmo.
-¿Qué tramas? ¿Por qué estás tan callado?- me pregunto Kyu, haciéndome volver a la puta realidad-. Saeng, te advierto algo: compórtate. Los Kim son personas serias y formales, no hagas escándalos allí.
-Tranquilo Kyu, no te dejare mal- le susurre aburrido-. Cuéntame de la familia. Sé que nunca me han interesado, pero si voy a convivir prácticamente con ellos será mejor prevenirme. Kyu me miro con verdadero orgullo. Finalmente yo aceptaba las condiciones, y sobre todo el maldito empleo.
-Pues están los señores de la casa. KangIn y Leeteuk. Ellos son encantadores y no tendrás problemas.
Luego esta Jung Min… bueno Joon tiene algunos problemas con él. Ese niño no es fácil, pero poco apoco se aprende a sobrellevarlo. También esta Hyun Joong. El más joven de todos, aunque tiene veinte años. Él es un chico muy raro, habla poco y suele pasar el día encerrado en el despacho, o con los negocios.
El miércoles llega Hongki, otro hijo del matrimonio Kim. A ese solo lo he visto por fotos, es muy guapo.
Malcriado, raro y guapo. Estupendo.
-Ajá-murmuré abatido. La idea de aceptar el empleo empezaba a gustarme aún menos.
- Saeng, ¿Me has oído?- Kyu suspiró desesperado-. Bueno ya sabes lo esencial. Limítate a hacer tu trabajo y todo estará bien. Aun así tuve dudas.
-Una cosa más. Si tienen tanto dinero, ¿Por qué viven en Busan? Es extraño que no vivan en Seúl, como la mayoría de los ricos…
-En realidad se pasan días en Seúl. Aunque al parecer prefieren Busan porque es más tranquilo y menos llamativo, eso he oído yo- asentí confuso-. Pero igual se ve en la casa la riqueza que hay, aunque el entorno no acompañe demasiado. Tengo entendido que quieren volver a Seúl, pero no sé con certeza.
-¿Tienen en Seúl los negocios?
-Si. KangIn es el dueño de una importante cadena de ropa, modas Kim. Su esposo las diseña y Jung Min hace de modelo, digámoslo así. Lo mire ceñudo. En su última frase había ¿desprecio?- solo posa para promocionar ropa de sus padres, aunque no siempre, claro. Es horrible ver al mismo modelo en todas las promociones, y el aspira a algo más. En realidad a mucho más, quiere tener su propia marca de ropa, tiene diseños y todo eso, pero Leeteuk solo incluye algunos diseños de Jung Min.
Respira, me dije a mi mismo. Todo saldrá bien. A las siete y media de la mañana llegamos a casa de los Kim. La verdad la mansión que tuve frente a mí me dejo muy sorprendido, y al inspeccionarla desde adentro aún más.
Grandes cristaleras daban una claridad a la casa increíble. Todo era de diseño. Tonos claros en los muebles, todo entre blanco y el color crema… Algo hermoso y a la vez elegante para mi gusto.Kyu continuaba con las prisas enseñándome la casa y dándome mis primeras instrucciones para empezar el día. Llegamos a mi habitación y eso fue lo único que me alegro la mañana hasta el momento. Tendría una habitación para mí solo, con baño incluido. Genial, ¿no? La habitación no era muy grande, pero si acogedora. Cama individual en el centro, con edredón verde a juego con las cortinas. Armario de doble puerta simple, justo enfrente, y varias mesillas auxiliares a los lados de la cama. También un escritorio pequeño cerca de la puerta del baño. Las paredes al estilo de la casa, color crema y los muebles de un blanco inmaculado… Perfecto.
-Saeng, ese de ahí es tu uniforme- me horroricé. ¿Está bromeando?-. No me mires así. Estos son los requisitos del trabajo y se tienen que cumplir.
-Menudos pijos de mierda- bufe tomando el traje-. ¿No puede ser un pantalón? Esta calza es muy apretada.
Calza negra, no dejaba nada a la imaginación de seguro, con detalles en las piernas dejando ver parte de mi blanquecina piel. ¿Qué es eso?
-A-d-a-p-t-a-t-e. Saeng no seas caprichoso. Aquí tú sirves los caprichos, no se te complace a ti.
-Estupendo- proteste probándome el uniforme - ¡Me queda genial¡ Parezco un porno chacho…
Era horrible, era una mierda.
-¡Heo Young Saeng, basta¡-me grito Kyu, sobresaltándome-. ¡No quiero una sola queja de ti o te mandare de vuelta a Gochang¡ Y no me vengas a decir que ya tienes dieciocho años. Ese discurso me lo sé muy bien. Fui a protestar de nuevo, cuando desde la ventana de mi habitación se oyeron gritos que provenían desde la primera planta.
-¿Qué pasa?- pregunte confuso, asomándome por la ventana- ¿Ese es Joon?
-Seguro que si- Kyu parecía acostumbrado a ello -. Ya te he dicho que Jung Min es algo difícil. Desde hace dos meses está dando clases de modelaje. Se levanta todas las mañanas con este genio y Joon intenta sobrellevarlo.
-¿Por qué le grita así?- un chico de pelo rubio y rizado gritaba a mi hermano mientras este soportaba los gritos-. Estúpido niño… ¿Me tratara así también a mí? Kyu, me parece que no voy a soportar mucho en este lugar. Mira Joon, parece asustado esperando que la diva deje el berrinche. No pude creerlo, con el genio que tenía mi hermano…
-Vas a tener que tener paciencia, Saeng- me regaño de nuevo. Kyu. Que pesado…-. Jung Min es así con él, conmigo, y tú no vas a ser la excepción. Controla tu genio. Con esas palabras de advertencia, Kyu se fue.
La situación parecía complicarse más a cada segundo. Aun no conocía a Jung Min y ya sentía recelo en hacerlo. Me perturbaba conocer a los demás hermanos, sobre todo al chico raro… Hyun Joong.
Con desgana cogí el uniforme de nuevo.
Incómodo y demasiado pegado al cuerpo a mi gusto. Un espejo, eso necesitaba. Con paso firme me dirigí al baño…!Oh¡
Jadee al ver mi imagen en ese espejo.
¿Ese soy yo? Nunca me gustaron las calzas tan ajustadas y ahora entendía el porqué.
Demasiado provocativo… no, no me gustaba. Mi piel blanquecina se vislumbraba aún más con ese traje obscuro… Parecía incluso más delgado de lo que era. Suspire al verme una y otra vez. No me quedaba mal, pero nada era para nada mi estilo. ¿Pelo suelto y Diadema? Oh, Dios ¿Qué es todo eso?
¡No me reconozco¡ Mis ojos negros rajados, demasiado apagados. Mi cabello castaño lacio, con destellos rubios. Y esas mejillas que no lograban tomar color… menudo asco.
Me amolde el pelo como pude, pero al ser largo me era incomodo llevarlo suelto. Me acomode el uniforme como pude, pero esta camisa blanca era transparente y se veía todo mi pecho… Mis tetillas saltaban a la vista, y mis piernas… oh, mis piernas expuestas por las pequeñas rasgaduras de la calza.
¿A quien se le ocurría poner esta clase de detalles en una calza?
Era una vergüenza trabajar así. El lunes pasó muy rápido. Los señores KangIn y Leeteuk Kim eran encantadores, amables y correctos como me hizo saber Kyu.
KangIn y Leeteuk no eran muy mayores, tendrían alrededor de cuarenta y cinco o cincuenta años, padres jóvenes y tan guapos como sus hijos. Leeteuk tan rubio como Jung Min y KangIn de pelo negro como Siwon, aunque los ojos de sus hijos eran más parecidos a los de KangIn. Ambos delgados y con buen porte. Leeteuk tremendamente dulce y KangIn muy simpático. Se percibía la entrega y complicidad que tenían por su familia en todo momento. Servir a Min fue una tortura…
Era la diva de la casa, sin dudas.
¡Hasta tengo que ayudarlo a desvestirlo en las noches, y ayudarlo a hacerlo en la mañanas¡ ¿Pero de dónde sale? Su mirada tan azul como el mismo cielo me observo con desprecio desde el primer instante, algo que no pude entender. Y aun que era tremendamente hermoso y con una figura espectacular… al parecer le faltaba lo mas importante. Min, parecía no tener corazón.
El martes no fue mejor, Min continuo tratándome con desprecio, y exigiendo demasiado en cada momento.
En la casa solo se respiraba tranquilidad y paz una vez que se marchaba, aunque para eso Joon tenía que lidiar con ello… Algo incomprensible para mí.
El miércoles fue más movido. Ese día llego Hongki, otros de los hijos del matrimonio Kim. Este no se parecía en absoluto a Min, todo le parecía bien, no se quejaba por absolutamente nada y era bastante amable. Cabello negro, y de ojos tan azules. Algo musculoso, aunque menos que mi hermano Joon.
Hoy era jueves por la tarde. Kyu y yo estábamos preparando la bandeja para el té para el señor Leeteuk y sus amigos del “club privado” ¡Alergia me producían todos ellos¡ Pero poco a poco me iba acostumbrando a la rutina de llevaba la casa.
-Saeng, tengo entendido que Hyun Joong, el hijo menor está de vuelta- asentí enfrescado en mi trabajo-. Ha estado unos días fuera porque al parecer tiene problemas con su novia. Ha estado intentando solucionarlos.
-¿Cómo sabes?- pregunte curioso-. Aun no le he servido. Nadie me ha hablado de él.
- Me lo ha contado Joon- cuchicheo Kyu para que nadie pudiese oír-. Hyun es muy reservado pero cuando esta mosqueado habla demasiado. En el coche ha puesto a su novia de vuelta y media. Oh, vaya.- Bueno ¡Todo listo¡- tome la bandeja.
-Nos vemos luego, Kyu.
-Ya sabes paciencia con Min… y con Hyun- un momento, ¿paciencia con Hyun…? Resignado, tome mi rumbo…
Al llegar a la gran sala, todos los presentes estaban enfrascados en conversaciones de moda, fiestas y asuntos de esos, ¡que ridículos! Ninguno me prestó atención, solo el señor Leeteuk que se me acerco en cuanto me vio llegar. Gesto que me alivio. No deseaba acercarme a esas personas que se creían superiores al mundo solo por tener dinero.
-Aquí tiene, señor. ¿Necesita algo más? Leeteuk me sonrió con ternura
- La verdad si, Saeng- cada palabra desprendía una amabilidad que me impresionaba-: Hoy ha llegado mi hijo Hyun, ha estado fuera unos días por motivos personales. Esta encerrado en su despacho, es el que ha estado cerrado con llaves todos estos días. Sírvele el té con unas pastas por favor, y gracias.
- Bien, señor.
Al llegar a la cocina de nuevo, Kyu no estaba allí. Era extraño, pues prácticamente no salía de ese lugar… tal vez se encontraba en el baño… Prepare de nuevo una bandeja con todo lo que me había pedido el señor Leeteuk para su hijo, y la cargue rezando para que Hyun no tuviese el genio de su hermano Min.
Con mucho cuidado de no hacer ruido en exceso por si Hyun estaba trabajando, llame a la puerta. No parecía oírse absolutamente nada adentro. Tras varios intentos llamando sin ver que nadie contestaba, decidí abrirla sin permiso ¿Qué malo puede haber en ese gesto? Al abrir la puerta me encontré con una habitación muy oscura, apenas se percibía nada, solo oscuridad y tristeza en aquel fantasmal despacho. No tenía grandes ventanales como el resto de la casa y todos los muebles eran oscuros…
Qué raro, pensé.
-¿Hola?- pregunté cerrando la puerta tras de mí. Nada, ninguna contestación a mi llamada. Tenía que encender la luz, de seguro que en ese despacho no había nadie y el señor Leeteuk estaba confundido. ¡Y yo perdiendo mi tiempo!
Al encender la luz quede impactado. Había un hombre joven, algunos años mayor que yo. Tremendamente guapo. Con facciones definidas y labios carnosos. De cabello castaño oscuro y ojos que me impactaron de marrones que eran… aun en la distancia.
Hyun Joong… debía ser él. Me observo tras su escritorio y aparentemente ¿furioso?
-¿Quién eres?- pregunto alterado- ¿Por qué entra sin mi permiso?
Oh, dios, que hombre…
-He llamado pero como nadie me ha respondido he decidido entrar- no pude evitar ser algo borde al ver su reacción-. Señor Kim, perdón por las molestias, pero Leeteuk me ha ordenado que le trajese un té con pastas.
Con la mirada puesta donde yo me encontraba, rodeo el escritorio y se posicionó frente a mí. No pude evitar observar su cuerpo… Musculoso, trajeado y alto. Que hombre tan impresionante, y al parecer tan prepotente por la posición en la que se encontraba, pensé de nuevo.
-¿Ha terminado la inspección?- Avergonzado, levante la mirada hacia él. Más hermoso aún-. ¿Señorito…?
- Heo Young Saeng
-Y bien señorito Heo. ¿Quién le ha dado permiso de entrar a mi despacho y hablarme con la altanería que lo ha hecho? – me pregunto en tono paciente, pero visiblemente enfadado. Que dientes más blancos…
- Perdón. No era mi intención ofenderle con mi tono- suspire tragándome el orgullo-. En cuanto al entrar, quise asegurarme que no hubiese nadie para avisar a sus padres.
-Que no se vuelva a repetir- su tono era cortante y autoritario. De nuevo se dirigió a su asiento… Oh, que culo-. Pase y déjeme la bandeja sobre la mesa, y por favor recoja un poco el despacho.
Intente controlar mi genio e hice lo que Hyun me pedía. Al parecer era otro estúpido como su hermano Min. Guapos sí, pero sin escrúpulos. El despacho era un caos. Daba horror verlo, aun mas limpiarlo, ¿Cómo he llegado yo a esto? Sin pensarlo más, empecé a recoger vasos, botellas y platos pequeños que había sobre el escritorio. Un escritorio muy amplio color negro como el resto de los muebles. Varias estanterías con papeles.
Grandes cuadros algo siniestros y un sillón bastante grande color marrón oscuro… Solamente una ventana, y no muy amplia en el lugar.
El señorito Hyun controlaba todos mis movimientos. Siempre con postura prepotente, haciendo que me sintiese cohibido por su penetrante y fría mirada sobre mí. Intentando ignorarlo, continúe con mi trabajo. Me llevo más de tres horas dejar el despacho visiblemente más organizado. Cuando ya hube acabado de ordenarlo todo, me plante frente a él.
-¿Desea algo más, señor?- le pregunte amablemente
-Quizás… ¿Qué me ofrece?- Voz dura, prepotente, descarada.
Lo observe sin entender sus palabras. ¿Qué le ofrezco? ¿Qué mierda le voy a ofrecer?
-Es usted el que manda- respondí confuso-. Usted ordena y yo obedezco, ¿recuerda?
El tono sarcástico de mi voz no le gusto. Su mirada se mostró fría, oscura, posesiva. Y por su postura tan rígida y altiva, supe que algo no andaba bien. ¿Estoy en problemas?
-Ya se lo que quiero-murmuro de pronto pensativo. Asentí esperando el pedido-: lo quiero desnudo y tumbado sobre mi mesa. Voy a tomarlo por insolente.



Capítulo 2: UNA PROPUESTA INDECENTE
SAENG
Me quede observándolo sin dar crédito a sus palabras. ¿Qué está diciendo? ¿Qué va a tomarme sobre la mesa? Sentí que la cara me hervía de furia. Era un estúpido e imbécil si pensaba que yo obedecería esa orden.
¿Qué le pasa? ¿Está loco? Suspire, tenía que calmarme. Debí oír mal…
-¿Qué has dicho?
Kim Hyun Joong volvió a levantarse y rodeo el escritorio como la vez anterior. Se posiciono frente a mí de nuevo, con esa prepotencia suya.
-Señorito Heo, primero decirle que no se pregunta “¿Qué has dicho?”- su serenidad era asombrosa después de la orden que acababa de hacer-, se dice “¿Qué ha dicho?”. Contestando a su otra pregunta, aunque por la expresión de su cara creo que ya lo ha entendido, le he dicho que voy a tomarlo ahora mismo sobre mi mesa por insolente. Voy a darle el gusto de hacerlo mío, señorito Heo.
Pero, ¿De qué va todo esto? ¿Una broma de mal gusto?
-¿Está loco?- me asusto su forma de devorar mi cuerpo con esa mirada tan posesiva. Sin apenas darme cuenta, empecé a dar pasos hacia atrás.
-Ya lo creo que sí. Si estuviese en mis cabales ya lo habría corrido ya de mi casa- daba pasos hacia mi… Oh, oh –.En vez de eso, le doy la oportunidad de reparar su error. Desnúdese.
¿Error? ¿Desnudarme?
-¡No¡-grite aterrado ante su comportamiento-. ¡No te acerques!
-¿No?- En un momento me tuvo acorralado entre la puerta y su cuerpo. Se acabó el juego. Empecé a temblar. Hyun puso ambas manos a cada lado de mi cabeza, apoyadas en la puerta. Su mirada se clavó en mis ojos y sentí horror e indignación. ¿Qué mierda le pasa? Su comportamiento no era lógico, ¿a qué viene esta cacería?
Pego su cuerpo al mío, mi respiración se volvió superficial… tenía que correr lejos de él.
-Se lo voy a contar a sus padres- amenacé buscando su mirada-. Me está acosando… Apártese de mí o empiezo a gritar ahora mismo.
-Hágalo. El despacho es insonoro-me reto-. Además, ya creo que vaya a gritar cuando lo haga mío, cuando me sienta dentro.
Jadee escandalizado por su comportamiento. ¡Nadie jamás me había hablado en ese tono y mucho menos con esas palabras!
-¡Grosero!
Una de sus manos aterrizo en mi muslo, subiendo muy lentamente hacia arriba. Me puse nervioso, quise correr, gritar… pero mi cuerpo parecía haberse desprendido de mi mente. Me quede quieto, sin respiración, sintiendo como su mano trazaba un camino de fuego sobre el maldito detalle de la calza y llegando a mi parte de mi piel desnuda.
-¡No me toques!- gruñí cerrando los ojos.
-Señorito Heo, tiene que aprender a entender quién da las ordenes aquí- amenazo cerca de mis labios.
Abrí los ojos, y me encontré de nuevo con esos ojos marrones tan fríos como el hielo. Había lujuria en ellos-. Yo ordeno, usted obedece, ¿recuerda? ¿Está jugando conmigo?
-¡Yo no obedezco esas órdenes!-detuve su mano con la mía-. ¿Sabe qué? ¡Es usted un acosador, egocéntrico! No me asusta.
-Usted es el maleducado y desvergonzado. Pero yo le voy a enseñar modales- murmuro sobre mis labios-. Por ese motivo lo voy a tomar hasta que ya no pueda más. ¿Queda claro?
Cerré los ojos de nuevo, dejándome llevar por el terremoto de emociones que hervían en mi interior.
¿Qué me está pasando? ¿Voy a dejar que me toque este hijo de puta? Al abrir los ojos, de nuevo me encontré con su mirada tan helada que cortaba. Tomo mi mentón de forma brusca y pego sus labios a los míos. ¡Quise gritar en ese momento! Su boca tan salvaje exigía que abriese la mía para él. ¡Lo odié! Lo odié por que el roce de sus labios hicieron que me estremeciese de pies a cabeza, despertando el deseo en mí por primera vez en toda mi vida. Sin poder reprimir más las ganas que sentía de probar su sabor, abrí mi boca para él.
Sus labios desprendían fuego. Su lengua sedujo a la mía en cada movimiento. Su salvajismo me llevo a un abismo sin límites. Jamás anhelé algo más en un beso…hasta ese momento. Mi cuerpo estaba atrapado por el suyo y pude sentir como su miembro latía contra mi vientre. ¿Qué hacer? Nunca antes fui un chico fácil y no podía serlo ahora.
Aunque me excitara muchísimo la sensación que producía sus labios sobre los míos, aunque su aroma tan masculino e volviese loco, aunque su sabor se impregnase en mí. No podía hacerlo.
Con su mano empezó de nuevo a subir por mi muslo. Sintiéndome totalmente confundido entre lo que debía hacer y lo que quería hacer, con la rodilla derecha di un golpe en su virilidad haciendo que se aparte de mí… Jadeando de dolor.
-¡Te odio! No vuelvas a tocarme- grité abriendo la puerta para escapar de ese loco. Me sentía muy asustado por primera vez en mucho tiempo… y no solo por él, más bien por lo que había producido en mí.
Antes de cerrar oí como decía “lo vas a pagar”.
Empecé a correr por la casa, era tan grande que incluso me perdí. Pero entonces desde el fondo oí voces. Trate de ralentizar el paso con normalidad aunque mi respiración seguía muy alterada. Entonces, volví a pensar en él. No era capaz de entender lo que acababa de ocurrir. ¿Iba a forzarme?
-¿Saeng?- me giré rápidamente al oír la voz de un hombre. Suspiré aliviado… KangIn-. ¿Le ocurre algo? Lo noto agitado. ¿Algo? Aún temblaba ante ese pensamiento.
-No es nada. Gracias por su preocupación.¿ Deseaba algo, señor KangIn?
-¿Sabe si mi hijo Hyun Joong está en su despacho?- me descompuse al oír su nombre-. Necesito verlo.
Ahora Hyun aprovecharía la oportunidad para contarle a su padre lo ocurrido. Estaba en la calle… ¿Qué dirían mis hermanos?
-Sí, señor, acabo de servirle el té. Si no desea nada más, ¿puedo retirarme?
-Adelante Saeng- con paso rápido me dirigí hacia la cocina hecha una furia. Kyu iba a enterarse de donde mierda me había metido.
Al entrar en aquella cocina tan amplia y blanquecina, todo estaba desierto nuevamente. ¿Dónde rayos esta Kyu?
Entonces oí un pequeño ruido que provenía de un pequeño cuarto que había en la cocina. Una pequeña despensa. ¿Sera Kyu? ¿AL abrir la puerta me encontrare con otro loco?
No, no podía ser. Sin pensarlo demasiado, la abrí.
-Oh- jadeé tapándome la boca.
Kyu se encontraba sentado sobre una mesa con las piernas abiertas y Hong Ki entre ellas… Se estaban devorando entre sí.
-¡Saeng!- Me grito Kyu enfadado, apartándose de Ki, quien cubrió la desnudez de mi hermano con su camisa mientras él se cubría con su campera de cuero-. Saeng, hay que llamar a la puerta antes de entrar, ¡por Dios!
¿Mi hermano ha perdido la puta cabeza?
-¿Cómo dices?- le pregunte asqueado-. ¿Cómo mierda voy a saber yo que tú estabas en una situación comprometedora aquí? Dios, Kyu Jong… si no lo veo, no lo creo.
Ki no me dio la cara y yo para ser sincero lo preferí así. Jamás en la vida pensé encontrarme o ver como alguno de mis hermanos se enganchaban con alguien… era repugnante.
-Eh, tranquilos- escupí con sarcasmo-. Los dejo, sigan con lo suyo… ¿Dónde diablos me has metido, Kyu?
Kyu me echó una mirada asesina, pero a mí no me importó. O sea que los hermanos Kim se dedican a tener sexo con sus empleados… Menudos cerdos. Kyu, ¿Cómo ha podido hacer eso? Oh, Dios, podría haber sido cualquiera otra persona la que abriese esa puerta… Agobiado miré la hora: las ocho de la tarde y ya me sentía cansado, agotado del día. Sin nada que hacer por el momento, fui a buscar a Joon. Limpiaba el auto fuera del garaje.
-Eh, Saeng- me saludó al verme llegar. Parecía pensativo.
-¿Ocurre algo?
Dudó, pero se atrevió.
-Saeng, ven. Necesito hablar con alguien- me cogió de la mano y me llevo a sentarme a un banco, junto a él- A decir verdad necesito desahogarme- asentí preocupado-¡Min me tiene hasta los cojones! Pero me gusta…
Oh, no, no, no.
¿Qué?- no podía ser-. ¿Qué les pasa a todos? Está casa es una mierda, quiero irme de aquí… ¿Cómo puede gustarte Min, Joon? Tengo que estar soñando ¿Todo es una broma?
-Saeng, ¿Qué te pasa? Te veo alterado- su mirada se intensificó sobre mis facciones-. ¿A qué viene decir qué nos pasa a todos? ¿Ha pasado algo que yo deba saber? Suspiré resignado.
¿Iba a contarle lo del señor malnacido? No. ¿Iba al desliz del centro? No. No debía y muy a mí pesar, no quería hacerlo.
-No es nada, Joon. Es sólo que este trabajo no me gusta y no soporto a Min- intenté parecer distraído-. No entiendo cómo te puede gustar… tú vales mucho para ese niño mimado.
-Saeng, me pone. Sólo quiero una noche, nada más- noté que no se sentía cómodo hablando conmigo de ese tema, y la verdad yo tampoco-. Pero no tengo forma de lograr mi objetivo. Nunca está de buen humor para entrarle.
-¡Ay! Ni siquiera merece eso de ti- miré directamente sus ojos cafés-. No lo hagas, Joon, aleja esa posibilidad de tu mente. Podrías perder el empleo por un polvo que no merece la pena.
Joon pareció pensarlo.
-Quizás tengas razón. Ese caprichoso solo me traerá problemas- dijo sonriendo con picardía-. Además, el domingo he quedado con Changmin.
Mmm…- suspire pensativo-. En fin, otro perro.
Ambos estábamos riendo cuando un grito de “¡Saeng!”, llego hasta nosotros. Min…
-Ahí te dejo, chico. Tengo duro trabajo con el presumido.
Al llegar a la habitación de Min, tras llamar, entré. De nuevo tenía expresión de asco. ¿Por qué así de amargado siempre? Su habitación se encontraba desordenada, ropa esparcida por todos los lugares. Su habitación era la más espectacular de todas. Cama muy amplia. Tenía varios tipos de muebles: para perfumes, joyas o simplemente adornos. Un gran vestidor repleto de todos tipos de prendas y complementos. La habitación del niño mimado de la casa, sin duda.
-¿Qué desea joven?
-¡Te he buscado por toda la casa!- Quería aterrarme, pero no lo lograría-. Esta noche tengo una cita, necesito que me ayudes a prepararme.
-Como mande- suspiré agobiado. Ahora llegaba la hora de probarse mil trajes distintos. Como esperaba, transcurrió tres cuartos de hora hasta que el joven encontró algo a su gusto. Un traje color negro con incrustaciones de piedras preciosas.
-Esté me gusta- murmuró mirándose en el espejo-. Que haces ahí parado, ven a ayudarme con el cabello.
Con toda la paciencia del mundo, cepille su hermoso cabello. Tras varios minutos, ya me sentía desesperado. Eran las nueve de la noche, a las nueve y cuarto tenía que empezar a preparar la cena, y yo aquí… peinando a la diva.
-¡Estúpido! ¡Me has lastimado! ¡Cuidado con mí cabello!- gritos y más gritos de su parte
-Está muy bien, joven- mentí para poder irme.
-Hm. Me parece que sí. Puedes largarte. Ya me encargo yo.
Al llegar a la cocina me encontré a Kyu muy atareado con la cena. Al oír mis pasos se giró, en su rostro había una disculpa.
-No digas nada. No es el momento- dije sonriendo-. Tengo prisa, es muy tarde. El joven Min tiene una cena, sirve un plato menos.- entonces serán dos platos menos. El señor Hyun ha salido- un escalofrió se apoderó de mi cuerpo-. Parecía enfadado y no va a cenar en casa.
-¿Sabes por qué está enfadado?
Kyu se volvió rápidamente hacia mí. Me observo acusándome con la mirada.
-No he hecho nada, Kyu- mentí descaradamente-. Solo que hoy lo he conocido… y es algo extraño.
Kyu pareció recuperar el semblante tras mis palabras.
-Al parecer la culpa de su enfado la tiene una llamada- cuchicheó cerca de mi oído-. Lo he oído gritar bastante enfadado. Creo que tiene que ver con su novia, no sé.
-Cuéntame de ellos-pregunte sin poder controlarme-. ¿Llevan mucho tiempo saliendo? Kyu, no me mires mal. Siento curiosidad, solo eso. Necesitaba saber de él. Necesitaba saber que lo impulso a tratarme de la forma que lo hizo.
-Está bien. Pues al parecer llevan tres años juntos. La familia Kim la adora, aunque parece que el señor Hyun y ella no se llevan muy bien. El parece muy enamorado, pero ella no me termina de gustar. Se llama Nicole y es algo estúpida.
-Ajá- con novia formal…
-Todo listo, Saeng. Esta noche será una cena rápida. Solo están el señor KangIn, Leeteuk y el señor… Hong Ki- el último fue apenas un susurro-. Lo siento, Saeng.
Sonreí asintiendo.
-Ya me explicaras de que va eso mañana- bese su mejilla. El ya terminaba su turno-. No me mires como todas las noches. Lo recogeré todo luego. Seré un chico bueno.
La cena fue bien. Tranquila y sobre todo relajada. Mientras parte de la familia Kim cenaba en la gran sala, yo lo hacía solo en la cocina. Kyu solía cenar en su habitación y Joon hoy tendría una noche larga esperando que la diva acabase la cita. Tras haber dejado todo recogido y ordenado, por fin llegue a mi habitación. Eran las once menos cuarto de la noche, estaba completamente lleno y solo me faltaba una buena ducha para relajarme. El agua templada se sentía de maravilla sobre mi cuerpo desnudo. Era el momento más relajado del día.
Mientras me secaba el cabello, llegó la hora de pensar un poco en el tremendo día. Sólo ocupó mi mente en esos momentos un nombre… Kim Hyun Joong. Seguía sin entender nada de lo que había ocurrido con él. ¿Trata así a todos? ¿Es su castigo? ¿Así castiga a todos? ¿Castigar por qué? ¿O jamás nadie antes lo puso en su lugar? No debía pensar en él, me dije a mí mismo. A pesar de la incómoda situación, no le tuve miedo. ¿Por qué? Algo dentro de mí me decía que no era tan terrible como aparentaba. No, con certeza Hyun no me haría daño. Parecía un hombre serio, amargado y frustrado. ¿Por qué? Tenía todo en la vida para triunfar y ser feliz, pero parecía que no disfrutaba de ello. ¿Qué lo habrá movido a tratarme de forma tan insultante? Tenía que haber una explicación… ¿Pero cuál?
Odiándolo hasta en mis pensamientos, decidí terminar el secado y apartarlo de mi mente… No sin antes recordar el beso que me dio, y su mano sobre mi piel. ¿Qué estoy pensando? Desde luego tendría que dejar de pensar en él rápidamente. Por primera vez en mi vida sentí deseos de tocarme… ¡Ah! Y por Kim Hyun Joong.
Para dormir cogí una camisa que me llegaba un poco más abajo del trasero. Estaba llena de agujeros. Era realmente vieja, pero me gustaba tenía una nutria ¿pero qué importa? Nadie va a verme…
Al entrar a la cama todo mi cuerpo se relajó. Por fin descanso. Me acurruque en ella, pero un ruido tras la puerta me hizo ponerme en guardia.
¿Kyu, Joon? Fingiendo estar dormido, observe como la puerta se abría lentamente… Kim Hyun Joong, no podía ser. Quise gritar de nuevo, ¿Qué hace ese hombre en mi habitación? Lo observe esperando que se fuese pero aun así empecé a temblar. Contra todo pronóstico, Hyun entro y cerró la puerta con pestillo. ¿Qué quiere? ¿Va a intentarlo de nuevo? Enfurecido, espere el momento en que Hyun intentase tocarme para golpearlo, para gritar. Maldita sea, debí cerrar el pestillo antes de acostarme, me dije una y otra vez.
-Saeng- pronuncio desde el otro lado de la habitación. De nuevo ese tono tan frío y seco estaba ahí-.Saeng, sé que está despierto. Hábleme o no me controlaré.
¿Pero por qué no me deja? Lleno de rabia, me senté. Me incliné un poco de costado para encender la luz que había junto a la cama. Al encenderla mi mirada fue directamente hacia él…
Contuve un grito ahogado al observar su aspecto. Camisa por fuera de los pantalones, medio desabrochada. La corbata casi suelta. Su rostro, una máscara de hielo, algo habitual al parecer. Y su pelo corto, completamente despeinado. ¿Qué le pasa?
-¿Qué quiere?
-¿Todas las mujeres sois tan zorras?- me sobresalte ante su pregunta-.¡Contéstame!
No puede ser.
-Eres un imbécil- lo insulte con odio tuteándolo-. ¿Qué mierda quieres? ¿A qué viene esto?
-La puta de mi novia me ha engañado con mi mejor amigo- frialdad una vez más. No me mostro sus emociones a pesar de lo terrible que era el hecho-. Saeng, me lo voy a cobrar.
No he podido hacerlo mío esta tarde. Pero lo voy a hacer ahora. Y no me importa si quiere o no.
-¿Por qué lo paga conmigo? ¿Qué le he hecho yo? No me conoce. Aparte se quiere venganza vaya con una mujer, soy un hombre.
-Supongo que es al azar- respondió con dureza-. Ha aparecido en un momento muy inoportuno. Sobre todo al retarme de la forma que lo hace. Y usted Saeng se parece a una mujer.
Suspirando, me deje caer de nuevo hacia atrás, agotado. Siempre lo mismo, que tenga facciones de mujer, no me hace una mujer. De nuevo una lucha contra él. Un peso sobre mí me hizo casi gritar… No me dio tiempo, Hyun me tapo la boca con su tremenda mano. Destapó la cama y se posiciono encima de mí.
-No grite- ordenó-. Puede decir lo que quiera, pero no te me vas a escapar. Mucho menos después del golpe que me ha dado esta tarde. Lo siento, joven Heo.
-¿Con que derecho te crees para hablarme así? Vete- susurré enfadado, tembloroso contra su mano-. Quiero que te vayas ahora mismo. No voy a dejar que hagas conmigo lo que te venga en gana. Yo no soy un puto, mucho menos tu puto.
-Lo será- afirmó contundente-. No me tutee.
No me tutee… Lo obedecí simplemente por calmarlo, maldito bastardo…
-Pero, ¿qué se cree? Su dinero no puede comprarme, porque yo no me vendo.
Su rostro sin expresión alguna, me observo con la mandíbula apretada. ¡Todo su cuerpo me tenía presionado! Tenía calor, mucho calor.
-¿A usted también le gusta jugar con los hombres?- su tono era despectivo-. ¡Dímelo! ¿Quiere jugar? Pues bien. Vamos a jugar los dos.
-¿Sabe qué? Sí, me encanta jugar con los hombres en la cama- de nuevo sentí ese bulto contra mí…-.Pero no con usted. Vaya a buscar a su novia, y pague su frustración con ella.
-Saeng, sabe provocarme muy bien- sonrío falsamente-. No tiene ni puta idea de lo peligroso que es eso. Desnúdate.
-No- grité forcejeando para apartarlo de mí.
-Bien, entonces lo haré yo- atrapo mis manos entre las suyas por encima de mi cabeza, y se acomodó entre mis muslos. Todo se me complicaba, me sentía agotado.
-¿Por qué no me deja? ¿Qué quiere de mí?- pregunte mirándolo a los ojos fijamente. Por un momento me pareció vislumbrar tristeza en ellos-. Págalo con ella… ella es la que le ha hecho daño.
Su mirada cambio a una expresión que no supe descifrar, y lentamente empezó a besarme por la mandíbula. Jadeé al sentir de nuevo sus labios sobre mi piel. ¡Maldito! Me gustaba lo que me hacía. Me gustaban las sensaciones que despertaba en mí. Jamás me sentí así.
-Es una zorra- afirmó con dureza lamiendo con la punta de su lengua el contorno de mis labios-. Creí que lo tenía todo conmigo, pero ha buscado refugio en otros brazos. Lo he descubierto esta tarde antes de llegar a casa- murmuró duramente-. Esta noche la muy descarada me ha pedido que la perdone. ¿Debo hacerlo? Siento que jamás podré confiar en una mujer. Necesito desahogarme y olvidar.
Por un momento sentí pena por él… A pesar de tener todo, no tenía a nadie.
En el mundo que Hyun vivía todo dependía del dinero. Más allá de eso no había nada. El necesitaba desahogarse, y quería hacerlo conmigo. ¿Con sexo? Lo odié, porque en el fondo lo deseaba. ¿Por qué lo deseo? Acababa de conocerlo… Jamás había estado con un hombre en la cama. ¿Merecía él ser el primero después de lo brusco que es? ¿Después de todo lo que me acaba de decir? Hyun deseaba utilizarme para su capricho. ¿Y si dejo de ser el niño bueno y experimentado con él en ese terreno tan oculto para mí como el sexo? ¿Y si me dejo llevar por una vez en la vida con lo que realmente deseo? Aunque no fuese correcto, aunque no fuese moral… Sus labios trazaron una nueva línea de fuego por toda mi mandíbula. ¡Ah! Se sentía tan bien. No era una forma de besar suave, era más bien salvaje.
Igualmente me excitaba mucho, haciendo que desease más… mucho más. Sin compasión, empezó a rozarse contra mi cuerpo, haciendo que su miembro se friccionase sobre mi intimidad. Jadeé sin poder controlarme. Me gustaba, y mucho.
-Desnúdese- ordenó de nuevo-. La ropa nos sobra para lo que voy a hacerle. Escúcheme, voy a tomarlo como nadie jamás lo ha hecho antes. Jamás va a olvidar esta noche.
Perdido en esos ojos marrones que me traspasaban con intensidad, lo aparté de mí. Hyun advirtió mi intención y se retiró lentamente, observando cada uno de mis movimientos.
-Te repito que no soy tu puto- ya estaba perdido y él lo sabía.
-Doblo lo que le pagan KangIn y Leeteuk- negoció sin más-. Tendrá lo suyo, más lo mío.
-No- repetí de nuevo. Quería pagarme… Hijo de puta.
-¿Cuánto pide por complacerme?- entonces una sonrisa peligrosa surgió de sus labios. Era tremendamente guapo... -.Saeng, sabe que lo voy a hacer mío de todas maneras. Aproveche la oferta.
Hyun quería jugar conmigo. ¿Por qué no hacerlo yo? Iba a terminar en la cama con él, lo sabía. A pesar de que sentía deseos de abofetearlo, también tenía deseos de devorarlo… La virginidad jamás me había importado, pero nunca antes conocí a alguien que despertase los instintos del deseo en mí… Y ese salvaje egocéntrico lo hacía.
-Quiero el triple- lo reté esperando a que se negase-. ¿Qué me dice?
-Acepto. Lo quiero las veinticuatro horas a mi disposición- ¿Qué he hecho? ¡Estoy negociando con el mismo demonio! ¿Me estoy convirtiendo en su puto…?
-Trabajo para sus padres. No puedo dejar de hacer lo que ellos me pidan por un capricho suyo. ¿Qué les diré?, “señores les voy a servir la cena más tarde porque su hijo quiere tener sexo conmigo ahora mismo”- mi sarcasmo una vez mas no le gustó.
-Es un insolente- me regaño con dureza-. Ya veremos cómo son las cosas. Ahora desnúdese. Ya he perdido demasiado tiempo.
-Me voy a desnudar, me vas a tomar y te vas a marchar- ordené yo esta vez… y empecé a desnudarme. Sus ojos no retiraban la vista de mi cuerpo. Sus ojos… esos ojos que parecían querer decirme tanto. En cambio no decían nada.
-Cuida esa boca. No me gustan las vulgaridades.
-Yo no quiero gustarte- contraataqué coqueto, deshaciéndome de la camiseta llena de agujeros. Cerré los ojos y me quité el bóxer…
Abrí los ojos. Era extraño, nunca un hombre me había visto desnudo y sin embargo, no sentí vergüenza al exponerme delante de él.
-¿Cuántos hombres lo han tocado?- su mirada en mi cuerpo. Su mandíbula apretada. Yo temblando. A pesar de todo, sentí deseos de jugar, era excitante hacerlo. Me acerqué a su lado, gateando por la cama… Qué desvergonzado.
-No te importa- sonreí con sarcasmo-. ¿O sí?
-Es como todas. No valen nada. Sólo quieren dinero y jugar con los hombres. Y yo voy a empezar a hacer lo mismo con usted, ninguna merecen la pena.
Dicho esto, sin ningún miramiento me tumbó de nuevo sobre la cama posicionándose sobre mí. Cubriendo mi cuerpo con el suyo, con mucha rudeza.
-No soy una mujer, soy un hombre…- no me dio tiempo para nada más.
Tomó mi boca con la misma ferocidad que lo hizo en la tarde. Pero esta noche yo no sentí deseos de luchar. Si es lo que deseaba, que lo tomase y se marchase. Su boca buscó a la mía con posesión, con deseo. Me sentí abrumado por todo lo que estaba ocurriendo. Sin más preámbulos le devolví el beso con la misma intensidad y ferocidad. ¿Por qué contenerme? Yo también lo deseaba así, en ese mismo momento. Besé sus labios con fervor, saboreando el dulce sabor de su aliento. Ese sabor mezclado con el amargo del alcohol, una mezcla un tanto agridulce que me hizo desear más y más. Sus labios eran húmedos y cálidos, a la vez que salvajes. Sus besos estaban encendiendo cada rincón de mi cuerpo… Empecé a sentirme extraño.
Una de sus manos, no supe cuál, descendió por mi muslo de forma ruda, hasta que precipitadamente se perdió entre nuestros cuerpos. Mientras me besó pude notar como se desabrochaba el pantalón. Y sentí como su pene rozaba al mío… Oculté un gemido fogoso ante ese delicioso contacto… Mi cabeza daba vueltas, ¿qué estoy haciendo?
-Está mojado, pequeño puto- débilmente un gruñido escapó de mis labios ante su insulto. Debía estar escandalizado y enfadado por sus palabras… pero no. Estaba aún más excitado ahora. La mano con la que Hyun se desabrochó el pantalón, la interpuso entre nosotros. Y me acarició los testículos en círculos, con sensualidad y agonía a la vez. Sentí que todo me ardía.
-Ay- jadeé buscando sus labios, inmerso en ese placer que él me estaba proporcionando. Al sentirme tan entregado, mordió mi labio superior, luego el inferior. A dar lamidas sobre ellos, siempre de forma loca, posesiva, pero no por eso menos excitantes. Sentí arañándome la piel, pero no me importó. No me importaba nada, sólo deseaba más y más. Era la primera vez que un hombre me tocaba de forma tan íntima, y se sentía tremendamente placentero.
-Oírlo gemir me pone mucho- confesó sobre mis labios. Un segundo después pasó de nuevo su lengua por ahí. Por mi mandíbula, hasta que llegó a la base de mi garganta. Me estaba desarmando-. No grite.
Su orden sólo logró ponerme más caliente. En ese momento enredé las piernas entorno a su cintura y, ¡ay!, qué sensación. Sentí sensaciones extrañas.
Anhelé algo en esos instantes, algo que no llegaba. Lo sentía cerca, pero no supe qué era. Gritos ahogados escapaban de mi garganta cada vez que su lengua daba una lamida por mí cuello al ritmo de su mano sobre mi intimidad. Me estaba volviendo loco, me estaba seduciendo… Su olor me envolvía, su cuerpo me encendía…
Sin poder controlar mis instintos más salvajes, ocultos hasta el momento, me restregué contra su cuerpo como un gatito en celo. Ese roce no le gustó o fue demasiado para su autocontrol, porque tras un gruñido ahogado sobre la base de mi garganta, se movió de forma posesiva, enloquecedora, haciendo que todo el placer que estaba sintiendo momentos atrás, se desvaneciese en un terrible segundo.
-¡Au!- Me quejé de dolor. Grité aún más cuando sentí como su miembro entraba en mi intimidad, hasta traspasar la barrera de mi virginidad duramente. Mi ano fue invadido por su gran miembro, sin cuidado alguno.
-¡Mierda!
Pero de repente todo se paralizó. Las lamidas y el movimiento de Hyun sobre mi cuerpo. Lo único que se pudo oír en la habitación era mi respiración alterada a causa del inmenso dolor que estaba sintiendo. Sentí ganas de llorar.
De gritar. De golpearlo, por no saber tratar a un hombre. ¿Qué esperaba de él? Yo lo sabía desde un principio, aun así jugué con fuego… y me quemé.
Cerré los ojos controlando el llanto. No lloraría, no. No delante de ése ser tan inhumano.
-Maldita sea- gritó acusándome-. Eras virgen.




Capítulo 3: Hyun
SAENG
Me acusaba… ¿Cómo puede ser tan inhumano? Estaba viviendo el momento más placentero e intenso de toda mi vida y él con su brutalidad lo hizo añicos. Para mayor decepción, tenía el valor de acusarme.
¿Qué espero? ¿Cómo podía estar tan ciego? Qué idiota he sido.
Era virgen, decía. Cerdo, lo era, ya no.
Cerré los ojos de nuevo, soportando el dolor que aún sentía. No me podía creer lo que acababa de hacer… Hyun no merecía lo que yo le había entregado. Lo más puro de mí, a un ser tan oscuro como él. A un desconocido…
-Maldito bastardo- lo acusé ignorando el dolor.
Pero al abrir los ojos de nuevo, y encontrarme con esa mirada tan seca y fría, tan desconocida, dos lágrimas se derramaron por mis mejillas.
-No llore- me ordenó-. Los hombres fuertes no lo hacen. Loco, completamente loco.
-Tú acabas de hacerme sentir débil- protesté limpiándome las lágrimas-. Apártate de mí. Me duele y no necesito sentir nada más.
-Joven Heo, usted no ordena. Y no vuelva a insultarme de esa forma, se lo digo por su bien.
-No mereces menos- llegué a odiarlo. En ese momento lo hice-. ¿Por eso me has dicho que no podría olvidar esta noche? Ya veo. Sabías desde un principio como me ibas a tratar, yo pensé… Qué error más grande.
-¿Tu pensaste? ¿Qué pensaste?- preguntó con frialdad, levantando mi mentón-. Joven Heo, yo le he dejado claro que lo iba a tomar a mi manera. Jamás mencioné hacer el amor.
¿Qué acaba de hacer?
-Estás arrepentido- afirmé odiándolo por sus palabras-. Eso mismo me pregunto yo. ¿Qué acabo de hacer? Soy un imbécil, jamás debí dejar que me tocaras. No lo mereces.
-Si hubiese conocido la verdad, créeme, no lo hubiese hecho- confirmó-. ¿Por qué lo ha hecho? ¿Por qué no me lo ha dicho antes? Me ha respondido que lo han tocado más hombres, me ha dicho que le gusta jugar con ellos en la cama, ¿Por qué?
-Mentí- no pude ocultar que mi voz sonase a reproche-. Quería jugar un poco, pero no me has dado tiempo… Está claro que me he equivocado demasiado está noche.
-Bastante.
Un silencio doloroso se interpuso entre nosotros. Aún estaba entre mis piernas, con su pene latiendo dentro de mí. No se movía, no hacía nada.
¿Qué piensa hacer? Yo ya no deseaba más por esta noche. Hyun acababa de destruir un momento hermoso. Un momento que yo esperaba tener con alguien especial… y aunque me doliese reconocerlo, él lo era.
-¿Le duele menos?-Oh, él y sus preguntas.
-Apártate.
-Hemos hecho un trato. El daño ya está hecho – la rabia volvió a invadirme-. Quiero más. No soporto la tensión.
-Yo no he firmado nada. No existe tal trato ante nadie más. Sólo son palabras.
-¿Su palabra no vale? ¿Acaso no tiene honor?- Quería llevarme al límite y lo estaba logrando.
-¿Qué sabes tú de honor?- Escupí con amargura-. Me has conocido apenas hace unas horas. Me has acosado, me has besado y te has atrevido a tocarme. Ahora viene a reclamarme. ¿Qué? Te has encaprichado en tomarme, en comprarme… Has conseguido parte de las dos, termina y márchate.
-Me he equivocado con usted- dijo dejándome atónito-, pero ya no hay marcha atrás. Lo he comprado, sí. Es mío hasta que yo quiera, hasta que me canse.
¿Pero qué mierda se cree?
-Eres un estúpido. ¿Es así como tienes todo en la vida? Tienes que pagar para obtener lo que quieres, ¡que lastima! Soy un hombre de palabra, seré tu puto como deseas, pero sólo por tu dinero. No porque tú lo merezcas.
Tras esas palabras, su mirada marrón me observó con horror. No me importó nada, él era un maldito imbécil y merecía mis palabras. No las sentía, no eran verdad, pero él las merecía.
Aceptaría ser su puto o como él lo llamase por mi propio placer. Jugaría como él lo haría conmigo, aprovecharía el momento y luego cada uno por su camino. Aceptaré su dinero, sí. Jamás lo tocaré, no. Al irme se lo devolvería íntegramente, pero ése hombre merecía beber de su propia medicina. Al irme se daría cuenta que yo no era como las demás personas, entonces comprendería realmente que se había confundido conmigo.
-Voy a hacerlo mío ahora- advirtió-. No quiero lágrimas.
-Eres un miserable…- pero mis palabras fueron atropelladas salvajemente. Hyun, con un movimiento rápido me embistió hasta el fondo, desgarrándome nuevamente de dolor.
-Joder, joder- protestó entre gemidos-. Esta condenadamente estrecho…
Soporté el inmenso dolor que me desgarraba. Me mordí los labios hasta incluso hacer sangre en ellos… Pero no grité, no lloré y no lo haría. La mirada de Hyun era oscura, salvaje, dolorosamente hermosa. No dejaba de embestirme una y otra vez sin compasión alguna. No gemía, su mandíbula apretada me decía lo mucho que se contenía, pero el muy cerdo sabía cómo hacerlo. Dolor y más dolor en cada estocada tan fuerte y dura como la anterior. ¿Cuándo acabará ese dolor?
Hyun aferró sus manos con fuerza a las mías por encima de mi cabeza, y entonces sentí que el dolor disminuía a una pequeña molestia. Mis ojos se perdieron en su boca suya tan carnosa y sentí ganas de morderla, lamerla una y otra vez hasta devorarla.
Oh, empezaba a gustarme lo que me hacía. ¡Dios! Odiaba a ése hombre tanto como lo deseaba.
-No- ordenó, deteniéndome a besar sus labios. ¿Qué?-.No doy besos… No mientras tengo sexo.
Dicho esto, me embistió con brutalidad, pero a la misma vez con movimientos sensuales en cada estocada. Todo cambió. El dolor se convirtió en placer, el odio en deseo y ya no fui capaz de poder controlarme un segundo más. Deseaba a ése hombre: imbécil, egocéntrico y prepotente… pero lo deseé con cada poro de mi piel. Gemí sin control al sentir cómo me invadía. Cómo se adentraba en mí. Tan rápido, tan duro.
Iba a morir de placer, estaba enloqueciendo.
-Así me gusta, pequeño puto- sus ojos. Sus ojos marrones clavados en mí-. Quiero hacerlo gritar hasta que ya no pueda más.
Sus palabras y sus gemidos estrangulados me hicieron vibrar.
Quería devorar esa sucia boca suya. ¿Qué me está pasando?
-Quiero besarte- supliqué. Sus labios descendieron desde mi cuello hasta mi pecho, y ahí a mis pezones… Ese desconocido me estaba matando.
-Luego- sentenció una vez más-. Ya se lo he dicho antes, no en momentos así.
Sin piedad, lamió y chupó mi pezón hasta casi arrancarlo, haciendo que yo contuviese un grito ahogado. Era un bruto, salvaje y tremendamente prepotente, pero no podía negar que me estaba volviendo loco. Que me ponía mucho. Las embestidas se hicieron más insistentes, su pene entró y salió de mi cavidad con desesperación. Sentí que me acercaba a ese momento en el cuál no sabía que me esperaba, sólo que lo anhelaba de nuevo.
-¿Le gusta?- preguntó. Lamió mis pezones con verdadero deseo-. Dímelo.
-Oh, sí. Sí… me gusta…- desesperado, me arqueé contra él y envolví mis piernas en torno a su cuerpo. Todo se magnificó con ese movimiento. ¿Qué me está pasando?
-Joder. ¡No haga eso!- Me hizo sentir inseguro por un momento. ¿Por qué protestaba?
-¿T-te gusta?- pregunté. Apenas podía hablar. Me estaba consumiendo en manos de ese hombre, un hombre desconocido para mí. Sus manos comenzaron a estar por todas partes. Me tocaba con rudeza, pasión, desesperación. Su lengua quemaba cada parte donde lamía, donde mordía.
-Nunca he tomado a un virgen. En si a un hombre. No sabía que se sentía… es demasiado.
-Oh.- Sus palabras por algún extraño motivo, me complacieron-. Hyun… Se tensó-
-Señor Kim para usted- señor, señor, señor… Qué locura, ya eso no importaba. ¡Estábamos en la cama!-:Dime, y por favor… no me tutee más.
La punta de su lengua giró en torno a mi pezón. ¡Ah, qué bien se siente! Ya ni siquiera recordaba qué le iba a decir.
Su lengua, sus manos, su miembro, todo era insoportable. ¿Qué ocurre? Sentí que mi cuerpo convulsionaba, explorando sensaciones nuevas. ¿Qué es? Entre gemidos, me agarré a sus hombros con fuerza. Sentí que me tensaba, sentía que ya no soportaría demasiado, ¿Qué vendrá después? ¡Ah! Los instintos más salvajes de Hyun me consumían. Con posesión, se arrastró de nuevo por mi cuerpo y lo tuve de frente. Se expresión era terroríficamente sensual, sus facciones estaban completamente tensas. Se contenía, podía sentirlo, ¿Por qué lo hace?
-Más, más… más- supliqué entre gemidos acariciando sus hombros tan musculosos. Entonces recordé que aún no lo había visto desnudo. Hyun y sus prisas no me daban tregua alguna, y yo necesitaba tocar y acariciar cada centímetro de ese cuerpo. Necesitaba hacerle saber que yo también podía complacerlo, que yo podía ser ese hombre fogoso que él esperaba.
-No grite- ordenó embistiéndome suave y luego duro. Oh, ¿Qué me hace?-.No quiero que nadie sepa que he estado aquí.
-Yo tampoco- susurré con apenas un hilo de voz.
Sentí como su pene vibraba dentro de mí. Suave, duro, suave, duro. Apenas podía soportarlo, era demasiado extraño lo que producía en mí.
La expresión tan salvaje de su rostro, se suavizo por un momento. Lo miré a los ojos, instintivamente mis manos fueron hacia su cara, acunándola entre ellas, y no pude evitar acariciarlo.
Hyun cerró los ojos un segundo ante ese contacto y sentí verdadero placer en ese gesto. Luego, al abrirlos, su expresión volvió a ser terrorífica. Sus manos volvieron a aferrarse a las mías por encima de mi cabeza y quedé desconcertado por un segundo, sólo por un segundo.
Queriendo tomar la iniciativa y demostrarle que yo era tan salvaje como él. Me solté de sus manos y con un movimiento tan rápido que él no esperaba, lo tumbé de espaldas y quedé a horcajadas sobre sus caderas. Bajé la mirada hacia su virilidad y vi su miembro… Abrí muchos los ojos con más temblores aún. No podía creerlo, era demasiado grande… gruesa… impactante.
-Hmm… ¿Qué hace?- Sonreí perverso, tratando de disimular mi sorpresa.
-Quiero demostrarte que estoy a la altura.- ¿Lo vería sonreír con ganas en algún momento?-. Ahora voy a mandar yo.
Por un momento me pareció verlo sorprendido, pero reaccionó enseguida.
-Adelante, me muero por verlo cabalgar sobre mí- su respuesta me desconcertó. Esperaba su protesta, su desacuerdo, pero no fue así. Sus manos se volvieron juguetonas y una nueva línea de fuego quemó mis muslos, mis nalgas, haciendo que volviese a olvidarme de todo-. Tiene un buen culo. Demasiado tentador. (O sí… *-*)
Oh, ¿un piropo?
-Todo- susurré coqueto, inclinándome hacia adelante. Provocándolo. Rozando mi nariz con la suya-. Es tuyo.
¿Ese soy yo? ¿Qué me está pasando?
-¿Por qué desea complacerme?- preguntó fríamente y al instante adivinó mi objetivo-. No me bese. Lo haría.
-No deseo complacerte- descubrí en ese instante que me encantaba provocarlo y retarlo. Me gustaba ese juego, yo no servía para ser un sumiso en la cama. Eso también acababa de descubrirlo-. Lo hago por mi propio placer, y aún no estoy cabalgando aunque estés dentro de mí. Eso no es sexo. Quiero besarte.
Sus ojos marrones me traspasaron, y entonces velozmente sus manos se aferraron a mi nuca haciéndome pegar mis labios en los suyos. Su boca no tuvo compasión de la mía. Con rudeza me mordió, chupó y besó los labios. Su intensidad me abrumaba, ¿Qué pasa con ese hombre? Nuestras lenguas se buscaron con pasión, deseo y sobre todo lujuria. No pude evitar moverme encima de él al explorar esas nuevas sensaciones que su lengua provocaba en mí.
Nuestros gemidos al sentir de nuevo el contacto con nuestros sexos fueron ahogados en la boca del otro, por un solo momento… Hyun se apartó rápidamente.
-Le he dicho que mientras tengo sexo, no- sentenció una vez más-. Continúe, necesito más.
Se agarró a mi trasero, y empezó a marcar el ritmo.
-Hmm…- gemí. Me llenaba, me llenaba… No podía ocultarlo.
-No pare… Lo quiero rápido y fuerte- desesperado por hacer explotar esas sensaciones que quemaba cada centímetro de mí, me arqueé apoyando las manos sobre sus muslos.
Dejando caer un poco la cabeza hacia atrás, con todo el cabello alborotado sobre sus piernas-. Joder… Le gusta provocarme- jadeó observando la unión de su sexo con mi ano. Sin más, supe qué hacer. Subí y luego volví a deslizarme suavemente hacia abajo, con movimientos sensuales a la vez que descarados, como sabía que él quería.
Su miembro me llenó por completo, era grande, duro… Ése hombre era jodidamente perfecto y me estaba volviendo completamente loco.
Clavó sus manos en mis muslos con posesión, tanto que incluso me daño. Podía sentir su desesperación y agonía por llegar al orgasmo, y yo tontamente me moría de ganas por ser yo quien lo hiciese llegar.
-Joder. Joder. Sabe moverse- sus palabras me complacieron gratamente. Me aliviaban, me hacían sentir poderoso. De forma seductora, volví a inclinarme hacia él dejando un reguero de besos o más bien chupones desde el lóbulo de su oreja, hasta la base de su garganta.
-Señor Kim…- Hyun, al oírme, gruño. Empecé a acariciar su pecho, mis labios no podían dejar de besar su piel y mis caderas eran incapaces de dejar de moverse… Una locura, era una locura-. Esta usted muy bien… formado.
Gruño más salvaje…
-Y a usted le encanta torturarme- su desesperación fue aumentando. Me lo demostró cuando sus manos se aferraron a mi cadera y me movió a su antojo. Sin control, con una posesión brutal y sobre todo derrochando sensualidad. Me sentía enloquecido, salvaje y descontrolado. Nunca me comporté así, nunca antes había conocido a alguien como él, y ahora empezaba a preguntarme si eso era bueno. Era mejor que bailar.
Sin permitirme tregua, continúe con los movimientos. Esta vez hacia delante y luego hacia detrás, nuevamente en círculos. Me sentía a punto de explotar y seguía sintiendo como él se contenía con esa mandíbula suya tan apretada de nuevo. Con desesperación, apoyé las manos sobre su vientre tan plano como una tabla y me moví al compás de las sensaciones que sentía: locura, placer y sobre todo desesperación de llegar a ese “algo” que me consumía. Era la mejor danza que había bailado antes.
-Mierda- gemí al notar cómo mis paredes anales se contraían en torno a su pene y un segundo después sentí cómo todo mi cuerpo se tensó. Estaba a punto de explotar, una sensación totalmente desconocida se apoderó de todo mí ser. Contuve un gemido tras otro al sentir cómo me rompía en mil pedazos, sintiendo cómo el pene de Hyun vibraba en mi interior. Y entonces llegó el impactante orgasmo.
-Oh. Oh… hm.- ¿Qué es todo eso? Una gran ola de placer se apoderó de mí. Algo que me hizo temblar, sollozar y estremecerme. Sentí cosquillas, algo que subía y bajaba. Algo intenso, demasiado bueno… Tan bueno que quise arañarlo, arañarme desesperado-. Por favor, por favor…
No supe por qué supliqué, pero lo hice. Grité su nombre hasta que ya no pude más.
-No pare- ordenó Hyun con gruñidos contenidos. Entonces vi cómo su cuerpo convulsionaba. No pude dejar de observarlo ni un solo segundo, no cuando veía cómo ése hombre gritaba a causa del placer que yo le estaba dando.
Con la mirada puesta en Hyun, sentí cómo terminaba las sacudidas de placer. Mi cuerpo aún temblaba. Jamás había sentido algo así, nada parecido.
Era algo tan grande y poderoso qué no sabría describir. Una experiencia que sin duda quería volver a repetir. Volví a temblar al recordar esa sensación.
¡Dios! Me quedé sentado sobre él sin saber qué hacer. No era prudente abrazarlo, sim embargo quería hacerlo.
-Tenga cuidado, voy a levantarme- dijo con frialdad. Aún su respiración estaba agitada-. Quiero que sepa algo: me he vaciado dentro de usted porque he visto en su hombro el parche anticonceptivo. De otro modo no lo hubiese hecho. No quiero hijos, menos bastardos.
Me decepcionó una vez más. Pero no mostré tal decepción ante él.
-Lo uso para regular el control de hormonas, y gracias por el cumplido- respondí aún aturdido por todo lo ocurrido.
Con cuidado me aparté y caí de bruces en la cama, agotado. Lo vi levantarse… Suspiré conmovido.
Desnudo era aún más espectacular… No podía creerlo. ¿Qué acababa de pasar? No lo sabía. Pero sí tenía la certeza que ya no sería tan cauto.
Quería disfrutar de ese nuevo placer cada día. No me controlaría… Gracias a Hyun un nuevo mundo se abría ante mí, y yo no lo cerraría.
Cuando estaba casi dormido sentí que Hyun salía del baño. Estaba vestido y totalmente aseado… La verdad, me impresionaba ver que ese hombre tan espectacular hubiese sido mío por un breve tiempo.
-Buenas noches, joven Heo- su rostro impasible se clavó en í-. ¿Ha sido lo que esperaba?
Su pregunta me dejó bloqueado. ¿Ese hombre tiene inseguridades? Sonreí coqueto. De nuevo jugaría.
-La verdad no, señor Kim- con la decepción marcada en el rostro se volvió hacia la puerta-. Ha sido mucho más que eso. Me ha vuelto loco de placer, y todo gracias a usted.
Yo sabía que lo estaba provocando y eso me divertía. Por alguna razón me agradaba ese juego y aunque no lo conocía aún, deseaba hacerlo.
La mirada de Hyun volvió de nuevo hacia mí. ¿Había vislumbrado un amago de sonrisa en sus labios? Nunca lo sabría, porque unos segundos más tarde su figura tan fría y dañina como el hielo se apoderó nuevamente de sus perfectas facciones.
-Lo mismo le digo- sin más palabras, se marchó.
¿Cómo voy a poder dormir esta noche? Por dios, me había entregado a un hombre que no conocía. Un prepotente sin escrúpulos, guapísimo y caliente.
No podía quejarme… los cambios eran mejores.
Me acurruqué dentro de la cama y sonreí. Estaba completamente loco, y también más que satisfecho que nunca.
HYUN
Los rayos de la luz entraban por mi ventana dando la bienvenida a un nuevo día. Un día más. ¿Qué es mi maldita vida? Un infierno sin final. Cada día la misma pregunta: ¿Por qué? Un día más sin respuesta alguna.
A los doce años mi madre biológica me abandonó por ser un bastardo, simplemente por no poder soportar las acusaciones de los demás.
Me abandonó un día sin decir nada.
Desde aquel día mi vida jamás volvió a ser la misma. Meses después sentí que tal vez todo podría cambiar cuando KangIn y Leeteuk me adoptaron, pero no fue así. Fui recibido como uno más de la familia, tanto por ellos como por mis hermanos Jung Min y Hong Ki, pero nada disminuyó el dolor de todo lo ocurrido tantos años atrás. Luego estaba esa otra… Ese suceso, el cual no quería ni recordar. Después del abandono de mi madre, eso otro volvió a destrozarme. Era mejor no recordarlo, dolía hacerlo.
Al conocer a Nicole creí que mi vida se iluminó, pero ella día a día fue apagando esa esperanza. Con el tiempo entendí que lo único que quería de mí era mi dinero, como la mayoría de las personas que rondaban a mí alrededor.
A pesar de que KangIn y Leeteuk me dieron todo en la vida en cuanto a situación económica, eso no me hacía feliz. Nadie excepto mi familia me quería por mi forma de ser, todo giraba en torno al dinero. Algo que me asqueaba. Sabía que yo era difícil, que era difícil soportarme cuando me descontrolaba… No quería hacerlo, pero lo hacía.
Continúe mi relación con Nicole por el hecho de no estar solo. Su presencia a veces me reconfortaba, en presencia de público mostraba mi cariño por ella, pero no había nada más allá después de eso. Ahora, Nicole me había engañado con mi mejor amigo, JongHoon… ¿Qué voy a hacer con Nicole? No deseaba la soledad, y sin ella me quedaría solo nuevamente. ¿Quiero eso? Aun así podía culparla del todo.
Aunque traté de ser generoso con ella, no la amaba. De hecho, nunca llegué a hacerlo, pero necesitaba de ese cariño que Nicole me demostraba. Me miré el puño, aún me dolía por mi último arrebato… Por mi último ataque.
Ahora llegaba esa criatura tan desafiante a mi vida, Heo Young Saeng. ¿Qué hice con él? La verdad no lo sabía y ya no importaba sería mío por un corto plazo. Sin saber por qué, eso me animaba a un nuevo día.
Hacerlo mío fue lo más placentero que sentí en demasiado tiempo. Esa criatura tan desafiante, me sorprendió como no lo lograba nadie en mucho tiempo. Era virgen… aunque nadie lo hubiese dicho, con ese cuerpo infernal no lo había imaginado. Me complació como si fuese un experto, e incluso quedé con ganas de más.
-Hyun, cielo, ¿estás despierto?- Era Leeteuk, siempre con cariño y lealtad hacia mí.
¿Qué tenía después de la maravillosa familia que me rodeaba ahora? Nada.
-Pasa, Leeteuk- respondí incorporándome en la cama.
-Hola, mi vida- sonrió al verme y besó mi mejilla con ternura-. Veras, vengo a decirte que deseo hacerte una fiesta de cumpleaños mañana sábado. ¿Te parece bien? Será un buen motivo para distraerte un poco, quiero que en tus veintitrés años tengas una fiesta como mereces, ¿puedo?
¿Cómo negarle algo cuando lo pedía tan ilusionado?
-Adelante- sonreí sin ganas-. Lo dejo en tus manos y por favor, no llames a Nicole. Aún no sé si voy a invitarla.
¿Qué pasa de nuevo, cariño? Mi familia adoraba a Nicole porque no la conocían realmente. ¿Iba yo a desilusionarlos contándoles lo ocurrido? No podía hacerlo.- No es nada, Leeteuk. Problemas está vez no sé qué ocurrirá.
Leeteuk, entendiendo mis palabras y como siempre respetando mi soledad, me dio un abrazo y se marchó regalándome el espacio que necesitaba.
Y volví a pensar en Nicole… La verdad no sentía celos por el hecho de saber que se revolcó con mi mejor amigo, pero me molestaba que lo hiciese abiertamente, sin pensar en mí. Jae Jin y yo éramos amigos desde que nos conocimos a mis veinte años, varias veces me advirtió de lo zorra que era Nicole y yo no quise verlo. Entonces hicimos una apuesta, y ahora estaba claro quién es el vencedor.
SAENG
La mañana empezó como siempre.
Berrinches de la diva Min. Preparar un poco la casa. Servir el desayuno a casi toda la familia menos al señor Hyun… que aún dormía. Pero con una novedad, mañana abría fiesta de ricos, repugnante.
-¡Saeng!- El grito de Kyu me sobresaltó.
¡Kyu! Joder, siempre estás gritando- dije enfadado cerrando la lavadora en un pequeño cuarto de la tercera planta-. Casi me caigo adentro del susto, ¿Qué quieres ahora?
-¿Ya te ha dicho el señor Leeteuk lo de la fiesta?- Cogí la ropa con desgana y comencé a doblarla con la ayuda de Kyu.
-Sí, ya me ha dicho.
-¿Y esa cara a qué viene? – preguntó Kyu confundido-. Mañana la casa estará llena de gente. ¡Me encantan las fiestas!
-A mí también, pero me temo que no son como las de ellos. Además, no te hagas el tonto, tú y yo tenemos una conversación pendiente.
Kyu río con picardía y sin poder contenerme, reí con él.
-Estás loco- aún esa imagen me perturbaba-. Podían haberlo pillado cualquier otra persona. Cuéntame, ¿Qué paso?
-La verdad, no sé, Saeng… Vino a la cocina a pedir un poco de café, nos miramos y ¡buf! ¡Fue como un flechazo! Simplemente nos dejamos llevar, y ¡pasó!
-Kyu, no quiero que sufras. Él es un hombre de dinero, tú un simple empleado, no quiero que te enamores. Disfruta del momento, del sexo, ¡de todo!, pero ya…
-Saeng…- suspiramos a la vez. Lo leí en su mirada-. Creo que me he enamorado, fue un flechazo. Ya te lo he dicho, y creo que a él también le llegó la flecha. Ojala fuese cierto.
-Ay, Kyu, ¿Qué tiene esta casa?- pregunté angustiado-. Creo que es nuestra perdición.
-¿Por qué lo dices? Te ves diferente te hoy.
Enseguida me ruboricé. ¿De verdad se notaba que había tenido sexo duro y que ya no era virgen? ¡Ah, dios! Ése hombre ocupó cada minuto de mis sueños húmedos.
-Que tonto eres, Kyu. Es sólo que parece que esta familia está muy loca, y nos van a llevar a la locura con ellos. Ya verás.
“¡Joven Heo!”, me reclamaban… Oh, y era Kim Hyun Joong.
-Kyu, tengo trabajo- ya me sentía nervioso-. Te veo luego, y cuidado por ahí.
¡Pude oír esa risa que sólo se le oía cuando estaba nervioso, o enamorado…
De camino al despacho pensé demasiado en él. ¿Cómo sería nuestro encuentro después de la noche anterior? La verdad es que apenas dormí pensando en él, reviviendo cada segundo una y otra vez. ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Tenía una vida tranquila y sin sobresaltos, con un único interés la danza, bailar lo era todo en mi vida, al llegar aquí todo mi mundo estaba del revés. ¡Me revolqué con un hombre sin conocerlo! ¡Mi jefe! ¡Un engreído, bruto y egoísta! Y ahora. ¿Era su puto? Sonreí divertido, ahora la vida era más emocionante.
Al llamar a la puerta, vi que estaba entreabierta. Entré y lo primero que me encontré fue con una mirada de ojos marrones, su mirada. Oh, Dios, Dios. Hyun estaba tras su escritorio con su semblante tan frío como ayer, y me observa ¿enfadado? Bufé, de nuevo una batalla.
-¿Qué desea, señor Kim?
-Cierra y ven aquí.
-¿Puedo saber para qué?
Hoy estaba aún más hermoso que ayer. Esa camisa blanca de botones le quedaba realmente bien. Tan ceñida, tan musculoso… El calor volvió a invadirme.
-Creo que ya lo sabe, no me haga esperar- sin pensarlo demasiado, cerré la puerta con pestillo. Con movimiento descarado y atrevido, me volví y dirigí hacia él. Y de nuevo al verlo no pude evitar recordar la noche anterior. Eso volvió a encenderme de nuevo, tenía ganas de él.
Sin pedir permiso o hacer pregunta alguna. Llegué a su lado. Moví un poco su silla hacia atrás y me senté encima del escritorio, abriendo las piernas para su vista.
-Es un descarado- le saqué la lengua apoyando las manos hacia atrás. Dándole acceso a que hiciese lo que le diese la gana.
Me observó con las facciones de nuevo tensadas, una de sus manos subió por mi muslo, camino hacia mi sexo.
¡Ah! Aún no me tocaba y ya estaba húmedo.
-Sinvergüenza- dije coqueto.
-No me insulte. Quiero que me respete. Ahora yo soy su Amo- replicó con voz seca, deteniéndose a unos pasos de tocar mi sexo.
Oh no, quería que me tocase.
-Tú no eres mi Amo- volví a provocarlo posando el pie derecho en su miembro-. Tú eres mi chulo, que es muy diferente.
Los ojos se le cerraron al sentir cómo mi pie hacía círculos eróticos sobre su miembro, demasiado excitado ya. Cogí su mano sin vergüenza alguna, y la metí dentro de mi pantalón y de mi bóxer… ¿Tiene el puño lleno de heridas?
-Ya está mojado para mí- no pude evitar retorcerme ante esa cálida caricia sobre mi intimidad. Su mano era tan grande como todo él-. Esa pierna me está matando.- y su mano fue directamente a mis nalgas y bajo por medio de ellas a mi ano que se estaba muriendo por volver a sentirlo.
-¡Au! Jadeé al sentir cómo si dedo ingresaba en mi interior-. Hmm, qué salvaje… me gusta.
Me dejé llevar de nuevo por esos temblores tan intensos que Hyun causaba en mí, y me tumbé lentamente hacia atrás con el pie aún en su miembro.
Provocándolo, excitándolo… Pero todo cambió en un segundo cuando unos golpes en la puerta hicieron que ese momento se congelase, como la misma mirada de Hyun.
-Hyun, soy yo Nicole. Abre, sé que estás ahí- mi libido se evaporó tan rápido como llegó.




CAPITULO 4: EL DINERO 
SAENG 
La inquietud se apodera de mí. Si esa mujer nos descubre, pondrá el grito en el cielo, todos se enterarán de lo que sucede con Hyun, y yo tendré que dejar inmensamente humillado mi puesto de trabajo.
Además, mis hermanos se verán implicados.
¿Qué voy a hacer?
Miro a Hyun en medio del silencio ensordecedor. Se lo ve relajado pese a la situación tan comprometida, aunque con la mandíbula tensa, como es habitual en él.
Su mano ya no me toca, mis pies ya no lo rozan.
—¿Qué vas a hacer? — pregunto, cerrando las piernas—. ¿C-Cómo me vas a sacar de aquí?
Cuando me acerco para volver a hacerle la pregunta, él se humedece los labios y suelta: —No me tutee.
—Hyun, ¡abre! —grita la zorra tras la puerta, impaciente.
Mi rostro está a escasos centímetros del de Hyun y entonces, de forma impetuosa, él me coge y estampa sus labios en los míos, haciéndome perder la noción de lo que pasa. Su lengua se introduce en la profundidad de mi boca con urgencia, como si nada estuviese ocurriendo. ¿Qué sucede?
¿Lo excita tener a su exnovia en la puerta, gritando?
—Para, para.
Pero no lo hace... Me devora los labios impaciente, sin control, besos húmedos y calientes. Me enloquece sentirlo tan anhelante y entregado. Tan loco que me abruma, incitándome a perderme... Casi lo hago cuando tira de mí para sentarme sobre él a horcajadas. Yo me niego, apartándolo de un empujón.
—No —digo, cerrando las piernas, pero hace caso omiso a mi negativa—.
¡No!
—No levante la voz —me regaña con actitud controlada—. Tengo que tomarlo, no puedo quedarme así, no con esa perra ahí fuera. No me importa si ella grita o tiene un berrinche, yo debo hacerlo mío ahora. No quiero un solo grito, aunque el despacho sea insonoro, ¿de acuerdo?
—No.
—No, ¿qué? —pregunta molesto—. No se atreva a desafiarme de nuevo.—No quiero callarme. Y no permitiré que me utilice con ella en la puerta —contesto, poniéndome bien la ropa, sentado al borde del escritorio—. Si le gusta, bien, y si no... también.
Me mira furioso. La zorra vuelve a llamar. ¡Qué pesada!
—¿Por qué me desafía continuamente? —Su tono es severo y, con gesto prepotente, me coge de la cintura y me acerca a él. Su duro pecho choca contra mi pecho, alterándome la respiración—. ¿Por qué lo hace, Saeng?
«Ay...»
—Porque me gusta jugar con usted, llevarle la contraria — susurro coqueto
—. Me encanta retarlo a cada segundo. Disfruto cuando cree que tiene el poder y se da cuenta de que conmigo no es así.
Me escruta fijamente. Por un momento me parece ver un brillo de diversión en sus ojos, pero enseguida se pone la coraza, ocultándolo.
—No tengo tiempo ni ganas de discutir. Luego ajustaremos cuentas. Ahora, por su bien, cállese.
—Dígame entonces cómo salgo de aquí.
Me pasa un dedo por el pecho y me acaricia el pezón. Me rozo contra él como un gato; me deja sin voluntad con un simple toque.
—No quiero que se vaya sin antes terminar lo que hemos empezado. Abra las piernas.
—¿Cada día me va a ordenar que me desnude, me abra de piernas y me someta a usted? —pregunto mirando el cuello de su camisa, disimulando el azoramiento que me producen sus intentos de manipulación —. No voy a terminar nada, su exnovia está en la puerta, gritando, ¿o es todavía su novia y me ha mentido?
He dado en el centro de la diana.
—No tengo por qué responder a ninguna pregunta, pero permítame decirle que no soy un hombre que suela mentir, ¿entendido?
—Por supuesto.
Complacido y convencido de mi sumisión, decide volver a tumbarme sobre el escritorio, a lo que yo me niego riendo. Entonces, al forcejear, ambos caemos encima de la mesa, con él sobre mí. Su mirada está fija en mis labios, tiene los puños apretados y el ambiente es tórrido.
—Ejem... Quería decir que acepto sus palabras, pero permítame que no me las crea, ¿me entiende?
—Ya basta de juegos. Súbase el uniforme de una vez.
Mi curiosidad se despierta al volver a verle la mano herida.—¿Qué se ha hecho ahí? —Se mira los nudillos, negando con la cabeza con una mirada tan perdida que no sé controlar mis impulsos y hundo los dedos en su cabello oscuro. Es tan agradable sentirlo relajado y tranquilo... Es la primera vez que Hyun parece receptivo. ¿Un puñetazo?
No dice nada, continúa muy quieto y yo no puedo dejar de acariciarlo.
Parece sentirse tan solo, guardar tanto en su interior y estar tan frustrado con el mundo... ¿Es así? ¿Cómo es este hombre que se ha cruzado precipitadamente en mi vida?
—Pare —ordena, incorporándose sobresaltado al darse cuenta de nuestra cercanía—. No quiero gestos de ternura, ¿entiende? Sólo quiero sentirlo entregado en el sexo, ¡¿está claro?!
—¡Yo tampoco quiero nada! ¿Cómo podría nadie querer tener algo que ver con usted? —Veo cómo su rostro se endurece rápidamente y vuelve a ser la máscara de hielo. ¡Mierda!—. Será mejor que le abra a su novia... Y, dígame, ¿cómo se supone que voy a salir de aquí con ella ahí fuera?
—Súbase el uniforme .
—¿Otra vez? ¡Que no me subo nada!
—Hicimos un maldito trato — prosigue, haciéndome gestos de que me acerque, a lo cual yo me niego, bajando del escritorio—. ¿Por qué no?
¿Acaso se ha desahogado en otro lado? ¡Dígame!
—Madre mía, ¿me va a dejar marchar? Y no me mire así, no me he desahogado en ninguna parte. ¡Pero no quiero tirármelo con esa loca en la puerta! ¿Lo entiende?
—Nadie puede tocarlo. —A medida que habla, su rostro va enrojeciendo—.
No mientras esté conmigo. No me gusta compartir lo que me pertenece.
—Como por ejemplo a su novia —se me escapa al oír a ésta gritar al otro lado de la puerta—. Quiero salir de aquí.
Ahora me contempla con aspecto amenazador. Parece dudar, debatirse.
—Le voy a decir algo que nadie sabe y no piense que es ningún privilegio, pero no tengo otro modo de sacarlo de aquí. Es un absoluto secreto —me advierte—. Detrás de esa estantería con libros hay un pasadizo secreto que lo llevará directamente a mi habitación, saldrá por otra estantería que hay allí. Jamás se lo cuente a nadie o créame que lo pagará muy caro.
Le sonrío burlón. ¿Qué mierda se ha creído este hombre?
¿Pasadizo secreto? Sin duda es la persona más extraña que he conocido en toda mi vida... aunque, aun así, me gusta su misterio.
—Como mande, señor Kim —digo, haciéndole una reverencia—. Ah, mire, le voy a dar algo para que haga callar a su chucho ladrador. —Me quito el bóxer y lo dejo sobre su escritorio—. Dígale que es un recuerdo del que ha estado gozando con su novio. Que tenga un buen día, señor Kim
—¿Cómo puede ser tan desvergonzado? —pregunta, sujetándome por elbrazo y suspirando alterado.
—¿Cómo se puede ser tan pervertido? —lo desafío, rozando mi nariz con la suya y lamiendo su boca.
Gruñe y me muerde los labios, asaltándome de nuevo y empotrándome contra la pared. Y aunque mi cuerpo me grita «¡Continúa!», mi cabeza me hace esquivarlo, dejándolo desconcertado.
—¿Puedo marcharme ya?
Puedo ver claramente que me suelta sin ganas de hacerlo. Me señala la salida secreta, dándome un último y ardiente beso en los labios y mirándome mientras me marcho, casi tambaleándome.
Mi vena masoca y curiosa hace que me quede quieto tras la pared, sin cerrar del todo la puerta camuflada, escuchando.
—¿Por qué me haces esto? — oigo que dice una voz femenina—. Llevo más de veinte minutos fuera.
—¿Qué haces aquí?
—No me hables así, amor, por favor. Yo no quería, Hyun. Yunho me sedujo, me envolvió... Está loco por mí y yo no sé qué me pasó.
—¿Cómo has podido engañarme con mi mejor amigo? Esto no voy a perdonártelo. Sabes que odio la traición y la vuestra ha sido doble. ¡Y todo a mis espaldas, cuando yo confiaba en ti!
Me estremece el dolor que desprende su voz. ¿Tanto le ha dolido?
—Hyun, no tienes a nadie. Yo soy la única que te entiende, que comprende tus cambios de humor... tus salidas de tono y tus trastornos. Mira tu puño...
Sólo te quedo yo y sólo yo, ¿es que no lo ves?
—Nicole...
—Hyun, estás solo, ¿recuerdas?
Quiero volver al despacho y gritarle que esa mujer lo manipula, lo hace con palabras que tienen algún significado para él. El tono de Nicole es persuasivo, lleno de paciencia. ¿Hyun lo está pensando? ¿Por qué este silencio? ¿Qué le sucede?
—Lo sé, maldita sea, lo sé... Vivo en unas difíciles condiciones, Nicole, unas muy duras. Es un castigo que yo no tendría que sufrir, porque nunca he roto la promesa que te hice, ¡jamás te he engañado, nunca te he sido infiel! —grita él, implacable—. Tendrás que esforzarte mucho para que pueda volver a confiar en ti. Y, la verdad, no creo que pueda hacerlo. Ha sido un golpe muy duro.
—Haré lo que quieras y lo sabes. Mañana es tu cumpleaños. Pídemelo, como siempre. Pídemelo.
¿Pedirle, cumpleaños? ¿Qué sucede entre ellos? Maldita sea, soy consciente de lo íntimo que es este momento y de que yo me estoy colando en su privacidad. Es algo que no concibo que pudieran hacer conmigo, por lo que, con la cabeza baja, continúo mi camino, con la incertidumbre de no saber qué le propondrá.
Se me encoge el corazón. Ha estado bien mientras ha durado, porque, a juzgar por lo poco que he oído, aquí termina todo entre nosotros.
Atravesar el pasadizo es una tortura, está muy oscuro y se me antoja eterno. Una vez fuera, por fin respiro aire puro, fresco. Pero me asaltan preguntas y más preguntas. ¿Qué habrá pasado? ¿Se reconciliarán?
Gimo de impotencia. ¿Por qué pienso en ellos? Por mí, Hyun puede hacer lo que le dé la gana. No toleraré que se revuelque conmigo después de hacerlo con ella. No, yo no quiero ser plato de segunda mesa de nadie. No puedo soportarlo, deseo a ese salvaje sólo para mí. ¡Qué tonto!
Inquieto, paseo por la casa, que está desierta, y opto por acercarme a la cocina para despejarme. Al entrar, me sorprende oír un gemido... Kyu está llorando en brazos de Joon.
—¿Qué ha pasado? — pregunto, corriendo hacia ellos.
Al verme, Kyu se lanza a mis brazos, llorando desconsoladamente.
—El amor, Saeng —dice Joon pacientemente-. Kyu se acaba de enterar que el chico del que esta enamorado, esta prometido desde hace una semana. No me mires así, hermano. Yo no sé quién es el tipo, de lo contrario ya estaría en el hospital después de haber probado mi puño.
¡Oh, pobre Kyu!—Me paso mañana. Voy a recoger al joven Min.
Cuando se va, me siento junto a Kyu, que me mira lloroso y triste.
—¡Ki está prometido!
Menudo cerdo! —¿Cómo te has enterado? — pregunto, secándole las lágrimas. Me duele enormemente verlo así.
—Iba hacia la sala para hablar con el señor Leeteuk y lo he oído decírselo —responde, hipando desconsolado—. Le ha contado a su madre que se ha enamorado y que hace una semana se han comprometido. Se llama Jong Hoon. ¡Saeng, él no me dijo nada de eso!
—Oh, Kyu, no sabes cuánto lo siento —digo, abrazándome a él—. El amor es muy malo, te dije que no te enamorases.
—Saeng, eso no se decide, simplemente sucede.
Yo no lo creía así. Si el amor no se buscaba, no surgía. Kyu era demasiado romántico.
—Venga, déjame cuidarte.
Ya entrada la tarde, termino con todo lo relacionado con la casa. Tras muchos mimos, dejo a Kyu más tranquilo en la cocina, aunque con el corazón roto en mil pedazos. El mío, en vilo ante la petición del señor Leeteuk de verme a solas.
—Dígame, señor.
—Saeng, como sabe, mañana vamos a dar una fiesta en casa, pero no una fiesta cualquiera. Es con motivo del veintinueve cumpleaños de mi hijo Hyun. —Trago saliva. Su edad me confirma que algo le pasa. Por su carácter y su madurez, Hyun parece mayor de los años que tiene —. Mañana quiero que ayude a su hermano Kyu en la cocina, colaborando para que todo esté perfecto.
»También quería decirle que he contratado a un nuevo empleado para que lo ayude a usted con la casa. Creo que es demasiado trabajo para una sola persona. El chico se llama ChangMin y desde mañana mismo se ocupará de las tareas domésticas. Usted saldrá a hacer las compras y seguirá encargándose de Min por las mañanas, así como de servirnos a todos, como de costumbre. Ah, y también de la colada, usted lo hace muy bien y no queremos problemas con el chico nuevo.
»Yo le dejaré una lista diariamente, con dinero para el taxi de ida y vuelta.
Irá a El Corte Inglés, que no está muy lejos de aquí. Aproximadamente a unos diez o quince minutos en coche. Debo considerarme con suerte y estar agradecido de al menos tener trabajo, pero no es así. Un chico nuevo... ¿Servirá a Hyun como yo? ¡Ah! De nuevo pensando en él. ¿A mí qué me importa?
—Su turno empezará a las ocho, como de costumbre, para servir el desayuno. — Leeteuk me sonríe con amabilidad. Es un hombre muy dulce y empiezo a apreciarlo—. Pero terminará una vez haya servido la cena.
ChangMin se encargará de recoger después. ¿Le parecen bien los cambios?
—Como usted mande, señor.
—Una cosa más... —añade, algo incómodo—. Mi hijo Hyun es muy delicado y me gustaría que se encargara usted personalmente de su habitación. Él lo ha pedido así. Es muy raro que Hyun confíe en otra persona para tocar sus cosas, así que quiero complacerlo. ¿De acuerdo?
¡Vaya, esto sí que es una sorpresa! Es decir, ChangMin no lo servirá en ningún aspecto... Colada, atender a la Diva, comprar y servir las comidas. ¡Genial! Y complacer a Hyun...
—Claro, señor —respondo emocionado. Ahora el trabajo será más ameno.
—Por favor, ahora vaya a atender a mi hijo Min. Esta noche salimos todos a cenar fuera para celebrar el compromiso de mi hijo Hong Ki , y necesitará su ayuda. — Asiento con una sonrisa forzada al oír el nombre de ese cretino.
Me fui de vuelta hacia la habitación. Y cuando llegue, me quede sorprendido. Min lloraba, ¿no tenía traje nuevo?
Me miro y sentí que iba a descargar su ira de nuevo contra mí.
-¿Por qué me interrumpes? ¡Estoy harto de los Heo!
¿Qué? Yo sí estaba harto de él. ¿A qué viene eso?
-¡No me mires con esa cara de imbécil! Tú vienes e irrumpes mi intimidad. Tu hermano Kyu se ha olvidado de hacerme mi plato favorito. Oh, y ese hermano tuyo ¡ Hyung Joon se a atrevido a decirme que soy un niño malcriado! ¿Qué les pasa a todos?
Lo de Kyu podía entenderlo, no tenía un buen día. Pero, ¿Joon está loco?
-Joven, yo he venido porque su padre me lo ha pedido. En cuanto a mi hermano Kyu, le pido que lo disculpe en su nombre, hoy ha sido un día duro para él… E, Joon la verdad no entiendo que le ha pasado.
-¿Qué le ha pasado? ¡Es un grosero!- gritó y empezó a dar vueltas por la habitación, enloquecido-. Me ha gritado fuerte, con desprecio. Creo que me odia.
-Le suplico que no le diga nada a sus padres, yo hablare con él- lo mataría-. Joon necesita el empleo, no entiendo que le ha ocurrido.
-¿Cómo cree?- suspiró encarándose a mí-. Claro que no les diré a mis papás. ¡Tu hermanito lo va a pagar muy caro! Esto es un asunto entre él y yo. Ahora ayúdame a vestirme, ¡vamos!
¡Al fin tranquilidad! La familia se ha ido a cenar y la casa se halla complemente silenciosa y en calma. Joon no estaba, puesto que iba de chofer de la familia y Kyu estará cenando en su cuarto, como de costumbre. Lo mejor será que vaya a verlo.
—Hola, ¿puedo pasar? — pregunto, asomando la cabeza por la puerta.
Kyu tiene el plato de comida intacto, los ojos hinchados y la cara enrojecida de tanto llorar. Eso era muy raro, de verdad era muy grave, él jamás dejaba la comida entera, y más si se trataba de algo que contenían sus amados tacos, pensaba que ese tipo de tacos era el amor de su vida, ahora veo que Ki se ha clavado en su corazón.
—Claro, bobo.
Lo miro y sonrío. Se ve muy tierno con su pijama de gorilas.
—Kyu, no quiero verte así. Piensa en lo positivo de todo esto —lo animo, acariciándole las manos —: sólo ha sido un polvo. Gracias a Dios, ahora sabemos qué clase de persona es, y que no merece la pena.
—Lo sé... Y, Saeng, estoy muy orgulloso de ti. Quiero que lo sepas.
—¿Y eso?
—Te estás portando genial. Todo lo estás haciendo bien, cumpliendo cada orden —dice con ternura— y ahora me apoyas con lo de Ki...
—Dejemos el tema, ¿vale? — Kyu sonríe, asintiendo—. Cuéntame cosillas interesantes, chismes de esos que tanto te gustan. ¿Algo nuevo?
Me mira agradecido y entonces se relaja.
—Pues tengo uno grande sobre el señor Hyun —El corazón me da un vuelco—. Al parecer, ha perdonado a su novia después de descubrir que le ha sido infiel. Pero eso no es todo. Hoy, sin querer, al pasar por delante del despacho, la puerta estaba un poco abierta y he oído algo muy fuerte.
—¿Qué? —pregunto, temblando.
—Al parecer, él tiene un amante, bueno, más bien un puto —Eso duele—. Nicole le preguntaba quién era el chico, si lo conocía... En fin, las típicas preguntas tras él confesárselo. Hyun le ha asegurado que no tenía de qué preocuparse. Que era su juguete y que sólo lo complacía en la cama. ¿No es muy fuerte? ¡Nicole le ha permitido tener un amante estando con ella!
Yo apenas oigo nada. El golpe es más duro de lo esperado... Se atreve hablarle a su novia de mí y además de forma tan despectiva. Para mí, él es una mierda, pero si yo soy su juguete, esta noche me las va a pagar. Sé que odia sentirse utilizado por dinero, ¡pues bien, es mi turno!
—Kyu, me caigo de cansancio. Hablamos mañana, ¿de acuerdo?
—Claro, estás pálido.
Malhumorado, me despido de mi hermano y corro hacia la habitación de Hyun Joong. Me tumbo en el centro de la amplia cama y espero para sorprenderlo y decirle lo que sé.
Los minutos van pasando, o las horas... Termino durmiéndome acurrucado en la cama en posición fetal, totalmente exhausto.
Entre sueños, creo percibir que alguien se sienta a mi lado. Una sombra sobre mi mejilla me despierta sobresaltado. Hyun Joong retira la mano al instante al ver que abro los ojos. ¿Qué pretendía?
Su mirada se cruza con la mía y en sus penetrantes ojos verdes veo algo extraño. Algo que me descoloca… Pero no dice nada, limitándose a mirar el vacío con actitud alicaída. Sigue en silencio durante unos minutos eternos, hasta que me dice con sequedad:
—¿Qué hace usted aquí?
—Te estaba esperando y me he quedado dormido —respondo incorporándome. Lo tuteo, demostrándole que busco guerra—. Necesito que me des un adelanto de la paga acordada. Quiero comprarme algunos caprichos.
Maldice en voz alta, mirándome alterado. Se pellizca el puente de la nariz y pregunta indignado, abriendo y cerrando los puños:
—¿No podía esperar a mañana para pedírmelo? Son las dos de la madrugada. Acabo de llegar de una cena interminable y encontrarlo aquí no es lo que más necesito, ¿entiende?
—Me importa una mierda... Es más, quiero decirte algo: ya no voy a seguir con esto. Tú has vuelto con tu novia y yo no pinto nada en esa historia.
Niega vehemente, sujetándome el mentón, desesperado.
—Eso no es asunto suyo. Usted y yo hemos hecho un trato y va a cumplirlo hasta que yo quiera. No puede romperlo. Quiero hacerlo mío ahora mismo.
—No —replico desafiante. Pero él no puede soportar mi rechazo y me tumba de espaldas sobre la cama, cubriendo mi cuerpo con el suyo. Yo me río burlón y remarco—: No-lo-ha-gas.
Mi advertencia no hace más que aumentar su agonía. Sé lo que va a hacer y, con regodeo, lo miro desabrocharse la cremallera con urgencia. Luego me baja el pantalón y me aparta el bóxer, pero se arrepiente y no me embiste... ¿Qué hace?
—Mierda —gruñe amargamente, con los dientes apretados—. No vuelva a rechazarme, no lo soporto. No y no.
—Cada vez que me venga en gana —replico esperando, odiando mi intenso deseo de él.
—Será mi perdición.
Entierra la cara en mi cuello y me sostiene las manos con fuerza entre las suyas. Forcejeo para soltarme, yo no soy un sumiso, pero él me besa el cuello. Me deshago cuando se muestra tan hambriento de mí y flaqueo, olvidando lo que he venido a reclamarle.
No me penetra.
Gime quedamente y susurra: —Sus palabras son dañinas. —Las tuyas más — contraataco, levantando las caderas, buscándolo—. ¡No soy un insignificante juguete!
—Hoy ha demostrado que sí —asegura él, mordiéndome el cuello y chupándomelo alterado—. Se ha comportado como un descarado meretriz.
Confirmando con mi comportamiento las palabras que acaba de escupir, dejo de forcejear y me retuerzo debajo de él, contoneándome contra su cuerpo. Le rodeo la cintura con las piernas y entrelazo los dedos con los suyos... Gimo y, muy atrevido, le susurro cosas al oído. Hyun se incorpora un poco y busca mi mirada, intentando entender mi cambio. Mi sonrisa se ensancha y me arqueo saliendo al encuentro de sus caderas para que entre en mí...
No lo hace.
Gruñe sin dejar de mirarme. Compruebo que mi atrevimiento lo mata de excitación, pero ahora viene lo mejor.
—No pares, Jae... — jadeo meloso, fingiendo placer.
Hyun se queda inmóvil, su expresión me abruma al hacerse pedazos su implacable máscara.
—¡¿Se acuesta conmigo imaginando a otro?!
Golpea la pared con el puño... y entonces entiendo el origen de sus heridas.



Regalo de cumpleaños
Mi intención era vengarme, hacerlo sentir mal por haberse mostrado tan despectivo, pero no imaginaba hasta qué punto iba a afectarle mi representación. Lo compruebo cuando se queda inmóvil, completamente paralizado.
Su mirada es agresiva y su expresión no lo es menos. Tiemblo al percibir cómo me desprecia, odio sentirme tan miserable. Y al mirar a mi alrededor el mundo se me cae encima; todo es tan oscuro y siniestro como el propio Hyun... Durante mi vida he tratado a personas diferentes, pero siempre atentas y él es la otra cara de la moneda.
Me asusta atraerlo.
—Márchese —ordena, incorporándose y abrochándose el pantalón a tirones—. No quiero volver a verlo.
—Yo... Yo...
—¡Fuera!
Mierda... Esta vez la he liado parda. Quizá sea mi oportunidad de escapar de nuestro absurdo pacto, de romperlo, pero, idiotamente, una parte de mí no puede dejarlo aún.
Cohibido, me acerco a él y le pongo una mano en el hombro, buscando el modo de tranquilizarlo. Creo que explotará de una forma que responderá a muchas de mis preguntas sin respuesta. Pero ¿estoy preparado para verlo?
—Cálmese, no pretendía...
—No me vuelva a tocar, ni a hablar. ¡Déjeme en paz y váyase! — Se aleja de mí como si mi mera presencia le provocara repulsión, o asco. No sé qué pensar—. Fuera, maldita sea, fuera.
—L-Lo siento, no quería... — No puedo seguir hablando al ver su reacción. Echando chispas por los ojos, estrella su puño en el armario, hasta dejar su huella en él. ¿Qué diablos le sucede?
—Para, por favor —imploro, colocándome delante de él, buscando su puño magullado, con hilos de sangre. Parece lejos, ido —. Su familia lo va a oír, van a subir y...
—No lo harán —afirma, alejándose de mí y dando vueltas por la habitación, mientras se pasa las manos por el pelo, presa de los nervios—. Ellos me conocen y saben cómo reacciono cuando no controlo la situación. Por algo mi habitación está en la última planta y el despacho insonorizado; necesito privacidad para volverme loco.
A pesar de su enfado, me confiesa verdades de su vida. Entonces, recuerdo las primeras palabras de Kyu sobre él... «Hyun es muy reservado, pero, cuando se enfada, habla demasiado...» Y yo lo he hecho enfadar. He atacado su ego, sí, pero ¿por qué se comporta así?
—Es algo que hace muy a menudo, —afirmo, esperando entender por qué es tan complicado —. ¿Por eso tiene esas heridas en el puño? —Heo Young Saeng, le he pedido que se marche y quiero que lo haga ya — exige, deteniéndose frente a mí. La mandíbula le tiembla—. Ahora mismo me recuerda la traición que acabo de sufrir. Mi novia me engaña con mi mejor amigo hace apenas unos días y usted, que en teoría es mi amante, grita ahora el nombre de otro cuando está a punto de follar conmigo. No soporto tanta falsedad.
Me maldigo una y otra vez por mi inoportuno comportamiento. En parte tiene razón.
—Pero a ella la soporta —lo provoco, esperando más respuestas —. La perdona, la acepta de nuevo a su lado, ¿verdad? Permite que lo manipule con palabrería barata. Cae de nuevo en el mismo agujero en el que se acaba de hundir. ¿Por qué lo consiente?
Mis palabras no sólo lo incomodan de nuevo, sino que consigo enfurecerlo tanto que estrella un jarrón contra el suelo, haciéndolo añicos. Contemplo con temor cómo cierra los ojos y aprieta los puños... Kim Hyun Joong es una persona con problemas y está claro que no es la primera vez que tiene un arrebato. ¿Por qué no me marcho y dejo de complicarme la vida con él?
Apenas lo conozco y ya todo va mal.
—Usted no sabe absolutamente nada de mi puta vida —dice finalmente—.
¡Nada de nada!
Trago saliva, buscando la forma de continuar.
—Explíquemelo entonces. Sé que necesita desahogarse, hágalo conmigo...
Estoy aquí.
Aprieta los dientes y niega con asco... No me soporta.
—¿Cómo mierda cree que podría confiar en un hombre como usted? —Sus palabras se clavan en mi pecho, hiriéndome—. Con un hombre que me ofende de la manera más cruel, revolcándose conmigo en la cama, abierto de piernas, y gritando el nombre de otro. ¿Lo imaginaba a él?
—Yo...
—¡¿Lo hacía?!
—No —contesto, enfrentándome a su rabia, acorralándolo entre mi cuerpo y la pared—: No lo imaginaba a él porque ni siquiera pensaba en él. Sólo quería provocarlo a usted, enfurecerlo, que sintiera lo que sentía yo. Sé cómo le ha hablado a su novia de mí. A esa novia que lo ha traicionado con su mejor amigo y, aun así, usted perdona y me deja ante ella como un barato juguete sexual.
—¿Qué está diciendo? — pregunta confuso—. Yo le hablé así de usted para que lo dejara en paz. Nicole no sabe quién es, porque si lo supiese lo buscaría, y no para hablar precisamente. Por algún extraño motivo, he intentado protegerlo de ella. Y la verdad es que es usted bastante cara, ¿no es así?
¡Joder, joder, joder!
—En cualquier caso, lo era — susurro tembloroso—. Acepté el trato porque pensé que conmigo tendría suficiente. Pensé que no perdonaría a su novia tan rápido. Y que yo no sería plato de segunda mesa. Pero la verdad, siento que me he equivocado mucho con usted... tanto en lo negativo como en lo positivo.
—¿Quién es Jae? — pregunta, levantándome la barbilla.
Oh.
—Mi mejor amigo. Vive aquí, en Jeollabuk- ado. Nunca he sentido nada por él, sólo tenemos una bonita amistad. Es el único nombre que se me ha ocurrido para enfurecerlo.
—¿Por qué no aquel otro? ¿El que lo tocaba y no lo satisfacía, el que tuvo la oportunidad de hacerle sentir cosas diferentes y no supo hacerlo? —Me encojo de hombros, acercándome más. Creía que no tocaría ese tema—. Que no se vuelva a repetir —añade—, no lo soporto. Pierdo la cabeza y no quiero.
—Lo siento...
—¿De verdad? ¿O es un teatro como el que suelen representar muchos?
—Yo no miento, nunca lo hago.
Su mirada se torna cálida, menos despectiva. Su cuerpo también se relaja visiblemente.
—Y sí, he vuelto con mi novia —confirma, con la mandíbula rígida—, pero con condiciones para disponer de tiempo y ver si soy capaz de asumir lo ocurrido entre ella y mi amigo... si se lo puede llamar así. Pero no la tocaré. Nicole adora el sexo y su castigo será estar esperándolo conmigo, cuando yo no sé si podré volver a tocar lo que otro ha gozado siendo mío. Es una excusa, lo sé. Pero ella ha aceptado todas las condiciones, incluso que tenga una amante.
—Tiene que quererlo mucho para aceptar algo como eso... Aunque no entiendo por qué entonces lo habría engañado con otro.
—Nicole ha tomado su decisión, yo no la he obligado a nada. En cuanto a quererme... —Se detiene, esbozando una irónica sonrisa—. El dinero es muy goloso y ella ha demostrado ser muy perra.
—¿Me está diciendo que sólo la une a usted el interés?
—Quizá. Antes de conocerla estuve con otras mujeres y lo único que querían era saber si llevaba el bolsillo lleno. Nicole anhela ser mi esposa, la rica señora Kim. Yunho me lo había advertido muchas veces. Yo no le creía y una apuesta le ha dado la razón, aunque rebasando los límites. —¿Una apuesta? ¿Había apostado a que no le engañaría? — No doy crédito. ¿Realmente se quieren?—. Por Dios, ¿qué clase de gilipollez es ésa? ¿Y por qué quiere entonces perdonarla?
Veo que vuelve a ponerse alerta, adoptando la máscara que no me permite ver lo que de verdad piensa y no expresa. Me duele por él. Lo que está viviendo no es fácil y él lo lleva de la peor manera posible al no manifestar su dolor. Pero entonces recuerdo que en la intimidad será sólo mío... —¿Cómo sé que no me está mintiendo? —pregunto aturdido—. Podría estar diciendo todo esto para que yo continúe con el trato sin cuestionarlo. —No tengo necesidad de ello. Yo le pedí, o mejor dicho le exigí, que no lo toque nadie más que yo mientras esté vigente mi trato con usted. Pues bien, entiendo que por su parte quiera lo mismo, y lo acepto. En el momento en que alguno de los dos incumpla esta norma, el acuerdo se romperá inmediatamente. Lo mío es mío.
¿Yo, suyo? ¡Ja!
—Su novia querrá besarlo.
—He dicho tocar o tener sexo —replica duramente—. Aunque, para ser sincero, no me apetecen sus besos, ni que me toque. Es repugnante ver en sus ojos el rostro de otro. Y quizá no haya sido el primero, ¿quién me lo asegura? —Mejor solo, entonces.
—Odio la soledad y, hasta el momento, Nicole ha sido buena compañera... Le pongo un dedo en los labios para silenciarlo, reteniendo la palabra que quizá sea la clave para descifrarlo: soledad.
—No quiero hablar de ella, a mí sólo me interesa lo mío con usted.
Le gusta mi frase, lo sé.
—Puede darse el pico con algún amigo si así lo desea, pero nada más íntimo que esa bobada. La norma rige igual para usted que para mí, por supuesto.
—Me parece justo — respondo, con una tonta sonrisa—. Créame que usted lo va a tener muy difícil. Una novia quiere besar a su novio. Y lo mío también es mío.
¡Ha estado cerca de curvar los labios en un amago de sonrisa!
—Una novia que ama a su novio no lo engaña.
—Entonces, ¿por qué sigue con ella?
—A usted no le importa — corta seco ante mi interés—. Creo que esta noche ya he hablado demasiado de mi vida.
«Cierto, ya tendremos tiempo.»
—¿Por qué le ha pedido a su madre que yo me encargue personalmente de sus cosas? —No puedo evitar hacerle la pregunta.
Hyun tuerce el gesto, escrutándome.
—Porque no quiero que lo haga otra persona. Y no responderé ninguna pregunta más.
—Una más —insisto juguetón.
—Sólo una...
—¿Mi bóxer?
Entrecierra los ojos y contesta.
—Lo tiene Nicole, usted así lo ha pedido.
—Pero...
—Ni una más.
Complacido por sus palabras, le sonrío con descaro y, sin pedir permiso, estampo mis labios contra los suyos y me dejo llevar por las tórridas sensaciones que siento cuando lo tengo cerca.
Hyun toma rápidamente el control de la situación, su lengua entra en mi boca irrumpiendo en ella sin previo aviso, sin cuidado, con esa ansia de posesión con que suele hacerlo... Como si mi boca le perteneciese. Enloquecido por la excitación del momento, con una mano le aferro el cabello, tirando de él y pegándolo más a mi boca. Y voy bajando despacio la otra mano por su torso tan perfecto, por su vientre extremadamente plano, hasta llegar a su hinchado miembro.
—Qué hace —gruñe, apartándose desconcertado—. Quiero hacerla mío. No quiero juegos.
—Yo quiero tocarlo, acariciarlo. Necesito sentir esa parte de usted que tanto placer me da.
Le desabrocho el pantalón e introduzco la mano para llenármela con su miembro. Jadeo al sentirlo de forma tan íntima.
—Usted es una mala tentación... —murmura sobre mis labios. Asiento con picardía y empiezo a acariciar la punta de su pene. Hm, parecía más grande aun al sentirlo entre mis dedos. Comencé a acariciar la punta, dulce, suave. Jamás había masturbado a un hombre, pero enseguida supe qué hacer. Seguí con movimientos lentos, de arriba hacia abajo, despacio, disfrutando del momento de ver como ese hombre tan frío se deshacía en mis brazos con simples caricias.
Hyun me demuestra su urgencia con su beso. Sus labios devoran los míos sin control. Su lengua embiste mi boca como si me estuviera haciendo el amor. Yo me siento totalmente húmedo, excitado, por el mero placer de observarlo. Estoy muy caliente, pero esta noche será para él.
—Me mata, me mata y lo sabe. —Sus gemidos y gruñidos son de auténtico placer.
Poco a poco voy conociéndolo y, aunque es difícil, me encanta. Sé que lo estoy complaciendo por cómo sus ojos se cierran a causa del deleite, por cómo su boca devora a la mía y por cómo su cuerpo se contrae cada vez que lo toco.
—¿Qué le gustaría que le hiciera? —ronroneo coqueto contra su boca, haciendo más presión en su miembro—. Ya es su cumpleaños, ya es más de medianoche. Quiero ser el primero en hacerle un regalo... ¿O no lo soy? —No es el primera que se ha ofrecido. —Me tira del cabello, asegurándose de que lo mire—. Pero sí es el primero que acepto, ¿responde eso a su pregunta?
—Pida.
—¿De dónde ha salido usted? —pregunta con voz ronca, pasional. Me estremezco—. Pruébeme.
Dejo de acariciarlo, avergonzado por un momento. ¿Cuántas veces he imaginado una escena tan erótica? Desde que lo vi, ansié saborear cada centímetro de su musculoso cuerpo, pero nunca antes he hecho algo así...—No sé si lo haré bien... — confieso, estudiándolo de reojo. ¡Dios!, qué hombre tan hermoso. Qué ojos cuando se enciende—.Dejése llevar como ha venido haciendo hasta ahora. Créeme, lo está haciendo muy bien.
Me manipula, sabe cómo hacerlo.
—No creo que sea buena idea.
—Sabía que no sería capaz — me reta—. Lo he sobrevalorado, y mucho. Suelto una carcajada sin poderlo evitar. Ese hombre sabe cómo desafiarme, provocarme y enfadarme a cada momento. Conoce mis puntos débiles demasiado bien para lo poco que sabe de mí. ¿Resistirme a un reto?
Heo Young Saeng no estaba hecho para eso.
—Como quiera —coqueteo, frotando mi cuerpo contra el suyo —, pero si le muerdo, no se queje. Yo se lo he advertido.
—Joven Heo, no juegue con esa parte de mi cuerpo —me advirtió con ojos llenos de diversión y de lujuria—. Es a lo que más aprecio le tengo.
Comportándome como el descarado en el que me estabá convirtiendo, me arrodillo a sus pies sin dejar de mirarlo, provocándolo una vez más. Cuando ya me he colocado, su miembro queda a centímetros de mis labios, con la punta brillante. Con la cabeza hacia arriba para que él tenga una buena visión de mí, me echo el pelo a un lado y, mordiéndome el labio inferior, agarro su pene entre mis manos.
—Con suavidad —me dice.
Yo saco la lengua y le lamo la punta.
—Mmm... está salado. Me gusta, señor Kim.
Tentándolo, chupo y humedezco y succiono la punta, con lamidas lentas. Hyun gruñe y sus dedos se enredan en mi cabello, tirando de él. Me duele, pero no importa, no mientras veo cómo él goza.
—Más rápido, maldita sea, más deprisa —ordena jadeante, moviéndose inquieto.
Con un gesto que me emociona, me acaricia el pelo con delicadeza; mi cuerpo vibra al recibir tanta ternura. Hyun no sabe el efecto que me produce. Yo acabo de descubrirlo.
Pierdo el control y sé que nunca tendré bastante si se trata de él. Chupo, succiono y lamo con deseo salvaje, hambriento, sintiendo cómo su cuerpo empieza a temblar. Seductor, mueve las caderas hacia adelante, saliendo al encuentro de mi boca.
Algo me provoca ese gesto, y, enloquecido, llevo la mano hacia mi ano y me acaricio vulgarmente en su presencia. No entiendo qué diablos me pasa.
Me siento frustrado, loco porque me toque, por quedarme satisfecho. —Eh —me regaña—. ¿Qué está haciendo? —gruñe, con los ojos abiertos como platos al ver el espectáculo que le estoy dando. Apenas podía soportarlo. Todo yo empezó a convulsionar cuando sentí mis propias caricias sobre mi intima cavidad.
Caricias lentas, en círculos. Sabroso.
—Señor Kim, imagínese que este dedo —ronroneo, enseñándole uno de mis dedos, que luego introduzco en mi cavidad— es usted. Voy a tener un orgasmo al sentirlo.
—Hágalo ya.
Y sigo con caricias atrevidas, sin dejar de saborear, lamer y besar su potente virilidad. Al borde del precipicio, mi cuerpo se sacude.
-Ay, señor Kim- Gimo entre sollozos al sentir cómo un arrollador orgasmo se apodera de mí.
Desesperado, muerdo su miembro, sintiéndome sobrepasado por el placer tan inmenso que sentía. Un placer que me estremeció cada centímetro de mi cuerpo. En ese momento mi mano fue a mi pene y me masturbe con la misma intensidad que lo hacía con el pene de Hyun
—Mierda. — Se quejó al sentir mi mordisco. Queriendo hacer que se sintiese en el mismo cielo como me estaba sintiendo yo en este mismo instante, lo chupé y lamí con más urgencias, con más pasión y deseo. Lo veo desesperado cuando alza las caderas enloquecidamente, chocando fiero contra mí y, finalmente, se tensa—.
Saeng... retírese, por favor.
¿Saeng? Quise gritar ¡Me llamó por mi nombre! No entendí el porqué, pero sonaba demasiado tentador oír mi nombre en sus labios. Saeng, no joven Heo… Estaba muy mal.
HYUN
¿Qué acaba de suceder? ¿De dónde sale ese niño? Parecía haber llegado desde el mismo infierno para tentarme y provocarme, hasta alzarme al mismo cielo. El placer que acababa de sentir con el no lo había sentido jamás con ningún otro, ni siquiera en los tres años que llevaba con Nicole ¿Qué mierda está pasando? Indiscutiblemente por Saeng me considero bisexual ahora y siempre…
Cerré los ojos, era todo tan confuso e inexplicable. Al abrirlos me encontré con el joven Heo delante de mí, arrodillado aún. Volví a tener la visión de el acariciándome mientras me saboreaba… No podría olvidarlo jamás.
—Feliz cumpleaños, señor Kim— Sonrío incorporándose para besar mis labios, muy lento, muy suave.
Me quede desconcertado sin saber qué hacer, nunca había besado a nadie tan lento y suave como Saeng lo hacía en ese momento. ¿Cómo será? Diferente, sensual, más apasionado de lo que jamás hubiese creído. Le devolví el beso sin saber por qué de la misma forma, lento y suave. Una electricidad intensa quemó cada centímetro de mi cuerpo ante ese beso. Impresionado, me aparté bruscamente. Saeng me miro y sonrió de nuevo. —Buenas noches.
Y sin más se fue, dejándome desconcertado por su atrevido y dulce comportamiento.
A la mañana siguiente me era imposible levantarme. Los rayos del sol ya entran por mi ventana, pero yo no había pegado ojo en toda la noche pensando en el comportamiento de Heo Young Saeng. Ese niño es todo un misterio, que por mi bien será mejor no resolver. La visión de el tocándose mientras me lamía, me atormento durante toda la noche.
—¿Hijo? —La voz profunda de KangIn llegó desde la puerta.
Me levanté, me puse un pantalón de pijama negro, con el torso desnudo, y abrí. Toda mi familia me cantaba cumpleaños feliz, y Heo Young Saeng llevaba una bandeja con una tarta de cumpleaños para mí
—Gracias. No teníais por qué haberos molestado.
Todos parecían felices.
—La ha hecho Saeng, mi cielo —explica Leeteuk, emocionado—. Ha pasado casi toda la noche trabajando para que estuviese lista por la mañana. ¿Qué te parece? Le dije que la comprase, pero ha preferido hacerla el mismo. ¡Ha quedado perfecta!
Min resopla y pone los ojos en blanco. Ki parece serio y preocupado. KangIn sonríe, dejándose llevar por el entusiasmo de Leeteuk y Saeng… Saeng, me observa con sus mejillas sonrojadas.
Así que tiene vergüenza ese descarado.
Y al parecer él tampoco ha dormido por causa mía.
Cuando todos entraron y vieron el desastre en mi habitación, me observan con preocupación.
—¿Todo bien, Hyun? — pregunta Min angustiado.
—Sí, siento que tengáis que ver esto —me excuso suplicando un silencioso perdón. Me avergüenza esa faceta mía, pero no soy capaz de controlarla.
Al volver la mirada hacia Saeng, en su rostro se muestra el arrepentimiento y la culpabilidad. Culpa que solo tenía yo, por ser como soy.
—Ya lo recojo —dijo, apresurándose a hacerlo.
No puedo dejar de mirarlo… ¿Qué mierda me pasa con él?
—Venga, Hyun, abre este regalo —me llamo Min saltando y dando palmas —. Quiero ser el primero en regalarte algo en este día tan especial.
Sonreí, no por el regalo de Min. Sonreí al recordar que el joven Heo Young Saeng fue el primero en hacerlo ¡Y de qué manera! Mis ojos volvieron a él y entonces vi que estaba sonriendo mientras recogía. ¿Se estará acordando también?
SAENG
¡Todo está recogido al fin! Después de dos largas horas, su dormitorio queda completamente ordenado, salvo lo que está roto...
Después de mi mal comportamiento en la noche, no pude dormir, y entonces decidí hacerle la tarta. ¿Estaría eso bien? Este hombre me desconcierta y no sé cuándo hago lo correcto.
Cuando me dispongo a salir de allí, bostezando, me encuentro con Ki y la rabia se apodera de mí.
—Tú —le digo, cogiéndolo del brazo y tirando de él hacia la habitación de Hyun—. ¿Cómo te has atrevido a jugar de esa forma con mi hermano?
—Joven Heo, por favor, le pido respeto. Soy uno de sus jefes.
—¿Respeto? ¿Qué sabrás tú de respeto? Te has liado con mi hermano en la cocina de tu madre, estando prometido con otro hombre. ¿A ese respeto te refieres?
—Lo siento, hágaselo saber a su hermano, por favor.
—¿Eso es todo? ¿Qué clase de hombre eres? —le espeto, apuntándolo con el dedo—. Kyu creía que eras diferente. Está roto de dolor por tu culpa.
—Voy a verlo ahora mismo. —Se da la vuelta para marcharse, pero yo lo retengo por el brazo.
—No, ya le has hecho demasiado daño. No quiero verte cerca de el o, de lo contrario, les diré a tus padres y a tu prometido la clase de hombre que eres. Kyu no merece esto. Está viviendo un momento delicado y encima vienes tú a...
En ese preciso instante, se abre la puerta y ambos miramos alarmados, pero al ver entrar a Hyun, yo suspiro tranquila. Sin embargo, él parece furioso y su mirada va de su hermano a mí. Un segundo más tarde, sus ojos vuelan hacia la mano con que yo sujeto el brazo de Ki.
—¿Qué está pasando aquí? ¿Qué hacéis los dos solos, encerrados en mi habitación? Joven Heo…
¿Qué le digo?
Yo lo miro desconcertado, pero él permanece inexpresivo ante la pregunta que le estoy haciendo en silencio. Estoy seguro de que ha pensado que intentaba ligar con su hermano...
—Creo que debe ser su hermano quien se lo explique.
En dos zancadas se coloca frente a mí y me sujeta con fuerza. —No quiero juegos. ¿Qué está pasando aquí? —Me suelto de su agarre, furioso. Quiero decirle lo cretino que es, deseo gritarle que no soy como la perra de su novia—
Al ver la situación. Ki se interpone entre nosotros.
—Hyun, ¿qué mierda te pasa? Esto es un asunto entre el Joven Heo y yo. No te metas.
Él busca mis ojos con un claro reproche en la mirada. Yo se la devuelvo desafiante; odio que piense tan mal de mí.
—Su hermano se ha acostado con mi hermano. —Hyun se sorprende y Ki jadea—. No le dijo que estaba prometido y yo le estaba reprochando su actitud egoísta y mentirosa.
—Váyase, Saeng —ordena Hyun—. Leeteuk lo está buscando para presentarle al nuevo chico. Esto ya es asunto mío.
—Póngalo en su lugar. Que deje de meter su cosita donde no debe.
—¡Saeng!
—¡Adiós!
Chúpate ésa.
El nuevo chico es un petardo de mucho cuidado. Cabello castaño claro, ojos marrones y buena figura. Pero me parece demasiado egolatra, algo que no me gusta...
—ChangMin, será mejor que dejes de hablar —le regaña Kyu—. A las ocho empieza la fiesta, la casa tiene que estar limpia y Sae debe ayudarme en la cocina. También tiene que hacer algunas compras.
—Sí, ya me han informado de mis obligaciones —replica el y entonces me mira—. ¿Por qué si yo me encargo de la casa, eres tú quien limpia la habitación del guapo?
—¿Del guapo?
—Eh... sí. Hyun, creo que se llama... Es el hombre más guapo que he visto nunca.
—¿Cuándo lo has visto? — pregunto mosqueado.
Kyu se vuelve rápidamente y en sus ojos se lee una clara advertencia:
«¡Mantente lejos de él!».
—Lo he visto al llegar. Parece serio y apenas me ha hecho caso — explica ChangMin en tono monótono —, pero me ha gustado mucho. Tal vez... —Las personas que trabajamos en el servicio no nos mezclamos con los jefes — le espeto, aun sabiendo que es mentira.
¡Más le vale quedarse lejos de Hyun!
Kyu me vuelve a mirar y veo la tristeza en sus ojos al oír mi comentario. Tendré que hablar con el y contarle lo ocurrido con Ki, pero ahora es imposible, con este entrometido en medio.
—Kyu, será mejor que vaya a hacer los recados que me ha mandado el señor Leeteuk. Nos vemos dentro de un rato.
Echo un vistazo para ver si viene el taxi, pero aún nada. Estoy tan absorto en mis pensamientos, que cuando el claxon de un auto suena a mi espalda me sobresalto. Al volverme, me encuentro con un BVMW negro espectacular y Hyun Joong sentado al volante, con gafas de sol. Suspiro, es tan sexy el condenado...
—Saeng, ¿qué hace aquí? — pregunta, inclinándose hacia la ventanilla para verme mejor—. ¿A quién espera?
Oh, Dios, es demasiado para mí.
—Él señor Leeteuk me ha pedido que vaya a hacer algunas compras — respondo, mirando a lo lejos para que no vea lo mucho que me afecta su presencia—.
Ahí viene el taxi...
—Suba —me ordena inesperadamente—. ¿A qué espera? ¡Suba ya!
Desconcertado por su comportamiento, me subo sin pensar en nada más. —¿Qué le pasa? Su familia, sus vecinos o sus amigos pueden vernos. El taxi está aquí mismo.
—Lo llevo yo y punto. Quiero hablar con usted sobre el adelanto que me pidió anoche. ¿Para qué era?
¡Vaya! ¿Y ahora qué le digo?
—Para, mmm..., para comprar boxers.
—¿Sólo eso?
—No, claro que no. —Me hago el interesante—. Ropa, bañador, en fin... cosas. Esta noche, después de servir en su fiesta, he quedado con mi amigo para ir a tomar unas copas. Y mañana he quedado con Junsu y con mi amigo Jae para ir a la piscina, necesito ropa y eso.
Dos horas antes, mis amigos se habían puesto en contacto conmigo para planear la cita y yo agobiado por salir de ese lugar… acepté inmediatamente.
—¿Con un amigo?
—Con amigos, he dicho.
—Jae. —Su tono es acusador—. El amigo de Jeollabuk-ado. —Eso es. —¿Amigo? —insiste interrogante.
—¡Sí, amigo de amistad!
Él me mira unos largos segundos y puedo ver que se contiene, con el cejo fruncido. ¿Ahora qué he hecho?
—Quiero pasar el domingo con usted.
¿Qué? Estoy hiperventilando.
—No puedo, es mi día libre y ya he hecho planes.
—Tenemos un trato. Además, quiero ser yo quien la lleve de compras. No me mire con esa cara, usted podrá escoger lo que quiera y lo tendrá.
Me siento más puto que nunca. ¿Cómo salir de ésta?
—Por favor, deje ya de decir tonterías y vamos de una vez. — Ignorando mis palabras, me coge la lista que tengo entre las manos y ¡empieza a transcribirla en el iPhone!
Al cabo de unos minutos, se vuelve hacia mí.
—Listo, la compra se está haciendo. Tenemos tiempo para sus caprichos.
Me dejo caer contra el respaldo del asiento.
—Es usted insoportable, con qué rapidez lo consigue todo.
—Me muero por ver cómo se prueba los boxers —ronronea con voz profunda, posando su mano en mi muslo—. Su regalo ha sido el mejor del día. Me refiero al de anoche, por supuesto.
—¿Q-Qué? —digo, jadeando al notar cómo su mano va subiendo para acariciar mi pene a través de la tela del pantalón—. Por favor, pare, alguien nos puede ver. Y deje ya esos cambios de humor... Primero me regaña y ahora, ¿qué pretende?
—Tengo ganas de usted. ¿Me dejará?
Sus ojos verdes esperan con impaciencia mi respuesta.
—No aquí.
Hyun cierra los ojos y se deja caer un poco hacia atrás, suspirando. Yo retiro reticente su mano de mi hombria.
—A pesar de haberme visto en mi peor momento, me obedece, ¿por qué? —Porque también me apetece —contesto, encogiéndome de hombros—. A veces por no discutir con usted.
Lo último es una vil mentira, pero tengo que despistarlo...
—¿En este instante, por qué? —Su voz suena tan dura como extraña.
—Por-que-me-a-pe-te-ce — susurro, inclinándome y besando sus labios—.
Porque aún lo recuerdo en mi boca y, mmm, me siento mojado de nuevo.
—Siempre tan desvergonzado —gruñe, mordiéndome el labio.
—Tengo un buen maestro, ¿no? —Entonces, sorprendiéndome, se ríe a carcajadas. ¡Al fin lo veo reír! Está aún más guapo, si eso es posible. Me derrito, me quedo embobado—. Guapo.
—¿Perdón?
¡Soy un bocazas! Pero de perdidos al río.
—Que está usted muy guapo.
Veo sus dientes, tan blancos y perfectos. Ay, qué calor...
—¿Nunca se cansa de desafiarme? —Yo niego juguetón —. Ya veo.
Vamos, antes de que lo tome aquí mismo, por atrevido.
Durante el camino, me quedo impresionado por el hombre tan distinto que llevo al lado y que no para de hablar, incluso se atropella con las palabras de lo enérgico que está. No dice cosas muy coherentes, más bien una serie de sinsentidos... Se lo ve eufórico y ensimismado al explicarse. Entonces recuerdo a su novia.
—¿Lo ha felicitado ya su novia?
—Quizá no fue buena idea venirme a Jeollabuk-ado. Aquí me han sucedido cosas muy buenas... pero también muy malas. He conocido a personas que dan asco y que no soporto. —Continúa hablando sin prestarme atención—. Me replanteo muchas veces dónde estaré mejor... y siempre me encuentro en el mismo callejón sin salida. Todo es una mierda.
—Hyun.
—Ya no sé qué es bueno o malo para mí en la vida. Ya no sé nada.
¿De dónde viene tanta palabrería? Él calla, ni siquiera me escucha.
Desconcertado, grito:
—¡Hyun Joong! —Él me mira animado—: ¿Le ha felicitado su novia? Se tensa y su espontaneidad desaparece. Mantiene los ojos fijos en la carretera.
—Me ha enviado un mensaje, sí. —Pienso que ya no dirá nada más, pero sigue hablando, una vez más en exceso—. Dice que no ha podido venir porque está comprándose un vestido para esta noche. Con el dinero que yo le di ayer. La felicitación se le ha olvidado. Es una costumbre, cada año es lo mismo y no me importa; en cambio, derrochar me gusta, aunque sea para ella... Vendrá a la fiesta y representará su papel como... —¿La quiere? —Mierda, era sólo un pensamiento—. Quiero decir, la relación que tienen es un tanto extraña, ya que ella se lía con su amigo y usted duda y me busca para...
Mi voz se apaga cuando veo que me mira con horror.
—Saeng, usted pregunta demasiado y a mí no me gusta estar siempre respondiendo. —De nuevo mi corazón late descontrolado al oír cómo suena mi nombre en sus labios—. Déjelo ya, por favor.
—Vale.
—Le queda muy bien este pantalón azul. Quizá tendría que comprarse algunos más..., de hecho, hoy lo hará. Y no proteste, porque no me importa.
Me apetece gastar a lo grande.
Lo miro, pero él no me mira... Me rindo. Estoy estupefacto por lo hablador que está. Mientras yo me pierdo en mis pensamientos, Hyun expone con todo detalle la compra tan inmensa que hará para mí.
Él es así de enigmático, pero por alguna razón se comporta de maneras distintas y tiene estos bruscos cambios de humor y yo quiero averiguar por qué. Intuyo que su barrera ante mí es por desconfianza, hacia las personas que lo han traicionado, y que por ello su alerta es constante. Su comportamiento me desconcierta, pero este hombre me atrae. Me siento distinto estando con él... No me reconozco cuando estoy a su lado... Soy otro hombre.
—¡Sae!
¿Me llaman a mí? Busco de dónde viene la voz masculina que ha gritado mi nombre y entonces veo a Jae corriendo hacia el coche. —Por favor, ¿puede parar? — le digo a Hyun, agarrándole el brazo sin querer.
Él me observa ceñudo, sin entender mi petición, pero, aun así, detiene el coche con la despreocupación de que hace gala hoy.
—Enseguida vuelvo.
Al bajar del automóvil, Jae me alcanza y me estrecha con efusividad entre sus brazos.
—¡Sae! Te he extrañado mucho.
Intento apartarme de él, pero no lo consigo. Me da miles de besos en la mejilla, mientras me aprieta tan fuerte que casi me deja sin respiración. Un segundo más tarde, me suelta de forma tan brusca que estoy a punto de caerme al suelo. Me quedo extrañado por su comportamiento, hasta que veo a Hyun... Lo tiene sujeto por el brazo y su expresión y su mirada son como para echarse a temblar de miedo. Salvaje, aterrador.
—Pero ¿qué demonios...? — dice Jae.
—No-lo-to-que. —Mi amigo lo mira sin entender nada y la verdad es que yo tampoco—. Saeng me pertenece, ¿entendido?
 



SAENG
No puedo creer el giro que han dado los acontecimientos...Hyun está completamente trastornado. Ha inmovilizado a Jae en el suelo, con las manos hacia atrás.
Pero ¿qué diablos le pasa? Todo esto es ridículo. Por más vueltas que le doy, no lo entiendo. Me dan ganas de golpearlo, estoy indignado, dolido.
El pobre Jae lo mira desde el suelo con los ojos desorbitados, sin comprender esta locura.
—Saeng, suba al coche —me ordena Hyun—. ¡Ahora!
¡Y una mierda!
—Sae, ¿quién es este tipo? ¡¿Qué le pasa?! —grita Jae intentando soltarse de su agarre, algo imposible en su postura—. ¡Suéltame! —¡Suéltalo de una maldita vez! —le exijo a Hyun, furioso, zarandeándolo. Pero él no parece oírme. Sus ojos están fijos en Jar, con una rodilla sobre la espalda de éste, sujetándole las manos con fuerza—. ¿No me oyes?
¡Te digo que lo sueltes, joder!
—¡Es mío! —grita.
Sus ojos vuelan hacia mí y lo que vislumbro en su mirada me hace temblar.
¿Puede ser realmente peligroso?
—¡Imbécil, suéltame! — Jae se debate para soltarse, pero es imposible.
La expresión de Hyun es terrorífica. ¿A qué ha venido todo esto? Me siento tan confuso... Una parte de mí, la más coherente, desea golpearlo hasta hacerle entender que es un salvaje y que Jae no merece algo así. Otra parte de mí, la más absurda, tiene ganas de abrazarlo, de pedirle que me explique su pasado... Quizá ahí esté la clave para entender su comportamiento.
—Sae, pero ¿¡con quién andas, por Dios!? —me espeta Jae.
—Es un malentendido.
El lugar empieza a llenarse de curiosos, pero a Hyun no le importa nada, mientras que yo cada vez me siento más avergonzado.
—Jae —digo con calma —, él es Kim Hyun Joong... mi jefe. Creo que te ha confundido con un atracador, ¿no es así, señor Kim?
—Entonces, ¡que me suelte ya!
Me arrodillo ante mi amigo, apenado, y acaricio su cabello azabache.
Necesito calmarlo mientras el salvaje entra en razón y lo deja.
Advierto la mirada de Hyun clavada en mí, pero no me importa, y entonces todo ocurre demasiado deprisa.
—Te vas a...
Hyun le da la vuelta a Jae bruscamente con intención de golpearlo, pero un hombre decide intervenir por fin y se interpone... Jae se incorpora y se encara con él, desafiándose el uno al otro.
—¿De qué vas? —le grita Jae—. Saeng no es propiedad de nadie.
—Suba al coche, Saeng, su amigo y yo tenemos un asunto pendiente.
—No —respondo con firmeza.
Sin previo aviso, Hyun me coge y me echa sobre uno de sus hombros como un saco. Grito y pataleo, histérico, pero no me sirve de nada. Me encierra en su coche para poder pelearse con Jae libremente.
Yo chillo y golpeo los cristales, pero todo es inútil. Ellos dos se gritan, se desafían... Soy incapaz de ver nada más. Horrorizado, me tapo la cara con las manos para no verlos. ¿Qué puedo hacer?
—¡Basta!
De repente se han quedado paralizados... Me miran desde la distancia al ver que yo me he echado a llorar desesperadamente. Sus miradas se encuentran y los dos se dicen algo, mientras se acercan al coche. A medida que lo hacen, veo que Jae tiene la mandíbula y los pómulos hinchados y que Hyun sangra de una ceja y del labio inferior. ¡Idiotas! Cuando llegan junto al coche, Hyun lo abre automáticamente y, salto fuera y lo golpeo en el pecho.
—¿Qué mierda te has creído? —sollozo, buscando su mirada—. Te odio... te odio.
—Pare —me advierte, sujetándome las manos entre las suyas—. Saeng, deténgase.
—Sae, no sé qué coño tienes con este tipo, pero ¡está loco! Es peligroso.
Vente a mi casa, por favor. Vamos, ven conmigo.
Me suelto de la presa de Hyun y me secó las lágrimas con rabia.
—Saeng —me advierte él.
¿Qué quiere ahora?
—Jae, ¿de qué va esto? ¿Cómo es que de pronto habéis dejado de pelearos como salvajes? —le pregunto, buscando la respuesta sincera que sólo él puede darme—. No me mientas.
—Elige —dice mi amigo.
Yo lo miro confuso. ¿Qué me está pidiendo? Hyun y él se contemplan con mirada asesina y los puños apretados a los costados.
—¿Te vienes conmigo o te vas con él? —insiste Jae—. Sae, me conoces bien y sabes que yo nunca te haría daño. Ya has podido comprobar, en cambio, de qué palo va éste. No quiero saber qué tienes con él, sólo quiero conocer tu respuesta.
—Jae...
—No pienso quedarme aquí más rato y no volveré a permitir que monte un circo como el que ha montado. La policía viene de camino. Si eres inteligente, elige de una vez.
Suspiro y les doy la espalda a ambos. A Hyun en el fondo no le importa a quién escoja yo, él sólo desea mi cuerpo para sentirse dueño de él. Algo que, pensándolo bien, duele.
Me vuelvo y veo que ambos me siguen mirando fijamente. No sé cómo ni por qué, pero muy a mi pesar lo tengo claro.
—Jae, tengo que volver al trabajo. Mañana te veo, ¿de acuerdo?
—Sae, por favor.
—Estaré bien, te lo prometo.
—No te creo.
—Estás equivocado, mi jefe sólo quería protegerme.
—No me lo trago. —Lo sé—. Llámame cuando llegues a casa.
Y de la forma más sutil, elijo a Hyun... Aunque no lo merezca, aunque sea un maniático, aunque quizá me haga daño. No sé por qué, sólo siento que tiene que ser él.
—Por supuesto, ve tranquilo.
Contemplo a Hyun y por un momento veo que me mira con calidez, agradeciéndome el gesto, y en sus carnosos labios creo vislumbrar una leve sonrisa. ¿Lo estoy imaginando? Pero una vez más se oculta tras esa mierda de máscara que no me deja ir más allá.
Jae se me acerca, me da dos besos y se va...
Ya de vuelta en el coche, el silencio se apodera del pequeño espacio. Hyun conduce callado, secándose la sangre con pañuelos desechables. Desearía hacerlo yo, quiero curarlo... pero no lo merece.
—¿Adónde va? —le pregunto, al ver que no toma el camino de vuelta a casa.
—A comprar sus caprichos.
—¡Tú no estás bien de la cabeza! —Sus ojos verdes se oscurecen al mirarme—. ¿De verdad crees que voy a ir contigo de compras después del numerito que acabas de montar? Jae es mi amigo y lo quiero, no tenías derecho a...
—¡¡Cállese!! —Asustado por su terrorífico grito, me pego a la puerta del coche, alejándome de él —. Teme que le vaya a hacer daño, ¿no es cierto?
Pero yo jamás lo tocaría, no de esa manera.
De repente, detiene el coche en un lugar apartado, se baja y se mete en una calle. Acto seguido, empieza a dar patadas en el suelo. Desconcertado por su comportamiento, me bajo y corro tras él.
—¿Q-Qué pasa...? ¿Por qué se pone así? Señor Kim, estoy aquí; por favor, confíe en mí.
Todos sus músculos se tensan y me vuelve a mirar. Se lo ve triste, abatido y desconsolado, ¿qué le pasa a este misterioso hombre? Se acerca lentamente y yo no sé si huir o abrazarlo con fuerza... En el fondo tengo unas inmensas ganas de consolarlo.
—Si me tiene miedo, ¿qué hace aquí? Fuera, váyase.
Pero yo no puedo huir, me provoca ternura. Me acerco lleno de dudas y le acaricio el labio hinchado, que todavía sangra. Sus ojos se cierran con angustia, aunque me parece que disfruta del contacto.
—No le voy a negar que me asusta —susurro tembloroso, limpiándole las magulladuras—, pero una parte de mí me dice que, en efecto, nunca me haría daño... No físicamente.
—Físicamente —repite, abriendo los ojos y encontrándose con los míos—.
Eso no es decir mucho.
Desprende tanta desesperación... Me contengo para no lanzarme a sus brazos.
—Emocionalmente me lo acaba de hacer. Aún no logro entender qué ha pasado por su cabeza para llegar a eso. Me es imposible sacar una conclusión coherente y sensata.
—No quiero hablar de ello en este momento. No con usted, ni aquí. —Se aparta y mi mano cae en el vacío, luego se sienta abatido en un banco de madera.
Quiero saber más de él y me siento a su lado, rozándole la pierna con la mía. Entonces me mira, creo que con melancolía.
—¿A qué se dedica? — pregunto sonriéndole—. ¿Cuál es su trabajo?
Sus ojos se abren algo más. —Saeng.
—Por favor...
De la euforia y la exaltación ha pasado a la calma. Se lo ve muy relajado, quizá incluso demasiado.
—Tengo una agencia de modelos y de publicidad. — Asiento, alentándolo a continuar—. Sobre todo de chicas.
—¿Cómo se llama? ¿Dónde está? Tal vez haya oído hablar de ella...
Algo extraño le suscita esta pregunta.
—Grupo Park... Está en Nueva York, aunque aquí, en el centro de Málaga, tengo una sucursal y otra en Madrid.
—¿Park? —pregunto desconcertado—. ¿Es su segundo apellido? —La familia Kim me acogió y adoptó. —Su tono es cortante, frío, seco.
Entonces entiendo algunas cosas... Por ejemplo, por qué no se parece a sus hermanos. Éstos son rubios de ojos azules y Hyun, moreno de ojos verdes. Tiene además un tono de piel bronceado, mientras que Ki y Min son tan pálidos como yo mismo.
—No tenemos la misma sangre —añade.
—No es necesario tener la misma sangre para saber que son su familia. Los quiere mucho y ellos a usted.
Medita, parece luchar con algo.
—Son lo mejor de mi vida. Me aceptan como soy, sin querer cambiarme. «Eres bueno, -kim.»
—Leeteuk y KangIn lo miran con tanto amor... —Ante su actitud abierta, me permito indagar, lleno de ternura—. Es como un hijo más, estoy seguro. —En su casa siempre me he sentido amado, es cierto. Pero eso no disminuye el dolor de haber sido abandonado por la mujer que tendría que haber dado la vida por mí. Me desperté una mañana y ella ya no estaba. Se había ido sin más. —¿Por...?
—Basta.
—Entiendo. —Lo miro fijamente y siento un intenso deseo de acariciarlo. ¿Por qué no hacerlo? Temblando, acerco mi mano a la suya y se la rozo con delicadeza—. Me gusta oírlo, me gusta saber de su vida... entenderlo un poco. Es tan misterioso... — reconozco deslumbrado, con un nudo en la garganta al ver que no rechaza mi contacto—. Quiero que sepa que puede contar conmigo, hacerle saber que estoy aquí.
Su mirada contempla nuestras manos entrelazadas, toma impulso y de nuevo vuelve la verborrea:
—Sólo lo hace porque le pago. Sé que ése es el único motivo, o quizá ahora le dé pena, tal vez. Las personas son tan complejas cuando vislumbran dinero... Estoy solo, ya me he acostumbrado a la soledad, con la compañía de mi familia únicamente... Nicole y Yunho eran un punto de apoyo que ahora se desvanece y aparece usted, desafiante, de la noche a la mañana y en el momento más difícil para mí, pretendiendo que le crea, cuando en realidad me pide tanto o más dinero del que le regalo a mi novia por tenerla a mi lado.
Indignado y dolido, me levanto y me alejo de su lado peor que si me hubiera insultado directamente. Una vez más he chocado contra un muro de piedra. Ese muro que se interpone siempre que se trata de Hyun Joong.
—Quiero irme.
Hyun se levanta y, con gesto tranquilo, me agarra del brazo. Lo miro esperando una disculpa, que exprese su arrepentimiento por lo idiota que es a veces. Sé que en el fondo tiene buen corazón.
—Saeng, esto es lo que soy. No busque más porque no lo hay.
—No le importa lo que yo piense, ¿verdad?
—No le creo, ya no confío en nadie. No es el primero que me tiende una mano para luego dejarme caer al vacío.
«Yo no soy como todos», quisiera decirle.
—Suba, nos vamos.
Durante el trayecto de vuelta, no hablamos el uno con el otro, guardamos las distancias. Él, en cambio, habla por el «manos libres» con una voz que no le reconozco. La conversación va sobre coches, Hyun le pide a un hombre que le busque uno, o mejor dos, y mucho más caros que el que tiene.
Me cuesta entender tanto derroche.
—De acuerdo —termina diciendo—. Mira los tres entonces, no hay problema. Caro, sí, muy caro.
De camino, paramos unos minutos para recoger la compra. Una vez en la casa, me quedo en la cocina junto a Kyu, como debo hacer por mi trabajo, aunque, para ser sincero, me siento inquieto.
—Sae, ¿te encuentras bien? — me pregunta—. Estás muy raro desde que has vuelto de la compra. ¿Algún problema?
—Todo perfecto, no te preocupes. Sólo me duele un poco la cabeza.
En ese momento, mi Hermano me coge del brazo y me lleva al rincón más apartado de la cocina.
—Sae, tengo algo que contarte. ¿Te acuerdas de ChangMin del que tanto nos habla Joon?
—Sí. Creo que me ha dicho que mañana ha quedado con él. ¿Por qué?
¿Ocurre algo?
Kyu se echa a reír y señala hacia la puerta. Entonces lo entiendo todo.
¡ChangMin!
—No puede ser. ¿Es el chico nuevo?
—El mismo. Me lo ha contado sin darle importancia y entonces he entendido que de quien me hablaba era de nuestro hermano.
Qué mal gusto.
—No me cae bien, pero él verá lo que hace. —Cuando Kyu se vuelve para marcharse, lo cojo del brazo, reteniéndolo—.Kyu.
Nada más mirarme, sabe de qué le voy a hablar.
—Antes me ha dicho que lo siente mucho. —Sus ojos se llenan de lágrimas —. No merece la pena que llores por él, Kyu, el tipo es un estúpido. Le he dicho que estás mal y lo único que ha sido capaz de decir es que lo siente. Pretendía venir a hablar contigo, pero yo se lo he prohibido. No quiero verte así.
—Gracias, pero el día no puede ir peor.
Y de nuevo llora... Malditos hermanos Kim.
El tiempo va pasando. Aún falta una hora para que comience la fiesta y ya estoy agotado. He terminado de preparar la comida junto a Kyu, he soportado de nuevo los berrinches de Min, más un contratiempo con ChangMin. La tensión entre nosotros es evidente. Yo no lo soporto, porque se tira a mi hermano y porque pretende hacerlo con... Hyun.
Y ahora, por último, voy a servirles el café al señor Leeteuk y al señor KangIn. Conversan tranquilamente en la sala, mientras esperan a los primeros invitados.
—Pase, Saeng —dice ella, sonriente, al verme en la puerta. Luego continúa la charla con su esposo, que también me saluda con calidez. —Últimamente está más extraño de lo habitual, me temo que sea por Niki. —El estómago me da un vuelco. Hablan de Hyun—. Empiezo a pensar que lo mejor es que lo dejemos tranquilo. Hoy ha vuelto con la cara magullada y con más de diez bolsas de ropa, una vez más. No he querido preguntarle...
Ya sabes cómo es.
—Mi amor, tranquilo. Hyun es un hombre maduro y sabrá qué hacer. — KangIn parece orgulloso de él, algo que no sé por qué me da tranquilidad —. ¿Qué te preocupa?
—Ayer, cuando fui a hablar con él por la mañana para pedirle permiso para celebrar la fiesta, me dijo que la relación con Nicole está muy mal. Incluso se planteaba no invitarla. Ella me ha dado a entender que se han reconciliado, pero tengo la sensación de que es un paripé. Hyun no quiso besarla anoche en la cena, la esquivaba.
—Es verdad, no le hacía caso.
«Bien, bien, bien.»
—Hyun está ahora con Yunho, que ha venido a verlo. Otro que parece preocupado. ¿Te ha contado algo de él, Leeteuk?
Ahogo un jadeo involuntario. Yunho, el amigo con el que lo engañó su novia. ¿Cómo estará Hyun? ¿Por qué no se oyen gritos en la casa si es que están juntos?
Termino de servir el café.
—Gracias, Saeng.
—De nada, señor.
Desencajado, me armo de valor y voy hacia el despacho de Hyun. La puerta está cerrada y, aunque pego la oreja, no se oye nada. No lo pienso: llamo. Quien me abre no es Hyun, sino un joven fuerte y moreno, vestido con un estilo parecido al de él y peinado del mismo modo.
—Señor Kim, vengo para ver si necesita algo antes de que lleguen los invitados. —Lo digo sin apartar la vista del traidor, que no tiene reparo en comerme con los ojos. Hyun, al otro lado, carraspea, pero no dice nada—.
¿Señor? — insisto.
—No, gracias, Joven Heo. Puede retirarse. —Ha contestado brusco, agresivo—. Váyase, Saeng, ahora.
—¿Puedo hablar un segundo a solas con usted sobre unos cambios en el vestidor?
—Váyase.
No hay manera de entrarle, por lo que, al salir, dejo la puerta entornada y escucho un instante. Me duele que me trate así.
—Vaya, ¿de dónde ha salido ese bombón? —pregunta Yunho. ¿Qué ha sido eso, un gruñido?—. Eh, Hyun, suéltame.
—Aléjate de él. Es una advertencia, Yunho.
—Como quieras, joder, pero déjame respirar. ¿Por qué te comportas así?
Silencio y pasos que se acercan, tengo que irme corriendo. ¡Maldición, quería oír más!
Horas más tarde, la fiesta no puede ir peor. Por fin le pongo rostro a Nicole, esa mujer a la que odio sin conocerla: hermosa, coqueta y... muy llamativa. Es pelirroja, de cabello largo y ojos gris oscuro. Tiene cara de muñeca y un cuerpo de infarto, con pechos exuberantes y caderas muy marcadas.
Pegada a Hyun como una lapa, aparenta que son la pareja perfecta, a pesar de que él se aparta cada vez que tiene ocasión. Aun estando con ella, he descubierto a Hyun mirándome... a mí o mi nuevo uniforme, más corto y atrevido.
Mientras sirvo copas de champán a los invitados, voy alejándome de ellos dos, hasta que veo la mano de Nicole en el cuello de Hyun. Me sorprende el sentimiento que me corroe por dentro y el mal humor que siento de repente. Les doy la espalda, consciente de que el niño pijo de Yunho no me quita ojo, pero yo a quien quiero provocar es a Hyun y sé que entiende que estoy enfadado por la mirada que le he echado.
En la siguiente ronda, Hyun se ha librado de Nicole y me llama con un discreto gesto. Me acerco travieso, aunque disimulando. Al llegar a su lado, coge una copa de la bandeja que sostengo en la mano y me dice al oído con discreción:
—Lo quiero en mi despacho en cinco minutos.
—Estoy trabajando.
—En mi despacho. —Deja la copa y se retira, camino de su escondrijo—.
Cinco minutos, ni uno más.
Completamente húmedo, le digo a Kyu que voy a ausentarme un momento y, con cautela, me marcho detrás de Hyun. Cuando llego al despacho, antes incluso de que pueda llamar a la puerta, él me arrastra dentro, cerrando luego de un fuerte portazo tras de mí...
Parece ansioso y eso me gusta. Yo, en cambio, me muestro indiferente.
—¿Qué desea?
—Aún sigue enfadado —dice, arrimando su cuerpo al mío y acariciándome la cintura... La respiración se me acelera—. Ya sabe lo que deseo. Quiero hacerla mío aquí y ahora, sin importarme cuánta gente haya fuera.
—¿Y si le digo que no, señor Kim, qué me hará? —Deslizo durante un breve segundo el dedo por su labio y su ceja magullados. Me estremezco.
—Desnúdese.
—Y ábrase de piernas, ¿no? —Saeng, basta.
—¿Acepto paciente o lo mando a hacer puñetas por sus cambios tan bruscos de humor, que me tienen descolocado?
Se lo ve tan formal, tan imponente con ese traje de chaqueta gris. Mi enfado disminuye un poco... y otro poco más. Está tremendamente sexy.
—No me provoque, no juegue conmigo. —Con gesto posesivo, me agarra el trasero, llenándose las manos con él—. Sabe que no le estoy dando a elegir.
—Ella está fuera.
—¿Y cree que eso me importa? —Me calienta, me enciende, es tan macho —. No vamos a hablar de Nicole.
—¿De qué hablaremos?
—Hablar precisamente no es lo que pretendo. —Sonrío y lo beso. Me rozo con él—. Me vuelve loco. No me gusta cómo lo han mirado fuera, es una tentación para todos ellos.
¿Celos? No, su ego.
—No he podido apartar la mirada de sus piernas, demasiado expuestas. — Me toca y me pierdo, le deseo tanto que me da miedo—. Hablaré con Leeteuk, romperé el maldito uniforme.
—¿Ahora? —Consigue arrancarme una carcajada.
—No se burle, basta de una vez —gruñe sofocado—. No estoy para juegos. —Yo tampoco. Tome lo que quiera —lo tiento—. Lo que desee, todo es suyo.
Su miembro cobra vida en un instante. Jadeo al sentirlo tan grande, tan duro.
—Siempre tan descarado, es una lástima que tengamos poco tiempo. Y al cabo de unos segundos las palabras sobran. El sexo fue es rápido, duro, sin besos ni ternura pero si con pasión.
Al acabar, estoy como flotando.
—Ahora sí.
Sólo entiendo a qué se refiere cuando me atrapa los labios con los suyos con intensidad. Ahora sí abre su boca para mí, dejando que mi lengua se adentre en la profundidad de la suya. Que indague, que la posea como tanto anhelo. Un beso largo, furioso, lleno de ansia. Un beso que me deja sin aliento.
—Lo veo luego —dice, interrumpiendo el beso de golpe y dejándome con ganas de más, de mucho más.
—Esta noche no duermo aquí, lo haré en Jeollabuk-ado, en casa de un amigo... He quedado con un amigo, ¿recuerda? —«Pídeme que me quede», casi le suplico—. Lo veré el lunes por la mañana.
—¿El lunes? Bien.
—¿Por la mañana?
—Quizá.
Busco su mirada para ver su reacción. Parece burlarse de mí, pero no entiendo por qué y asumo que es otro de sus famosos cambios. Como no me pide que me quede, me marcho.
Por fin se ha acabado todo y me relajo en el bar Blanco y Negro con mi amigo Yoochun, aunque no encuentro la paz suficiente ni siquiera tras tomar unas copas. El tema de conversación tiene un solo nombre: Kim Hyun Joong.
—No sé qué me pasa cuando estoy con él, me muestro coqueto, desinhibido. Me divierto diciendo lo contrario de lo que desea oír. Le gusta tener el control, pero yo trato de no cedérselo y... En fin, lo mismo que te estoy contando desde hace una hora.
—Aún no lo puedo creer. Es una locura cómo ha empezado lo poco o lo mucho que tenéis. —Sus ojos castaños reflejan su sorpresa —. Es precipitado y a la vez excitante; supongo que tiene que ser un huracán para que hayas caído tan fácilmente.
—Algo así. No sé cómo detenerlo, igual que no supe la primera noche.
Y no me arrepiento.
—Sae, ¿no te estarás enamorando? —me pregunta sonriendo.
—¿Estás loco? —contesto con rapidez. Jamás podría, no con él—. No podría, Yoochun. Es demasiado raro y no somos compatibles. Además, Hyun no busca una relación estable y yo no soportaría a alguien tan voluble. De repente se enfada y grita y me besa... Más otros comportamientos extraños.
—Pero os atraéis y una cosa lleva a la otra, ¿no?
—No lo creo. —No, me niego a rendirme ante un hombre tan variable —. Sólo nos llevamos bien mientras estamos..., ya sabes, y a veces ni siquiera entonces. Él me quiere desnudar en cada encuentro.
—¿Y eso te divierte?
Sí, ahora mismo me estoy riendo. Ay.
—Es gracioso cuando ordena: «Bájese el pantalón y ábrase de piernas, ahora». —¿En serio estoy contando esto? ¡Qué bochorno y qué patético!—. Creo que es su físico. Nunca he visto a un hombre tan perfecto y guapo. Es espectacular.
Pero Yoochun parece no oírme, se ha quedado embobado, con la mirada perdida detrás de mí, de lo que deduzco que no se trata del mismo chico que lleva llamando su atención toda la noche.
—Oh, vaya. ¿Y qué me dices de ése?
Y señala detrás de mí. Sonriendo, me vuelvo para ver quién es y antes de hacerlo puedo darme cuenta de que no soy el único curioso.
De repente todo se paraliza... Un hombre de cuerpo perfecto, ojos de un verde intenso y cabello oscuro, que mi cuerpo reconoce incluso a distancia, parece buscar a alguien con la vista entre la multitud. Mi corazón se acelera desmesuradamente cuando una chica se le acerca: ¡es Hyun! ¡Está aquí! ¿Ha quedado con esa joven con la que habla? Siento una fuerte punzada de decepción. Si es así, nuestro trato se rompe hoy mismo y yo no quiero perderlo, aún no.



Una noche con él
La inquietud de apodera de mí. ¿Qué hace Hyun aquí? Me derrumbo al ver que busca a otra persona, que no tiene suficiente conmigo, que me miente. Aunque es extraño, éste no parece uno de sus lugares habituales: el local es más bien para gente sencilla, no de su posición económica y además queda muy lejos de su casa.
Cabizbajo y dolido, me vuelvo hacia Yoochun. Por supuesto, no me acercaré. Hyun no sabrá que yo estoy aquí, descubriendo que ha roto el pacto.
—¡Sae!, vaya, te ha gustado, ¿eh? —se burla mi amigo—. Oye, ¿qué te pasa? Te tiemblan las manos.
—Es él, Yoochun —respondo suspirando, con tristeza—: es Hyun Joong. El hombre misterioso del que llevo hablándote toda la noche. —¿Qué? Joder, Sae, menudo tipo. Entiendo tu fijación...
—Tenemos que irnos, no quiero que me vea aquí.
Bebo otro trago, nervioso. Ya no soy capaz de dominar mis nervios y, para colmo, no puedo volverme para mirar.
—Sae —susurra Yoochun—, viene hacia aquí.
Tiemblo aún más.
—¿Ha-hacia aquí?
En breves segundos veo su sombra junto a mí, atormentándome.
—Buenas noches, soy Hyun Joong —saluda cortésmente.
Yo lo miro y me encuentro con sus ojos verdes clavados en mí.
—Hola.
—Ejem... Sae, creo que ha llegado la hora de que vaya a presentarme ante aquel tío bueno — dice Yoochun, levantándose—. Ha sido un placer, señor Kim.
Él asiente sin perderme de vista, recorriendo cada centímetro de mi cuerpo, abrasándome.
—Bienvenido. —Juego con el borde de mi copa y pregunto, haciéndome la tonta—: ¿Qué lo trae por aquí?
—Usted. Voy a sentarme.
Asiento con timidez, aunque él no ha pedido permiso. Una vez más. —¿Qué he hecho ahora? — Pregunto distraído—. Tiene que ser algo muy grave para que haya venido hasta aquí. ¿Cómo me ha encontrado? —La fiesta era una mierda — contesta secamente—, no veía el momento de irme de allí. Su hermano Kyu me ha dicho dónde estaba.
Que Kyu ¿qué?
—¿Está loco? Va a sospechar. ¿Qué le ha dicho exactamente?
—Saeng, no me grite. —Ya empezamos—. Le he dicho que un amigo suyo llamado Jae Joong preguntaba por usted y deseaba verlo. Ha dudado un momento, pero al final lo he convencido.
—Muy astuto. ¿Y bien?
Con un rápido movimiento se sienta más cerca y su mano va directamente a mi muslo. No puedo reprimir un jadeo ante su osadía.
—Quiero pasar un buen rato con usted, Saeng.
Gracias a Dios que llevo pantalón.
—Pensaba que buscaba a alguien más, lo he visto hablando con una mujer.
—Me ha preguntado la hora.
¡Ya!
Recorre mis piernas, mis muslos.
Pues parecía que quisiera comérselo...
—He venido por usted, creo que lo he dejado bastante claro.
—Es mi día libre —protesto, deteniendo su avance—. Hace apenas un rato que usted y yo...
Y me mira con la intensidad con que suele hacerlo. Deseo saber qué piensa, pero ya estoy acostumbrado a no saber descifrarlo.
—Hyun...
Su mano se deshace de la mía y se aparta.
—Me voy pues, lo veré el lunes. —Su tono es frío y distante —. Páselo bien y recuerde el pacto.
Entonces me pongo ansioso. ¿Realmente quiero que se vaya? —No se vaya. —Lo cojo del brazo—. Tómese unas copas conmigo, ¿le gustaría?
Una sonrisa cautivadora aparece por unos breves segundos en sus carnosos labios. Unos segundos que atesoro en mi mente. Es la primera vez que me sonríe así.
—¿Dónde la ha dejado?
Se niega a contestar, pero yo insisto.
—En su casa, le he dicho que no me encuentro bien. —Espero, él niega con la cabeza y me acaricia el pelo, provocándome escalofríos—. Ella me entiende, me soporta, ¿quién más lo haría?
—No está enamorado, ¿me equivoco?
«Que diga que no, que no.»
—No se equivoca. —Suspiro aliviado—. A lo que Nicole y yo tenemos nunca se lo ha podido llamar amor. Cariño y ambición quizá.
—No entiendo nada, ¿para qué quiere retenerla entonces?
—Es una forma de tenerla controlada y que no me agobie. — Alza mi copa y me la pasa por los labios. Saco la lengua y él la aleja —. Ella disfruta de dinero, de lujos. Está callada y es lo único que pretendo.
—Interés.
—Por ambos lados, sí. — Apoyo un codo en la mesa y me doy cuenta de lo relajado que se lo ve —. Pese a todo, Nicole me consiente y me cuida. No quiero estar solo. «Yo estoy aquí.»
—¿Y Yunho?
—Ni lo mencione. —Me sujeta el mentón—. No lo quiero cerca de usted.
Se lo prohíbo.
—¿Por qué?
—Quiero protegerlo. —Me suelta, aunque sigue desencajado—.
¿Entendido?
—¿Por qué?
—Porque me da la gana y se acabaron los porqués.
—Como quiera.
Me cruzo de brazos, evitando mirarlo. Y así transcurren los minutos, él a mi lado, callado. Sin rozarnos y yo muriéndome de ganas de más confesiones.
—Voy a pedir las copas y enseguida vuelvo. —Asiento con una tímida y distante sonrisa al verlo marchar.
Es un hombre serio, pero hoy se ríe y me toca, ¿quién lo entiende? En cuanto llega a la barra, algunas miradas femeninas lo recorren de arriba abajo. Él parece ajeno al hecho, pero a mí me empieza a molestar. Inquieto, me levanto y busco a Yoochun entre el gentío, pero no veo ni rastro de él. Entonces la música suena con más intensidad y la melodía me invita a bailar. Me muevo por la pista, dejándome llevar por el ritmo de Merche con los ojos cerrados. Me siento libre de nuevo, lejos de responsabilidades.
Unas manos me rodean la cintura desde atrás y Hyun acerca su cuerpo al mío. No me hace falta volverme para saber que es él. No baila, pero me busca con atrevidos movimientos.
Suspiro resignado, me gusta mucho.
—Sé que es usted, reconozco muy bien esas manos —jadeo, contoneándome contra su cuerpo—. Podría vernos alguien conocido... —No me importa —contesta en mi oído con voz sensual—. Es un pecado bailar de esta forma, no soy al único al que está tentando.
Ignorándolo y todavía moviendo mi trasero contra su miembro hinchado, vuelvo la cara y lo miro. Lo veo contenido, tenso. Está excitado y lo está por mí, no por las muchas mujeres que lo miran con deseo.
—Saeng, deje de provocar.
—No pretendo tentar a nadie más. Usted es el único que me importa. ¿He dicho ya que me trastorna?
Gruñe y su aliento me hace cosquillas en la oreja. Sus manos descienden muy lentamente desde mi cintura hacia mi vientre y un poco más abajo.
—Hyun, para...
—Ya no puedo. Me está matando y me es imposible contenerme. Venga conmigo a los servicios. —Me coge de la mano y me lleva a través de la multitud hacia los lavabos.
—No. —Lo detengo.
—¿Por qué?
—Porque yo he venido a pasarlo bien, no a retozar en los lavabos públicos como un cualquiera.
Cambia de actitud, se lo ve cada vez más enfadado, me grita y maldice sin coherencia... hasta que de repente me señala y parece relajarse. Me cruzo de brazos esperando otro cambio.
—Le queda muy bien el pantalón azul. —Me vuelvo gelatina —.
Oh, Dios, Dios... Qué calor. Termino apoyado en la pared, casi babeando. —Definitivamente está usted loco, Hyun Joong. —Casi le arranco una carcajada. Casi—. ¿Me está persuadiendo para que tenga sexo aquí con usted?
—Entre al servicio. Lo quiero con las manos apoyadas en la pared y ese culo hacia arriba. Voy a probarlo.
—Me voy a mi casa, de probar nada. —No tengo fuerzas para lo que me pide, por Dios—. ¿A qué viene esta obsesión con el sexo?
—Tiene un solo nombre.
—¿Y es...?
Se acerca y me besa. Me chupa el labio, me lo muerde, se aleja.
—Heo Young Saeng.
—¿Bromeando, Kim? — me burlo como él de mí. Pero no se ríe, no está jugando—. No me lo creo.
—No es mi problema — contesta de mal humor—. Entre en el baño.
—No creo que sea buena idea y mucho menos aquí.
—¿Me estaba provocando y ahora se echa atrás?
¿Un reto? No me resisto.
Lo cojo de la mano y lo llevo hasta el baño. Nos encerramos, lo siento en el retrete y le desabrocho el pantalón con sensualidad. Pese a su confusión, no dice nada. Cuando ya tengo su miembro al descubierto, me quito los pantalones ante la mirada de sus ojos brillantes, con la lujuria y el deseo refulgiendo en ellos.
—¿Satisfecho con esto? — murmuro, sentándome sobre él—. Qué calor...
Es increíble la sensación de sentirme invadido, llenado por su virilidad.
—Saeng... —jadea y yo le saco la lengua.
Me encanta que diga mi nombre en la intimidad.
Entonces se hace con el control de la situación, me agarra de las caderas e impone un frenético ritmo, mientras me empala con fuerza y hunde su rostro en la base de mi cuello, que lame mientras gime y yo tiemblo con sus movimientos apasionados, locos. Hyun es tan caliente y Hombre que me abruma.
—Aférrese a mis hombros.
Acato su orden y me dejo llevar por las tórridas sensaciones que este maldito hombre provoca en mí. ¡Ay, no! Odio sentirme tan tonto.
—Hyun...
Echo la cabeza hacia atrás y se detiene. Su mirada me busca con urgencia, su respiración suena entrecortada y su voz fría al decir:
—¿Por qué me llama por mi nombre? Sabe que no me gusta que me tutee, menos aún en estos momentos.
—Tú lo haces.
—Yo soy su jefe.
—Hoy no estoy de servicio. —Hago amago de alejarme, pero me sujeta por las caderas y se clava en mí. Me duele—. ¡Ay! Es un imbécil, Kim. Entrelazo mis manos en su nuca y me muevo como si montara a caballo. Entre mis balanceos, sus manos y el recorrido de su lengua en mi piel, estoy al borde del orgasmo. Las embestidas se tornan desesperadas y cuando salgo un poco lo anhelo con locura.
—Señor Kim —susurro, lamiéndole la oreja. Él se estremece de pies a cabeza y me embiste sin cesar, apasionado, posesivo y loco. Toma mi miembro en su mano y comienza a subirlo y bajarlo al ritmo de las envestidas —. ¿Por qué es siempre tan salvaje?
Recibe mis palabras con un gruñido animal, pero no contesta. Cada vez me siento más frustrado en esta relación. Me busca, tenemos sexo después de decidir por su cuenta que tengo que ser suyo, pero apenas sé nada de su vida. ¿Qué diablos pasa con él?
—¿Nunca me va a contestar? —Lo muerdo, presiono—. Sigo esperando.
No responde y las siguientes acometidas son sosteniéndonos la mirada, asaltándome con más rapidez y soltura. Me tenso, los primeros temblores llegan, invitándome a saltar al vacío.
—Ya —ordena—. Saeng...
—Quiero un beso.
—Cállese, ahora no —replica, torturándome con el placer que me proporciona—. No se atreva a...
—Si me quiere callado, bésem... Oh, oh.
Sus gruñidos y mis gemidos se unen, aun así, sigue llevando su máscara de hielo. Me pierdo entre temblores y cabalgo con audacia, ansioso, necesitándolo. Entonces, Hyun se convulsiona vaciándose en mi interior y yo entre nuestros abdomenes. Es maravilloso sentir que somos uno solo. Le araño los hombros y descargo la tensión creada por su pasión, por sus caricias sobre mi piel.
—Kim, qué fogoso.
Él no dice nada, a la espera de que sus espasmos mengüen. Me mira una vez más con esa rabia suya tan característica y bruscamente me sujeta la cara entre las manos, mientras se apodera de mi boca. Tan sensual y voraz como sólo él sabe serlo.
Y, aunque me devora, lo siento distante. Al retirarse, nos quedamos mirándonos el uno al otro, buscando ¿qué? Su mirada parece guardar miles de secretos, secretos que yo me propongo descubrir. Quizá Hyun no merezca tanto, o sí, no lo sé. ¿Qué pasará cuando me vaya? Todo lo que hemos vivido quedará atrás, como él...
—¿Qué piensa? —me pregunta con intensidad—. Parece ausente. De hecho, es la vez que más lejos lo he sentido.
—Yo he tenido la misma sensación con usted —reconozco desconcertado —. Será mejor que salgamos, mi amigo me estará buscando.
Hyun asiente sin más. Yo me obligo a pensar que él estará en mi vida tan sólo unos meses, que luego yo la retomaré con normalidad y su existencia ya no deberá perturbarme.
Cuando salimos fuera, busco a Yoochun por el local. ¡Ni rastro de él! Hyun sigue a mi lado, aunque intuyo que, una vez cumplido su objetivo, se irá.
—Parece que su amigo no está.
—Voy a mandarle un mensaje. Es raro que se haya marchado sin mí.
Mensaje: de Saeng a Yoochun. A las 3.34.
Yoochun, ¿dónde estás? Te estoy buscando.
Mensaje: de Yoochun a Saeng. A las 3.36.
Como te he visto con tu dios griego, me he ido con el chico de la barra. Te veo mañana en la piscina.
Vaya, ¡menuda amigo! Se marcha con un tipo dejándome solo...
—Tendré que irme en taxi. Mi amigo ha ligado y se ha largado...
Cuando llego a la salida, me vuelvo para despedirme y veo a Hyun con semblante serio y apagado.
—Yo lo llevo.
—No se preocupe, no es necesario.
Se enfada, pensando que lo estoy desafiando de nuevo. No puedo o no sé hacer nada más que sonreírle. ¿Siempre será así?
—Está bien, vamos.
Al llegar a mi casa, me bajo del coche y Hyun también. Lo miro extrañado. ¿Ahora qué será?
—Lo veo el lunes, señor Kim —digo con una sonrisa. Quiero besarlo, pero no sé si debo —. Lo he pasado muy bien con usted esta noche. Ha sido corta pero intensa.
—Aún no ha terminado. ¿Estará solo en su casa?
Vivo prácticamente solo es más que obvio
—Sí, vivo solo
—Eso puede ser peligroso.
No, no y no. ¡Ay!, me gusta demasiado su preocupación.
—Estaré bien.
—Puedo llevarlo de vuelta a mi casa —insiste—. O, si le apetece, puedo pasar la noche aquí. Digo, sólo para asegurarme de que está bien.
¿Qué? Esto sí que es una sorpresa. ¡Pasar una noche entera con él!
—Bueno... su familia, su novia, se preguntarán dónde está.
—¿Quiere o no quiere?
Le sonrío y lo invito a entrar. Me siento extraño en la casa después de tantos días sin pisarla, y, sobre todo, al tener a Hyun a mi lado.
—Siéntese, voy a abrir las ventanas para airear un poco.
Me dirijo a mi habitación y cojo un pijama verde, cómodo, sin nada de atractivo. Él solamente ha venido para asegurarse de que estoy bien, así que no quiero ni debo provocarlo. Me siento en mi pequeña cama y pienso en los cambios que han sucedido en mi vida desde la última vez que me fui de Jeollabuk-ado.
Llegué a aquella casa de ricos, un tipo de gente que nunca me ha gustado.
Me tocó soportar las rabietas de una diva y, para colmo, conocí a Hyun Joong... Este hombre misterioso que cada día exige más tiempo y espacio en mi vida. ¡Demasiados cambios!
Termino de ponerme el pijama, me recojo el pelo y salgo a buscarlo. Está de espaldas a mí, mirando todas las fotografías que hay en la casa. Al notar mi presencia se vuelve y me contempla de arriba abajo. ¿Lo habré decepcionado? Éste soy yo. Hyun me conoce desnudo, en ropa interior o con uniforme, pero así de poco presumido soy en casa.
—¿Son sus padres? — pregunta, señalándome una de las fotos. Digo que sí con la cabeza—. ¿Dónde están?
—En Gochang —respondo, sentándome en el sofá—. ¿Le apetece un café o algo?
Él me sigue estudiando, intimidándome.
—No, gracias —contesta, sentándose a mi lado—. ¿Cuántos años tiene usted?
Temas personales...
—Veinticuatro.
Se pone rígido, aprieta los puños y su mirada se endurece. Una reacción que me desconcierta.
—¿Lo tratan bien sus padres?
—Claro... somos una familia muy unida, mis padres y mis hermanos somos muy unidos aunque para Joon siempre seré su hermano menor…
—Es un buen chico, a veces lo veo cuando lleva y trae a Min.
Mi pobre Tortugita...
—Es un hermano ejemplar, sí. Cada vez que vengo a Jeollabuk-ado no me falta de nada, tengo todo el cariño que necesito... y casa. Me gusta esto y adoro a Joon.
Lo miro con disimulo, buscando las marcas de la pelea con Jae. Las resigo con los dedos y él me lo permite. No sé por qué siempre tengo que ponerme tan nervioso y sentirme tan inseguro preguntándome qué pensará, si tal cosa o tal otra le gustará, si no...
—Váyase a dormir, Saeng, es tarde.
—¿Por qué es siempre así? — Me aparta y se pone recto—. Tan serio.
Parece amargado y casi nunca sonríe.
—Saeng, la vida es muy dura a veces. No puedo ser de otra manera, así es como soy.
¿Será el momento?
—¿Me quiere contar más? — pregunto con cautela.
—Ya sabe lo suficiente. Ha conocido a mi novia y sabe que es una interesada y que me ha engañado con mi mejor amigo. Por una apuesta, de acuerdo, pero lo ha hecho. Pese a ser como es, jamás creí que pudiera estar con otro, pero Yunho me demostró lo contrario, abriéndome los ojos... —Se calla, medita un momento y luego, mirándome, añade—: Ha visto que no controlo mis impulsos, que puedo ser un témpano de hielo y al cabo de un segundo el hombre más ardiente de la Tierra. Y, sobre todo, sabe que soy adoptado. Pocas personas saben tanto de mí o de mi vida.
—¿Qué quería Yunho? — pregunto, ignorando sus protestas.
Hyun parece preocupado, tenso, incluso diría que triste.
—Quería que lo perdonase. — Alzo una ceja esperando más—. Lo he hecho. Él no es quien más culpa ha tenido en todo esto. Si he perdonado a Nicole, ¿por qué no a mi amigo?
—Porque podría haberse detenido cuando ella aceptó. Eso es lo que habría hecho un amigo de verdad.
—Es el único que tengo.
—Pues creo que no sabe elegir. A veces, es mejor estar solo que con gente tan rastrera como ellos.
Furioso al oírme decir estas verdades, me hace sentar a horcajadas sobre él y me atrapa con fuerza entre sus brazos, inmovilizándome, pero no me besa ni me acaricia. Algo que yo estoy deseando.
—No le he dado las gracias por la tarta de esta mañana.
—No hay de qué —respondo, aproximándome a su boca—. Me está volviendo loco. Me dice una cosa y luego hace lo contrario. Sé qué quiere, lo que busca. ¿Por qué no lo pide? Déjese de juegos y vayamos a la cama, en vez de rozarme para calentarnos y nada más. ¿A qué ha venido aquí?
—¿Cree que a por sexo?
—No lo dudo.
Se calla y un silencio ensordecedor cae sobre nosotros.
—Será mejor que vaya a dormir. —Hace que lo mire, que me derrita al pasar su lengua por el contorno de mis labios—. Usted no me conoce, no tiene ni puta idea.
—No me deja conocerlo. — Hundo los dedos en su cabello, mientras me balanceo, frotando mi sexo con el suyo hasta que ambos gemimos. Pero él, sorprendiéndome, me aparta y me ayuda a ponerme de pie.
—Duerma, yo me quedaré aquí.
«¡Como quieras!» —Buenas noches.
Media hora más tarde aún sigo despierto. ¿Cómo podría dormir con él tan cerca y a la vez tan lejos? Me levanto sin hacer ruido y voy a la sala. Ahí está, tan guapo que me deja sin aliento... Se ha tumbado en el sofá del fondo, el rojo, y parece relajado y tranquilo.
Me dan ganas de acariciarlo, necesito besarlo, hacerle saber que puede confiar en mí como lo haría con un amigo... Quiero suplicarle que aleje a las personas que le hacen daño, que lo manipulan con mentiras. Me acerco y me inclino hacia él, pero cuando voy a darle un beso en la frente, sus ojos se abren como platos.
¡Qué susto!
—¿Qué sucede? —suspira incorporándose.
¿Qué le digo?
—He... he oído un ruido en la habitación y me he desvelado. — Finjo estar asustado. Es la oportunidad de arrastrarlo hasta mí —. ¿Me acompaña? Hyun se incorpora bruscamente y viene conmigo. Lo inspecciona con detenimiento, se acerca a la ventana del fondo, mira debajo de la cama, dentro del armario.
—Todo está bien. No se preocupe, estoy aquí y no va a pasarle nada. Mimoso, me tumbo en la cama y doy unos golpecitos a mi lado para que se acueste junto a mí.
—¿No pensará quedarse de pie? —pregunto con inocencia—. Así no podré dormir.
—Sabe que, exceptuando a Nicole, no suelo dormir con nadie. —Aprieto las sábanas con impotencia—. No, Saeng, no dormiré en la misma cama con usted —recalca.
—No es dormir, más bien descansar —replico molesto—. Su actitud es una bobada, como eso de no besar durante el sexo. ¿Acaso necesita tener un sentimiento para hacerlo?
Hyun me mira atónito. ¿He acertado? Y finalmente se decide. Se tumba a mi lado, no muy lejos de mí, ya que, para mi suerte, la cama es demasiado pequeña. Para provocarlo, yo me pongo boca abajo, dejando mi trasero perfectamente a la vista. ¿Por qué me habrá rechazado antes?
—Saeng... —me advierte.
«¡Bien!»
—¿Qué desea, señor Kim? —Bostezando, me apoyo en los codos—. ¿Todo bien?
—Esa postura no es buena, dese la vuelta.
—¿Por qué? Usted sabe que si le apetece algo puede pedírmelo.
—No quiero aprovecharme, no he venido a eso. —Yo muevo el trasero, me contoneo—.Saeng, por favor.
—¿No quería probarlo? No me diga que ha cambiado de idea.
—Si vuelve a tentarme, me marcho. —Suena cortante, de repente enfadado con el mundo—. Buenas noches.
Me acurruco en la cama, dándole la espalda. Frustrado con él y conmigo. Entonces, me coge del pelo y tira sin hacerme daño hasta que estamos cara a cara.
—Saeng, no quiero que nadie más lo pruebe, ¿entendido?
—¿P-Por qué? —pregunto, aturdido por su confesión—. ¿A qué viene esto? —Porque soy muy egoísta. No lo hará, dígame que no lo hará. No al menos durante el tiempo que sea mío.
¡Mierda! Ha vuelto el hombre frío y calculador que me exige sin alternativa de escape, que me impide esquivar su mirada.
—Prométamelo.
Pero las palabras se me atascan en la garganta. Me siento desconcertado, indefenso. A él en cambio se lo ve decidido pese a la hora y al cansancio. —¡Prométamelo! —Asiento y casi gimo, encendido ante este hombre tan áspero. Me pone a mil —. Saeng...
—Lo prometo —cedo finalmente, consumido por una extraña sensación—.
Prométalo usted también —digo.
—Se lo prometo.
Satisfecho, me deja caer con suavidad sobre la almohada. Él se aparta, tumbándose, y yo lo estudio y le sonrío con ternura.
—Buenas noches, señor Kim.
Su mirada, de un verde oscuro en este instante, se fija en mí. Creo vislumbrar un brillo diferente en ella, pero entonces vuelve la cabeza hacia el otro lado.
—Buenas noches, Joven Heo.
A dormir con el calentón... Pero no lo consigo fácilmente. Él no deja de moverse en la cama, se levanta y luego se tumba de nuevo. Va y viene e incluso ¡llama por teléfono a estas horas de la madrugada! Habla apresurado y no entiendo qué dice. Dos horas más tarde, está otra vez a mi lado y por fin puedo conciliar el sueño mientras él sigue despierto.
Cuando abro los ojos por la mañana, no lo veo en la cama, para mi tristeza, se ha marchado. Contrariado, me levanto, me recojo el cabello alborotado y voy a la sala. Veo una nota suya.
Joven Heo, he tenido que marcharme para arreglar unos asuntos. Le dejo mi número de teléfono. Ya sé que tiene planes para hoy, pero me gustaría que los cancelara y pasara el domingo conmigo.
Espero su llamada. Atentamente: Hyun Joong.
Me río solo ante la breve pero significativa nota. Hyun quiere pasar el día conmigo, pero yo no puedo dejar plantados a mis amigos. Le debo una explicación a Jae y a Yoochun, una buena bronca. Puedo repartirme... Pasaré con ellos la mañana y parte de la tarde y el resto del día y de la noche con Hyun Joong.
¡En marcha!
La mañana en la piscina pasa divertida. Primero regaño a Yoochun por dejarme anoche, aunque al final termino pidiéndole detalles de su cita. Con Jae la cosa está tensa. Aunque le explico de nuevo que Hyun es mi jefe y que sólo trataba de protegerme, no me cree.
Así pues, le cuento mi secreto, es mi amigo y me resulta difícil mentirle.
—Sae, tú nunca has sido así — dice molesto—. ¿Cómo pudiste hacer semejante trato?
—Ya te lo he dicho. En ese momento quise jugar... y aún lo estoy haciendo. No me quedaré con el dinero, pero si rompo el trato no podré estar con él —explico sonrojado—. No quiero parar esto. Hyun me gusta y, además, sólo será un tiempo.
—Mereces algo y a alguien mejor —insiste, acercándose con lentitud —. Olvídate de los Kim, de él. Ven conmigo, sabes que puedo ofrecerte mucho más.
Con gesto tenso, retrocedo y miro hacia otro lado. No quiero ser brusco, pero es un tema hablado y aclarado, nunca podré verlo como él quiere.
—Jae, sabes que no debes... —Pero no puedo terminar la frase, porque sus labios cubren los míos sin previo aviso, con decisión—. No...
Con insistencia, busca que yo abra la boca, pero me niego, no es a él a quien me muero por darle esta clase de besos. Desesperado, consigo soltarme.
Me entristece verlo tan dolido, pero no puedo engañarlo.
—Jae, lo siento mucho, ya lo sabes. —Sus manos acarician las mías, disculpándose—. Te quiero, pero como a un buen amigo... En cambio a él lo deseo como hombre.
Me estrecha entre sus brazos y yo, confuso por la confesión que acabo de hacer, me dejo abrazar.
Y en este mismo momento, justo enfrente de donde yo estoy abrazado a mi Jae, veo a Hyun Joong mirándonos muy quieto, impresionado... Mientras mi corazón late frenético, su terrorífico semblante refleja asco y desprecio.


Algo extraño
Me separo de Jae reticente, lleno de inquietud, Hyun ha desaparecido al darse cuenta de que lo he visto. Su rostro reflejaba claramente lo que ha pensado al encontrarse con la escena. Ha interpretado que lo he traicionado, que me he burlado de él, como todos.
¿Qué hago ahora? Hyun ya no está, se ha marchado.
—Jae, vuelvo enseguida. —Hago ademán de marcharme, pero sus brazos me aferran—. Jae, suéltame. Necesito un momento.
—¿Qué ocurre? —pregunta preocupado. Rehúyo su mirada—. Ya entiendo, ¿es él? No puedo creer que esté aquí. Sae, hoy has quedado con tus amigos, con nosotros, ¿no eres capaz de olvidarte de ése por un día y disfrutar? No lo quiero aquí.
Lo que me faltaba. —No seas estúpido, Jae, tú no mandas en este lugar. —Sus ojos se abren impresionados, no acostumbro a hablar de este modo —. Lo siento de verdad —añado de inmediato—, pero te estás metiendo donde no te corresponde. No he quedado con él aquí, pero si lo hubiese hecho no sería asunto tuyo.
Ahora vuelvo.
Corro rezando para que Hyun no se haya marchado y cuando doblo la esquina y lo veo, suelto un suspiro de alivio... Está de espaldas a mí y puedo ver cómo libra su particular batalla, debatiéndose y luchando consigo mismo. —Señor Kim, tenemos que hablar.
Cuando se da la vuelta y le veo la cara, no tengo dudas. La conversación va a ser difícil. —¿Quería burlarse de mí? Pues bien, lo ha conseguido. ¿Cómo puede ser tan cínico? —Me tenso, no pienso tolerárselo—. Anoche me prometió que ningún otro iba a gozar de usted, me prometió que no lo tocarían y ha tardado muy poco en jugármela. Tenga usted lo único que la ata a mí —escupe despectivo. Se da la vuelta, entra en su coche y coge su chequera. Enseguida sé que pretende y lo odio más que nunca—: Aquí tiene el dinero por los días que ha pasado conmigo. Ha sido un amargo placer, Joven Heo.
—Dame.
—¿Lo va a coger? —Se alarma, al verme tender la mano—.
Maldita sea, ¡maldita!
—Es mío, ¿no?
Ya creo conocerlo y sé que aceptar su cheque es el insulto más grande que le puedo hacer. De un tirón, se lo arranco de las manos y me lo guardo en la parte superior del boxer. Sus ojos se abren con impotencia y horror y acto seguido me recorre el cuerpo con la mirada. Sus músculos se contraen y sé que, aunque no lo quiere demostrar, me vuelve a desear. —Ya lo tengo, puede usted marcharse.
—Es lo único que quería, ¿dónde queda el «estoy aquí» cuando me dice que puedo confiar en usted? ¡¿Dónde, Saeng?!
Ya está divagando.
—¿Sabes, Kim? Eres un mierda. Si en vez de llegar y pensar estupideces, preguntaras, no habría estos tontos malentendidos. Tiene una mirada dolida, las facciones tensas. Cree realmente que lo he traicionado. —¿Qué quiere decirme? ¿Que lo que he visto con mis propios ojos no es verdad? No quiera volverme loco, por favor —suspira, pellizcándose el puente de la nariz
—. Está todo muy claro, Joven Heo, quería dinero y ya lo tiene. —Si lo quieres creer así, allá tú. Pero déjame decirte que conmigo te has equivocado; yo soy un hombre de palabra. —Una sonrisa sarcástica aparece en sus labios—. Ya veo que te parece divertido. Y no me digas que no puedo tutearte, porque hoy no eres mi jefe en absoluto y te hablo como me da la gana.
—¡No me provoque, no lo haga!
—Creía que eras un hombre más inteligente, pero ya veo que me equivocaba. A la perra de tu novia le perdonas que te engañe con tu mejor amigo. En cambio, conmigo, que no te he dado motivos para que desconfíes de mí, no lo haces. Los has perdonado a los dos sin cuestionar nada, ¿por qué a mí no me escuchas? Ya sé que me vas a decir que soy un minucio en tu vida, pero al menos déjame explicarte que esta minucio no tiene nada que ocultar.
Abre y cierra los puños... En cualquier momento estallará. —Se está pasando, Saeng, y mucho.
—Pues te jodes. — Arrebatador, me acerca a él agarrándome del brazo, reprimiendo en parte su rabia—.
Hoy es mi día libre, pero aun así tú te empeñas en estropeármelo. ¿Pues sabes qué? No lo vas a conseguir. En cuanto vuelva a entrar ahí con mis amigos, me voy a olvidar de ti y de toda tu porquería. Su mirada se clava en la mía dejándome helado. Siento su frustración, su lucha interior, ¿acaso quiere creerme pero no puede? Ya no sé qué pensar en cuanto a él, lo que lo rodea siempre suele ser confuso.
—Quiero decirte una cosa: no voy a permitir que te vayas sin ser consciente de que te has equivocado conmigo. Has visto perfectamente: Jae me ha besado, no lo niego. — Aprieta aún más la mandíbula—. Si has visto la escena completa, habrás podido comprobar que yo lo he apartado de mí sin corresponder a su beso. —Lo ha acariciado y luego abrazado. Había demasiada ternura en el gesto.
—Quería consolarlo, no he roto ninguna promesa. —Su ceja magullada se alza en un gesto de confusión—. Cuando he llegado, Jae ha querido saber por qué te comportaste del modo que lo hiciste el otro día. Yo he tratado de darle excusas, pero él me conoce demasiado bien y no he podido mentirle. Le he confesado lo que tenemos...
—¿Y?
—Y no le ha gustado nada. Me ha pedido que me marche de tu casa y que me aleje de todos los enigmas que te rodean. Luego me ha besado.
Ha insistido en que abriera los labios, pero yo no lo deseaba y no lo he hecho. —Resoplo con pesar —. Cuando me he apartado, su triste mirada me ha dado pena. Es un buen amigo que se ha confundido. Por eso le he cogido las manos y he querido consolarlo. No me suelta, me arrima más. —¿Y qué le ha dicho después? —pregunta pensativo—. Parecía tenso y usted cómplice explicándole algo.
«Vamos, Young Saeng, sé valiente.»
—Le he dicho que lo quiero, pero como a un amigo. —Me aprieta el brazo—. Eso no le ha hecho ninguna gracia, aún menos cuando he reconocido que a ti te deseo como hombre... Que nunca le podría dar los besos que te doy a ti.
¿Satisfecho?
—No si se trata de usted. —No te entiendo.
—¿Es cierta esa frase? —Me suelta y espera—. ¿Que me desea como a él nunca podrá desearlo? —Sí, aunque no sé si me merece la pena seguir perdiendo el tiempo con esto. —Soy sincero y él no lo soporta; cierra los ojos para no verme—. Tienes tantos cambios de personalidad que vas a volverme loco, y no quiero.
—¿Aquí termina, pues, nuestro trato? —Se pasa la mano por el pelo y me mira. Percibo su desesperación, su agonía—. ¿Es lo que quiere?
—Soy un estúpido... —Saeng. —Su casi súplica acaba con mi genio, con mi mal humor. ¿Cómo voy a querer dejarlo? Todavía no—. Hábleme, me mata no saber qué piensa. —No, no quiero. Nos miramos, ambos pensativos, esperando que el otro abandone su orgullo. Pero yo espero sin flaquear; aunque deseo ceder, me debe una disculpa. —Si es verdad que no tiene nada que ocultar y que no está con ese cretino, entre conmigo ahí. — Señala el acceso a la piscina—.
Pasemos juntos la tarde, aunque estén también sus amigos. De paso le demostrará a él que no tiene nada que hacer con usted. ¿Acepta? Ahora soy yo quien se pellizca la nariz en señal de desesperación. ¿Cómo mantener a Jae y Hyun en el mismo lugar? Aún están magullados de su pelea. Y, sobre todo, ¿por qué Hyun no me quiere dejar? Siento su posesión hacia mí, me trata como si fuese suyo. ¿Por qué?
—No creo que sea buena idea —digo finalmente. Vuelve a cerrar los puños con fuerza. ¡Basta ya!—. He venido a divertirme con mis amigos y usted no se lleva bien con Jae. No quiero más espectáculos en público y usted apenas se controla. Por otro lado, alguien podría vernos. Soy su empleado, no es normal que salgamos juntos.
—Me comportaré con corrección y no me importa si alguien me ve. Mi familia no suele pasar por aquí. Y yo no le debo cuentas a nadie —añade, esbozando una leve sonrisa. El corazón me da un vuelco... Maldito hombre—. Le prometo que no voy a pelearme con nadie. Si no quiere, entenderé que lo que no desea es pasar la tarde conmigo. Si es así, dígalo y no lo molestaré más.
Le sonrío como un bobo... Qué tonto me pongo cuando estoy con él. ¡Ah, odio sentirme así! —¿Trae traje de baño? — pregunto, mientras me acerco a él. —Sí —contesta y lo miro confuso. ¿Había planeado venir?—. Como le he dejado la nota y usted no me ha llamado, había pensado no privarlo de la compañía de sus amigos y pasar la tarde aquí con usted.
Qué generoso... Me perturba y a la vez me complacen sus palabras.
—¿Por qué me hace esto, Kim?
—¿Qué quiere decir?
¿Por qué con él todo es tan difícil?
—Viene, me insulta, me trata mal y da por finalizado el pacto. Ahora actúa de forma correcta. Incluso me ha sonreído, algo extraño en usted. Luego vuelve a comportarse como si nada hubiese pasado. ¿Qué quiere de mí? —Sigo sin saber a qué se refiere. No entiendo la pregunta. «Al grano, necesito saberlo.» —Dice que sólo me quiere para el sexo, es decir, para su placer —contesto seco—. Pero luego me busca cuando estoy de fiesta, o en la piscina y también me quiere llevar de compras... Le vuelvo a repetir la pregunta, ¿qué quiere de mí?
—Lo quiero a usted entero — responde con intensidad, haciendo que me tiemblen las piernas—. Quiero su cuerpo, su entrega, su alegría. Sin reservas. Lo quiero todo de usted.
Mi corazón se descontrola y lo miro buscando signos de alteración después de lo que acaba de decir, pero no hay nada. La pasión de sus palabras se vuelve hielo ante su postura.
—La conversación ha tomado un giro algo extraño y estamos igual. —Me contempla sin responder. Yo estoy confuso, no esperaba esta respuesta—. Sigo sin entenderlo. —Pues tendrá que conformarse con esto. Creo que he sido lo bastante claro. —Se acerca a mí despacio y se detiene a unos centímetros de mi cuerpo—.
¿Entramos juntos o no?
Perdido como me encuentro, me acerco a sus labios y se los muerdo con sensualidad. Esos labios que parecen suplicarme que no los deje de chupar, de besar salvajemente, como sé que a él le gusta. En un segundo, el cuerpo de Hyun se amolda al mío y me devuelve el beso con agresividad, irritando con su incipiente barba el contorno de mi boca. Aunque molesto, no me retiro. Su lengua se une a la mía con deseo y lujuria, a pesar de que sabemos que no podremos ir más allá. No en mitad de la calle.
—Me vuelve loco. Entremos o no voy a poder contenerme.
Su mirada se nubla, es sincero. —El traje de baño le queda muy bien, Saeng —susurra, apretándome y gimiendo al retirarse —. Es muy tentador y me hace perder la cabeza.
Despreocupado y accesible. Hoy es mi día.
—Gracias, señor Kim.
Por cierto, ahí dentro lo pienso tutear. —Contento, lo cojo de la mano, mientras veo su confusión—. Se supone que hoy es mi día libre, que usted no es mi jefe y que somos amigos. Por eso vamos juntos a la piscina, ¿no? —pregunto divertido. Él afirma y puedo ver que intenta no reír—. Los amigos se dan la mano y eso es lo que yo acabo de hacer.
Anda, vamos.
A pesar de mi gesto cómplice, Hyun no protesta. Estrecha mi mano con fuerza y entramos, algo tensos por la situación que estamos a punto de vivir.
En cuanto Jae nos ve, su rostro cambia totalmente. La furia aparece en él. La actitud de mi amigo es diferente, en sus labios se dibuja una sonrisa. Mientras caminamos hacia ellos, Hyun me pasa un brazo por la cintura con gesto posesivo. ¡Me siento feliz! Nos miramos el uno al otro y yo le sonrío. Sabe lo mucho que me gusta.
—Chicos, como ya sabéis, él es Hyun Joong, y va a pasar la tarde conmigo.
—Bienvenido, es un placer — dice Yoochun.
Jae gruñe.
—Hyun, ¿vas a buscar unos refrescos? —me atrevo a pedirle, suplicándole con la mirada unos segundos a solas con mis amigos. Y, aunque duda, finalmente me suelta y emprende la marcha, no sin antes dedicarme una mirada de ¿advertencia?
—Sae, ¿qué pretendes? — pregunta Jae, molesto—. Sabes la tensión que hay entre nosotros. ¡Nos pegamos! Además, ¿estás loco? ¿Quieres que todo el mundo vea que eres su...? ¡Tiene novia, por Dios! Sae, ¿no te das cuenta? —Ya basta, Jae, no vuelvas a hablarme así. Te lo repito una vez más: no te metas en mis asuntos. Yo sé lo que me hago, no necesito que me estés advirtiendo continuamente.
—Pero...
—Pero nada. Eres mi amigo, me puedes dar consejos, pero no te atrevas a cuestionar mi vida y mis actos; yo no lo hago con la tuya — lo regaño dolido—. Él ha prometido mantenerse tranquilo y será mejor que no lo provoques o te las vas a ver conmigo.
—Te pierde estar con él. —Me gusta... Es superior a mí. —Vamos, Jae, déjalo ya —interviene Yoochun, algo harto—. Sae tiene razón, deja que haga lo que le apetezca. ¿Nos damos un baño?
Jae accede de mala gana y se marchan juntos. El día empieza a despejarse en la piscina y el calor es asfixiante. Cuando me vuelvo, Hyun está atrapado entre dos rubias, a las que ya aborrezco sin saber quiénes son. Por la expresión de él, tampoco parece que las conozca.
Decido intervenir.
Con una sonrisa en los labios, me abro paso entre las rubias y abrazo a Hyun por la cintura. Él se sorprende y yo lo aprieto más. —¿Pasa algo, cariño? —digo, acariciándole el pecho, meloso—.
¿Todo bien por aquí?
Su cuerpo se tensa bajo mi tacto, se le eriza la piel y sus carnosos labios vuelven a reprimir una sonrisa. Mi corazón vuela. —No —contesta una—, sólo le preguntábamos la hora... a tu... —Novio —termino la frase por ella—. Bueno, pues son las cuatro. Que paséis buena tarde. ¡Hasta luego, guapas! —¿Qué ha sido eso? — pregunta Hyun, incómodo. —Bueno, supongo que querías quitártelas de encima. Así que te he echado una mano. —Eres incorregible —dice, dedicándome una sonrisa de medio lado.
—Me encanta sentirlo tan cercano y encantador. —Mis palabras no lo alegran especialmente, se ha visto descubierto—. Venga, vamos a disfrutar. Sí, hoy es mi día. La tarde transcurre tranquilamente, sin ningún altercado y la verdad es que con Hyun me divierto mucho. El lugar es bonito, recogido y al aire libre y el ambiente me encanta. La piscina está rodeada de hamacas y hay una barra al fondo.
En cuanto a Hyun, a ratos lo siento cercano y atento, y otras veces lejos, aislado, sin dedicarme una sola palabra.
—¿Todo bien? —pregunto, tras más de media hora de mutismo —. Antes estabas muy hablador y juguetón, ¿qué sucede?
—Nada. Voy por otra bebida. —Tienes todas éstas sin acabar —le recuerdo—. ¿Manías? —Quizá. Al volver, se sienta a mi lado y me sonríe haciéndome estremecer. Jugamos un rato con las aplicaciones en su iPhone. Ya no parece ensimismado, ni solo, ni triste. El tiempo vuela y es hora de volver a casa. La pena me inunda, quiero estar más tiempo con él. —Ahora os veo, chicos —les digo a Jae y Yoochun.
Me voy con Hyun para despedirlo y, cuando llegamos al coche, se apoya seductoramente en él, atrayendo mi cuerpo hacia el suyo, aferrándome por la cintura. Estar a su lado me hace desear más, un sentimiento que no es positivo para mí. Suspiro.
—¿Lo veré luego, Kim? —¿Quiere verme? Se lo ve serio, ¿qué estará pensando?
—Sabe que sí —respondo, apoyando las manos en su pecho. —No, no lo sé, por eso he preguntado.
—Usted puede preguntar siempre lo que quiere, ¿por qué yo no puedo?
—Porque sus preguntas son profundas.
Me retira el cabello del cuello. Me río. —Lo veré más tarde, pues — dice muy bajito, con voz muy sensual, acercando sus labios a los míos. Instintivamente, enredo los dedos en su cabello y me acerco más a su cuerpo, anhelando el contacto. Sus manos aferran mi trasero, levantándome sobre él. Nos besamos con deseo, con pasión... con lujuria. Con ganas de estar solos y podernos devorar como a nosotros tanto nos gusta. Su cuerpo clama sentir mi calor, un calor que yo ya asumo que es suyo y sólo suyo. El beso no puede ser más apasionado y excitante, la situación y el lugar, los más inoportunos. Me retiro lentamente, tomando conciencia de ello.
—Le veré luego, entonces. —
Le doy un leve beso en la mejilla. Se pone tan tieso como su miembro, que late contra mi muslo—. Lo he pasado muy bien, la tarde no habría sido lo mismo sin usted. —Lo mismo digo. Cuidado al volver... Espéreme con ganas. Y, muy a mi pesar, lo hago. Cuando suena el timbre de casa, me siento emocionado mientras voy a abrir. En efecto, es él...
Tras una larga y aburrida espera, durante la cual he hablado con mis padres, con Kyu, que me tiene preocupado, y me he reído con Joon, he agonizado contando los minutos.
Cuando abro la puerta, me quedo impresionado, no hay hombre más guapo que él. Lleva una camiseta de pico color azul y unos pantalones blancos. Se lo ve incluso más musculoso, imponente y tremendamente atractivo. ¿Me acostumbraré alguna vez a tenerlo? —Hola —murmuro, echándome a un lado para dejarle paso.
Pero Hyun no entra, da apenas un paso, cerrando luego la puerta tras de de sí, y me aprisiona contra la pared sin decir nada, dejándome aturdido y desconcertado. —Se alegra de verme... — susurro.
—No puedo más —jadea, metiendo una mano debajo de mi camisa, para alcanzar mis pechos —. No sabe las ganas que he tenido durante todo el día de hacerla mío, de enterrarme en usted hasta destrozarme. Odio que otros la miren. —Acaricia mi pezón, me lo pellizca—. Me ha estado provocando mucho. Lo necesito. —Yo también —gimo, al sentir cómo sus manos juguetean con mi pecho sin ninguna delicadeza—. Tómeme ahora y quédese aquí conmigo. Hágamelo toda la noche.
No quería decir eso, pero mis labios me traicionan cuando estoy con él. Sentir sus ganas de mí me hace perder el control, y no puedo permitirlo. No debe saber el poder que a veces ejerce sobre mí. —¿Quiere que me quede? — pregunta, buscando mi mirada—.
¿Lo quiere, Saeng?
—Por favor —suplico. Fuera de sí, me saca las prendas con desesperación, una a una, y yo hago lo mismo con él. Parecemos dos locos que no se han tocado en mucho tiempo, pero lo que él me hace sentir no lo he sentido con nadie.
Me acaricia, me besa y recorre mi piel desnuda, casi adorándola... Pero yo quiero sorprenderlo y, con un estremecimiento, apoyo las manos en la pared, ofreciéndole mi cuerpo.
—Tómelo, quiero que sea el primero.
No hacen falta más palabras. En un segundo, tengo a Hyun detrás de mí, con su pene pegado a mi trasero desnudo. Su respiración está alterada, la mía ha desaparecido. —Sí, maldita sea. Quiero ser el primero.
—Me entregaré como pida...
Es una locura, pero lo haré.
—Cállese, cállese.
¿Seré capaz de hacer lo que le he ofrecido? Ya lo estoy haciendo... Me siento más pervertido que nunca, ya que yo mismo lo he incitado. Pero quiero experimentar todo lo que no he podido hasta ahora en el sexo y deseo que sea con Hyun Joong. —Le va a doler, aun así, no voy a detenerme a no ser que me lo pida. —Asiento con el corazón en la boca. Él no será tierno, pero no me importa. Me inclina nuevamente, aferra mis caderas con fuerza y entonces siento su pene en la abertura de mi trasero. Jadeo, vibro al advertir cómo juega, lubricándome... Hasta que deja de hacerlo.
—Saeng, pídame que me detenga, de lo contrario no sabré controlarme.
Pero no lo hago, la sensación de pinchazo, de escozor, no me gusta... me duele, pero quiero más. Puedo soportarlo, me entrego a su voluntad, a su necesidad, sin importarme la mía... Hasta que, tras sentirme invadido con dolor, me voy relajando, lo voy aceptando. Ya no me parece tan intruso dentro de mí.
—Despacio... por favor. Para mi sorpresa, lo hace. Muy lentamente, entra y sale. Embestidas pausadas y sosegadas, ayudándome a disfrutar un poco junto a él, que gruñe, chilla y me muerde la espalda. Con su destreza habitual, desliza la mano derecha por mi pene para excitarme con movimientos circulares, logrando que experimente el placer que solamente él puede proporcionarme.
—Muévase, Saeng, hágalo. Y, cuando obedezco, ambos nos perdemos. El choque de su miembro contra mis nalgas se vuelve brutal, intenso y necesitado. Nos mecemos al compás de ese anhelo.
—Más, más —suplico arqueado, mostrándole la curva de mi espalda, que él recorre con avidez—. Me gusta... me gusta. —Lo sé. Me va a matar. Mientras, me acaricia, primero con un dedo y luego con otro, torturándome, volviéndome loco.
Lo hace al mismo ritmo con que se ensarta en mí. Voraz. Se adentra y retrocede de forma vertiginosa, me llena, me hace pedazos y no sé controlar las emociones... Sus manos me deleitan y su hombría me desarma, logrando que, con su rudeza, ambos alcancemos un espectacular orgasmo. —N-No puedo más —grito, sacudiéndome, sintiendo cómo Hyun se convulsiona mordiéndome el cuello, lamiéndome, al ritmo palpitante de nuestra erótica unión —. ¿Qué me ha hecho...? Apoyo la frente en la pared buscando la frialdad. Pero él quiere verme y sale despacio. Noto una pequeña molestia, aunque soportable. Lo miro a la cara y entonces veo que se deja caer sobre mi hombro.
—No deja de sorprenderme, Joven Heo.
—Usted tampoco. —No me refiero únicamente al sexo, quiero decir—. Me deja agotado, me desborda.
—No me extraña, usted se entrega.
Al cabo de unos minutos, levanta la vista hacia mí. En sus labios brilla una hermosa sonrisa que hace que me vuelva a desintegrar. Espero saber qué lo divierte, pero no lo dice. —Hable, ¿qué es lo que piensa, por una maldita vez? —¿Realmente quiere saberlo? —me reta, acariciándome la cintura.
—Lo exijo.
—Estoy marcando cada parte de su piel, de su cuerpo. Soy afortunado. Sí, se entrega como otros muchos querrían tenerlo, a su voluntad, pero no podrá ser. —Pasa su lengua por mi boca, recorriéndomela agresivamente —. Mío, Saeng, y si otro le pone un dedo encima, no lo soportaré. Trago sin saber qué decir, sus ojos no mienten y la furia destella en ellos.
—¿A qué se debe el silencio? —pregunta entonces—. No me la juegue, no lo soportaría. —¿Y eso por qué? Sus manos recorren desesperadas mi rostro, mi cabello, con tanta intensidad que casi me quema.
—Porque me pertenece, ¿entendido?
—Y usted a mí, ¿entendido? —Sin duda y espero que lo tenga claro.
Luego enreda las manos en mi pelo y busca desesperado que lo bese, que me rinda. Yo lo hago sin objeciones, porque, de momento, sí soy suyo. Al apartarnos, me apoyo en la pared y le sonrío... Él niega con la cabeza y sonríe también. —¿Le apetece cenar conmigo?
—Satisfecho, feliz, me atrevo a proponérselo—. ¿Quiere? Nos disponemos a buscar nuestra ropa, toda mezclada en el suelo. Y, mirándonos el uno al otro, nos vestimos y aseamos, pero al acabar, no lo soporto más. —¿H-Ha cenado ya con ella? —«Bocazas.»—. He preparado pasta...
—No, Saeng, no he cenado con Nicole. No la he vuelto a ver desde la fiesta, aunque sí me ha llamado por teléfono. Cosa que a usted no debería importarle mientras yo cumpla mi palabra. «Cállate, cállate», me digo.
Pero ¡no puedo!
—¿Qué quería?
—¿Perdón?
—Ya vuelve a estar borde — le reprocho, dándole la espalda y entrando en la cocina—. Odio esos altibajos.
—Siempre soy así. —Hoy no —lo contradigo, sirviendo la cena—. Hoy ha estado más amable de lo habitual y ahora acaba de cambiar. —No se acostumbre entonces —me advierte, cogiéndome del brazo para que me vuelva. —Sus cambios de humor son sorprendentes. Sí y no... A saber qué será dentro de diez minutos. —Nicole quería saber de mí, de ahí la llamada. —Y de nuevo me pilla con la guardia baja al prestarse a dar explicaciones—. Min me pidió que hablase con ella. Los dos se quieren mucho y se llevan muy bien.
«Ya pude verlo, esa Diva es idiota.»
—No podía negarme —se excusa—. Min es especial para mí.
—No le he pedido que lo haga.
—¿Está molesto? —insiste persuasivo—. Saeng.
—No tengo por qué. Llevo a la mesa vasos, platos y un poco de vino. Cuando ya lo tengo todo listo, lo invito a sentarse frente a mí o a mi lado. Prefiere hacerlo frente a mí. —Quiero que sepa que mañana me marcho de viaje —dice. —¿Mañana? —repito.
—Sí, es un viaje de negocios. Por eso me he ido hoy antes de que usted se despertara, tenía cosas que hacer. Voy con Denis, mi socio que trabaja aquí en Málaga, y con Yunho... Debo ocuparme de unos asuntos en Nueva York. Un sentimiento de tristeza se clava en mi pecho; ya lo extraño, ya me asusta su partida.
—¿Cuántos días serán? — Confuso, hace una mueca—. Lo pregunto por curiosidad. —Sí, ya me he dado cuenta de que es usted muy curioso. —
Disimulando la pena, le saco la lengua—. ¿Siempre ha sido tan alegre?
Vaya pregunta...
—Siempre he tenido motivos para serlo, sí.
—No siempre.
—Usted, en cambio, parece que nunca haya tenido motivos para ser feliz.
—No muchos. Saeng, pero no empiece con las preguntas, por favor. No ahora. Tomo aire y lo suelto despacio.
—¿Por qué no? Siempre que usted me pregunta, espera que yo responda. Creo que tengo derecho a saber algo de la vida del hombre que se mete en mi cama, ¿no? Hyun no responde y, con desgana, sigue comiendo. Yo, intuyendo que no voy a conseguir nada, lo imito. Tras un largo e incómodo silencio, suspira y dice: — A los doce años, mi madre biológica me abandonó. Vivía en un pueblo pequeño, cerca de Nueva York, donde todo el mundo se conocía. Ella era joven y un día conoció a un español que la volvió loca. Cuando llevaban un año de relación, se quedó embarazada de mí.
Por primera vez lo veo vulnerable y no me gusta. —Cuando él supo la noticia, a los cuatro meses, la abandonó. Mi madre lo esperó y esperó, pero nunca regresó. Al parecer, desde que nací fui una carga para ella y una gran mancha para su reputación. Me soportó hasta que tuve doce años... pero una madrugada, sin previo aviso, se marchó y nunca volvió. Mi condición de bastardo y la suya de extraviada ante los ojos de la gente pesaron más que tenerme a su lado... O es lo que supongo. Apenas sé nada de su vida, este relato y poco más.
Me duele su tristeza, su experiencia. ¿Cómo una mujer puede abandonar a su hijo por semejante razón? Ahora entiendo su amargura, sus miedos y su forma de desconfiar de las personas. Durante los doce primeros años de vida, tuvo a su lado a una madre que no lo quiso, que lo despreció. Hyun tuvo una vida dura y de ahí su forma de ser tan inestable. Cuando creo que ya no va a decir nada más, me sorprende continuando:
—Los doce años con ella fueron muy duros. Hacía como si yo no existiese.
Sólo obtenía su apoyo a la hora de estudiar, eso le parecía importante. Nunca faltaba al colegio y nunca carecía de lo necesario para mi educación. Con el tiempo entendí el porqué. Mi madre siempre supo que se iría y quería dejarme preparado para ello. Teniendo estudios, el futuro podía ser menos oscuro, o eso debió de pensar. —Su mirada, dura y melancólica, vuelve a mí—. Creo que es suficiente. Ya sabe más que de sobra de mi vida, de mi pasado. —Quisiera saber...
—Saeng.
—Es importante —imploro, rozándole el dorso de la mano con los dedos—. Por favor.
—Pregunte.
—¿Por qué se destroza los nudillos cuando se enfada?
¿Park es el apellido de...? Duda un momento, pero luego dice:
—Dar puñetazos es la única vía de escape que encontré cuando ella se fue. Fue la única forma en que conseguía soltar la rabia que sentía por lo que me había hecho. Desde aquella mañana, se convirtió en una práctica habitual para mí... Sólo así consigo aliviar mi dolor o tranquilizarme. Es mi terapia de relajación, con la que busco escupir el veneno que me mata.
Deja el tenedor, desganado. No se ha comido ni una cuarta parte del plato.
—Park es el apellido del desgraciado de mi padre biológico... Se lo puse a mis empresas para no olvidarme nunca de lo que me hizo, para odiarlo hasta que consiga mi propósito. Algún día espero encontrarme con él y ese encuentro será el final de un largo camino de venganza y dolor.
Con el corazón encogido por su calvario, me levanto y lo cojo de la mano. Él me escruta, extrañado, pero aun así me acompaña. —Esta noche quiero dormir con usted. Quiero aliviar su pena, su dolor. Quiero consolarlo hasta que amanezca.
—No quiero su compasión. —Eso no es lo que siento por usted.
Le acaricio la mejilla, los labios, el pecho por encima del corazón. Mis dedos tiemblan, él me agarra del cabello con fuerza y, echándome la cabeza hacia atrás, me obliga a mirarlo. —¿Qué es, entonces?
—Déjeme demostrárselo. Nervioso, lo conduzco a mi habitación y ahí ya no tengo reservas. Hago que se siente en la cama y yo me siento también. Deslizo los dedos por su pecho, por su vientre y apoyo la cabeza sobre él. Me parece que lo conozco desde hace mucho tiempo. —Túmbese cómodo —le pido tímidamente, empujándole el torso —. Voy a complacerlo. Pero Hyun parece paralizado, compungido y termino empujándolo con más fuerza, deseoso de borrar su dolor, sin acostumbrarme a la impresión que me produce su hermosura.
—Desnúdese para mí, Saeng. De espaldas, lo obedezco con actitud coqueta, atrevido. Muevo las caderas, provocando su deseo. —Su cuerpo es exquisito, Saeng.
—Cállese, me desarma y no pienso con cordura. Y, sin decir nada más, me pongo de cara a él, temblando al reparar en cómo me mira. Me coloco a horcajadas sobre su cuerpo y lo cabalgo, desesperado por besarlo, pero lo tengo prohibido. Él escupe su rabia, su desolación penetrándome con tanta dureza que creo que voy a romperme... La noche se vuelve tórrida, apasionada. Tan pronto acorralado contra la pared, como entrelazados en el suelo, hasta que terminamos nuevamente en la cama. —Dios, Saeng —exclama, explotando dentro de mí, regalándome un efusivo beso, otro de los que me niega cuando se mece en mi interior—. Puede usted conmigo.
Al apartarnos, dejándome llevar por lo agotado y satisfecho que estoy tras el sexo salvaje, me dejo caer sobre su pecho y me duermo... feliz.
—Gracias, Joven Heo. «Me tienes loco.»
Al notar unas leves caricias en la mejilla, abro los ojos aún adormilado y ahí está él, inclinado sobre mí. Me quedo mudo, sin saber qué decir, sobrepasado. ¿De dónde sale esta ternura?
—Tengo que marcharme.
—¿Qué hora es? —pregunto abrumado.
—Las cinco de la madrugada —susurra muy bajito. Me parece verlo inquieto y ¿triste? No puedo saberlo. ¿Por qué no me deja ver sus emociones?—. ¿Está bien?
Afirmo con la cabeza, impresionado por lo extraño que está siendo todo hoy, incluso él. Y cuando pienso que ya no puede suceder nada más insólito, Hyun se acerca a mí y roza sus labios con los míos. Esta vez me besa con calma y dulzura. Invadido por algo que no sé explicar, lo atraigo hacia mí por la nuca y lo pruebo, lo abrazo. Es un beso cálido y excitante. Su lengua me embiste con delicadeza, más que con urgencia, y sus labios buscan el calor de los míos.
¿Qué está pasando? No puedo averiguarlo, porque se retira de golpe, con una mirada tierna y sincera, emocionándome al verlo tan transparente conmigo.
—Lo voy a extrañar, Kim —reconozco tembloroso—. No tarde en volver.
Sorprendido, me contempla con detenimiento y un segundo después, me sonríe.
—Nos vemos pronto, Joven Heo —musita, acariciándome la mejilla, antes de levantarse y marcharse.